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/ EL MITO Y EL SUEÑO (5)
Muy asombroso es el hecho
de que un gran número de las imágenes y ceremonias rituales correspondan a las
que aparecen automáticamente en el sueño desde el momento en que el paciente
psicoanalizado comienza a abandonar sus ideas fijas de la niñez y a avanzar en
el futuro. Entre los aborígenes de Australia, por ejemplo, uno de los rasgos
principales de la prueba de iniciación es el rito de la circuncisión por medio
del cual el muchacho en la pubertad es separado de la madre y llevado a la
sociedad y la ciencia secreta de los hombres. “Cuando un muchacho de la tribu
murngin va a ser circuncidado, sus padres y los viejos le dicen: ‘El Gran Padre
Serpiente huele tu prepucio y lo pide’. Los muchachos creen que esto es
literalmente cierto, y se aterrorizan en extremo. Usualmente se refugian en su
madre, en la madre de su madre o en algún otro pariente femenino favorito,
porque saben que los hombres están organizados para llevarlo al terreno de los
hombres, donde la gran serpiente brama. Las mujeres se lamentan en alta voz
junto a los muchachos durante la ceremonia; esto es para que la gran serpiente
no se los trague.” (11) Ahora observamos su contraparte desde el inconsciente. “En
un sueño -escribe el Dr. C.G. Jung-un paciente encontró la siguiente escena:
Una serpiente saltó de una cueva húmeda y mordió al paciente en la región
genital. Este sueño tuvo lugar en el instante en que el paciente se convenció
de la verdad del análisis y comenzó a liberarse de las ataduras de su complejo
materno.” (12)
Siempre ha sido función
primaria de la mitología y del rito suplir los símbolos que hacen avanzar al
espíritu humano, a fin de contrarrestar aquellas otras fantasías humanas
constantes que tienden a atarlo al pasado. De hecho, el porcentaje tan alto de
neuróticos entre nosotros se debe a que nos negamos a recibir esa efectiva
ayuda espiritual. Permanecemos aferrados a las imágenes no conjuradas de
nuestra infancia y por ello poco dispuestos a pasar las etapas necesarias de
nuestra edad adulta. En los Estados Unidos hay inclusive un pathos de énfasis
invertido; la finalidad es no envejecer sino permanecer joven; no madurar lejos
de la Madre, sino aferrarse a ella. De manera que mientras los maridos adoran
las reliquias de su infancia, siendo los abogados, los comerciantes o las
mentes privilegiadas que sus padres quisieron que fueran, sus esposas, aun
después de catorce años de casados y con dos hermosos niños ya crecidos, andan
en busca del amor, que puede venir a ellas sólo de los centauros, de los
silenos, de los sátiros y otros íncubos concupiscentes de la calaña de Pan, ya
sea como en el segundo de los sueños mencionados, o como en nuestros populares
templos de la diosa del amor, rociados de vainilla, en las caracterizaciones de
los últimos héroes de la pantalla. El psicoanalista tiene que llegar,
finalmente, a reafirmar la probada sabiduría de los viejos, las enseñanzas
predictivas de los médicos danzantes enmascarados y los médicos brujos
circuncidadores; y encontramos, como en el sueño de la mordedura de la
serpiente, que el simbolismo eterno de la iniciación se produce espontáneamente
en el momento en que el paciente se libera. Evidentemente, hay algo en estas
imágenes iniciadoras tan necesario a la psique, que si no se la suple desde afuera,
a través del mito y del ritual, tendrá que anunciarse de nuevo, por medio del
sueño, desde adentro; de otro modo nuestras energías permanecerán encerradas en
un cuarto de juguete banal y anacrónico, como en el fondo del mar.
Notas
(11) Géza Róheim, The Eternal Ones of the Dream (Nueva
York; International Universities Press, 1945), p. 178.
(12) C.G. Jung, Wandlugen und Symbole der Libiso (2ª
edición, Leipzig-Viena, 1925), p. 355: traducida por Beatrice M. Hinkle bajo el
título Psychology of the Unconcious, A
Study os the Transformations and Symbolism of the Libido (Nueva York: Dodd,
Mead and Company, 1937), p. 413.
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