domingo

EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (5) - JOSEPH CAMPBELL



1 / EL MITO Y EL SUEÑO (5)

Muy asombroso es el hecho de que un gran número de las imágenes y ceremonias rituales correspondan a las que aparecen automáticamente en el sueño desde el momento en que el paciente psicoanalizado comienza a abandonar sus ideas fijas de la niñez y a avanzar en el futuro. Entre los aborígenes de Australia, por ejemplo, uno de los rasgos principales de la prueba de iniciación es el rito de la circuncisión por medio del cual el muchacho en la pubertad es separado de la madre y llevado a la sociedad y la ciencia secreta de los hombres. “Cuando un muchacho de la tribu murngin va a ser circuncidado, sus padres y los viejos le dicen: ‘El Gran Padre Serpiente huele tu prepucio y lo pide’. Los muchachos creen que esto es literalmente cierto, y se aterrorizan en extremo. Usualmente se refugian en su madre, en la madre de su madre o en algún otro pariente femenino favorito, porque saben que los hombres están organizados para llevarlo al terreno de los hombres, donde la gran serpiente brama. Las mujeres se lamentan en alta voz junto a los muchachos durante la ceremonia; esto es para que la gran serpiente no se los trague.” (11) Ahora observamos su contraparte desde el inconsciente. “En un sueño -escribe el Dr. C.G. Jung-un paciente encontró la siguiente escena: Una serpiente saltó de una cueva húmeda y mordió al paciente en la región genital. Este sueño tuvo lugar en el instante en que el paciente se convenció de la verdad del análisis y comenzó a liberarse de las ataduras de su complejo materno.” (12)

Siempre ha sido función primaria de la mitología y del rito suplir los símbolos que hacen avanzar al espíritu humano, a fin de contrarrestar aquellas otras fantasías humanas constantes que tienden a atarlo al pasado. De hecho, el porcentaje tan alto de neuróticos entre nosotros se debe a que nos negamos a recibir esa efectiva ayuda espiritual. Permanecemos aferrados a las imágenes no conjuradas de nuestra infancia y por ello poco dispuestos a pasar las etapas necesarias de nuestra edad adulta. En los Estados Unidos hay inclusive un pathos de énfasis invertido; la finalidad es no envejecer sino permanecer joven; no madurar lejos de la Madre, sino aferrarse a ella. De manera que mientras los maridos adoran las reliquias de su infancia, siendo los abogados, los comerciantes o las mentes privilegiadas que sus padres quisieron que fueran, sus esposas, aun después de catorce años de casados y con dos hermosos niños ya crecidos, andan en busca del amor, que puede venir a ellas sólo de los centauros, de los silenos, de los sátiros y otros íncubos concupiscentes de la calaña de Pan, ya sea como en el segundo de los sueños mencionados, o como en nuestros populares templos de la diosa del amor, rociados de vainilla, en las caracterizaciones de los últimos héroes de la pantalla. El psicoanalista tiene que llegar, finalmente, a reafirmar la probada sabiduría de los viejos, las enseñanzas predictivas de los médicos danzantes enmascarados y los médicos brujos circuncidadores; y encontramos, como en el sueño de la mordedura de la serpiente, que el simbolismo eterno de la iniciación se produce espontáneamente en el momento en que el paciente se libera. Evidentemente, hay algo en estas imágenes iniciadoras tan necesario a la psique, que si no se la suple desde afuera, a través del mito y del ritual, tendrá que anunciarse de nuevo, por medio del sueño, desde adentro; de otro modo nuestras energías permanecerán encerradas en un cuarto de juguete banal y anacrónico, como en el fondo del mar.

Notas

(11) Géza Róheim, The Eternal Ones of the Dream (Nueva York; International Universities Press, 1945), p. 178.
(12) C.G. Jung, Wandlugen und Symbole der Libiso (2ª edición, Leipzig-Viena, 1925), p. 355: traducida por Beatrice M. Hinkle bajo el título Psychology of the Unconcious, A Study os the Transformations and Symbolism of the Libido (Nueva York: Dodd, Mead and Company, 1937), p. 413.

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