jueves

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS - CLARISSA PINKOLA ESTÉS



CIENTOTRECEAVA ENTREGA
CAPÍTULO 12


La demarcación de territorio - Los límites de la cólera y el perdón

El oso de la luna creciente (5)

La intervención de la curandera: El ascenso a la montaña (3)

El fuego transformador y la acción adecuada

El oso pone de manifiesto una profunda compasión hacia la mujer, permitiéndole arrancar uno de sus pelos. Ella baja corriendo de la montaña y repite todos los gestos, cantos y alabanzas que surgieron espontáneamente de su corazón durante el ascenso. Rebosante de emoción, acude a toda prisa a la curandera.

Hubiera podido decir: "Mira, lo he conseguido, he hecho lo que tú me dijiste. He resistido. He triunfado, La anciana curandera, que también es compasiva, tarda un momento en responder para que la joven saboree su hazaña y después arroja al fuego el pelo que tanto esfuerzo le ha costado obtener. La mujer se queda de una pieza. ¿Qué ha hecho esa insensata curandera?

"Vuelve a casa -le dice la curandera-. Practica lo que has aprendido." En el zen, el momento en que el pelo es arrojado al fuego y la curandera pronuncia las sencillas palabras es el de la verdadera iluminación. Obsérvese que la iluminación no tiene lugar en la montaña. Se produce cuando, por medio de la quema del pelo del oso de la luna creciente, se disuelve la cura mágica. Todos nos enfrentamos con esta situación, pues todos pensamos que, si trabajamos duro y emprendemos una búsqueda sagrada, obtendremos algo sólido, algo importante que en un abrir y cerrar de ojos lo arreglará todo definitivamente.

Pero no es así como funciona la cosa. Funciona exactamente tal y como se muestra en el cuento. Aunque adquiramos todos los conocimientos del universo, todo se reduce a una cosa: práctica. Se reduce a regresar a casa y llevar a efecto paso a paso lo que hemos aprendido. Tan a menudo como sea necesario, durante todo el tiempo que se pueda o siempre, según los casos. Resulta muy tranquilizador saber que, por más que la devore la cólera, una persona sabe exactamente y con toda la habilidad de un experto lo que tiene que hacer al respecto: esperar, liberarse de las ilusiones, subir a la montaña, hablar con ella y respetarla como a una maestra.

En este cuento se nos ofrecen muchos registros, muchas ideas acerca de la mejor manera de recuperar el equilibro: practicar la paciencia, ofrecer a la persona enfurecida la amabilidad y el tiempo necesarios para superar su cólera a través de la introspección y la búsqueda. Como reza el antiguo dicho:
Antes del zen, las montañas eran montañas y los árboles eran árboles. Durante el zen, las montañas eran tronos de los espíritus y los árboles eran las voces de la sabiduría. Después del zen, las montañas fueron montañas y los árboles fueron árboles.

Mientras la mujer estaba en la montaña aprendiendo, todo era mágico. Ahora que ya ha bajado de la montaña, el presunto pelo mágico h, ardido en el fuego que destruye la ilusión y ha llegado el momento del "después del zen". La vida tendría que volver al mundo. Pero la mujer se encuentra bajo los efectos de su experiencia en la montaña. Ha adquirido sabiduría. La energía que estaba presa en la cólera se puede utilizar para otras cosas.

Ahora bien, la mujer que ha conseguido llegar a un entendimiento con su cólera regresa a la vida del mundo exterior con una nueva sabiduría, una nueva sensación de poder vivir su existencia con más habilidad. Pero un día algo -una mirada, una palabra, un tono de voz, la sensación de ser tratada con paternalismo, de sentirse poco apreciada o manipulada en contra de su voluntad- volverá a brotar y entonces su residuo de dolor prenderá fuego (6).

La furia residual de las antiguas heridas puede compararse con el trauma de una herida de metralla. Es posible extraer casi todos los fragmentos de metal del proyectil, pero siempre quedan los que son diminutos. Cabría pensar que, si se han eliminado casi todos, el problema ya está resuelto. Pero no es así. En ciertas ocasiones, esos minúsculos fragmentos se retuercen y dan vueltas en el interior, provocando una vez más un dolor idéntico al de la herida inicial (y entonces se produce un estallido de cólera).

Sin embargo, la causa de este resurgimiento no es la inmensa cólera inicial sino las minúsculas partículas que quedan de ella, los elementos irritantes que todavía permanecen en la psique y que jamás se pueden extirpar en su totalidad.

Estos producen un dolor casi tan agudo como el de la lesión inicial. Entonces la persona se tensa, teme el impacto del dolor y, como consecuencia de ello, el dolor se intensifica. La persona está efectuando unas drásticas maniobras en tres frentes: uno, trata de contener el acontecimiento exterior; dos, trata de impedir que se transmita el dolor de la antigua herida interior, y tres, intenta afianzar la seguridad de su posición efectuando una carrera psicológica con la cabeza inclinada.

Es demasiado pedir que una sola persona se enfrente con el equivalente de una banda de tres individuos e intente dejarlos simultáneamente fuera de combate a los tres. Por eso es de todo punto necesario hacer una pausa en pleno proceso, retirarse y buscar la soledad. Es demasiado pedir que una persona luche y afronte al mismo tiempo la sensación de sentirse destripada por un disparo. Una mujer que ha subido a la montaña se retira, afronta primero el acontecimiento más antiguo y después el más reciente, decide qué es lo que va a hacer, sacude la cabeza para librarse del collar que le rodea la garganta, endereza las orejas y regresa para actuar con dignidad.

Ninguna de nosotras puede escapar por entero a su historia. Podemos empujarla hacia el fondo, por supuesto, pero estará allí de todos modos. En cambio, si una mujer hace las cosas que hemos enumerado, podrá contener la cólera y, al final, todo se calmará y se arreglará. No del todo, pero sí lo suficiente como para seguir adelante. El instante de la furia que estalla se superará. Y la mujer cada vez lo podrá afrontar mejor porque sabrá en qué momento tiene que ir a visitar de nuevo a la curandera, subir a la montaña y liberarse de las ilusiones que la inducen a pensar que el presente es una repetición exacta y calculada del pasado.

Una mujer recuerda que puede ser violenta y generosa a la vez. La cólera no es como un cálculo renal que, si uno tiene paciencia para esperar, se elimina. De ninguna manera. Hay que emprender una acción inmediata. Entonces se eliminará y habrá más creación en la vida de la mujer.


Notas

(6) La liberación de la antigua cólera calcificada, trozo a trozo y capa a capa, es una tarea esencial para las mujeres. Es mejor sacar esta bomba al aire libre y hacerla estallar que dejar que explote cerca de personas inocentes. Vale la pena intentar desactivarla de una manera que sea útil y no cause daño. Muchas veces el sonido o la contemplación constante de una persona o un proyecto aumentan nuestra irritación. Es bueno alejarse del estímulo cualquiera que este sea. Hay muchas maneras de hacerlo: cambiar de habitación, de lugar, de tema, de decorado. Resulta extremadamente útil. Los viejos supieron comprender la razón que se ocultaba detrás del consejo de contar hasta diez. Si podemos interrumpir aunque sólo sea provisionalmente la corriente de adrenalina y de otras sustancias químicas de "combate" que se vierte en nuestros sistemas corporales durante el acceso inicial de cólera, podremos detener el proceso de vuelta a los sentimientos y las reacciones que rodearon un drama del pasado. Si no hacemos una pausa, las sustancias químicas seguirán fluyendo durante mucho tiempo y acabarán empujándonos literalmente a una conducta cada vez más hostil tanto con motivo como sin él.

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