domingo

CÁNTICO ESPIRITUAL (41) - SAN JUAN DE LA CRUZ


DECLARACIÓN (3)

7 / Y es de saber que esta merced de la suave embriaguez no pasa tan presto como la centella, porque es más de asiento; porque la centella toca y pasa, mas dura algo su efecto, y algunas veces harto; mas el vino adobado suele durar ello y su efecto harto tiempo, lo cual es, como digo, suave amor en la alma, y algunas veces un día o dos, otras hartos días; aunque no siempre en un grado de intensión, porque aflora y crece sin estar en mano de la alma, porque algunas veces, sin hacer nada de su parte, siente el alma en la íntima substancia irse suavemente embriagando su espíritu e inflamando de este divino vino, según aquello que dice David diciendo: “Concaluit cor meum intra me, et in meditatione mea exardescet ignis”; que quiere decir: “Mi corazón se calentó dentro de mí, y en mi meditación se encenderá fuego” (Ps. 38,4). Las emisiones de esta embriaguez de amor duran todo el tiempo que ella dura, algunas veces, porque otras, aunque la hay en el alma, es sin las dichas emisiones, y son más o menos intensos (cuando las hay) cuanto es más y menos intensa la embriaguez. Mas las emisiones o efectos de la centella, ordinariamente duran más que ella -antes ella los deja en el alma- y son más encendidos que los de la embriaguez, porque a veces esta divina centella deja al alma abrasándose y quemándose en amor.

8 / Y porque habemos hablado de vino cocido, será bueno aquí notar brevemente la diferencia que hay en el vino cocido que llaman añejo, y entre el vino nuevo, que será la mesma que hay entre los viejos y nuevos amadores; y servirá para un poco de doctrina para los espirituales. El vino nuevo no tiene digerida la hez ni asentada, y así hierve por de fuera, y no se puede saber la bondad y valor de él hasta que haya bien digerido la hez y furia de ella, porque hasta entonces está en mucha contingencia de malear; tiene el sabor grueso y áspero y beber mucho de ello estraga al sujeto; tiene la fuerza muy en la hez. El vino añejo tiene ya digerida la hez y asentada, y así ya no tiene aquellos hervores de nuevo por de fuera; échase ya de ver la bondad de el vino, y está ya muy seguro de malear, porque se le acabaron ya aquellos fervores y furias de la hez que le podían estragar. Y así el vino bien cocido por maravilla malea y se pierde, tiene el sabor suave y la fuerza en la substancia de el vino -no ya en el gusto-, y así, le bebida de él hace buena disputa y da fuerza al sujeto.

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