jueves

SAN JUAN DE LA CRUZ (171)

 13 / Y así, habiéndose aquí el Rey del Cielo desde luego con el alma amigablemente como su igual y su hermano, desde luego no teme el alma; porque, mostrándole en mansedumbre y no en furor la fortaleza de su poder y el amor de su bondad, le comunica fortaleza y amor de su pecho, saliendo a ella de su trono del alma, como esposo de su tálamo (Ps. 18,6), donde estaba escondido, inclinado a ella y tocándola con el cetro de su majestad, y abrazándola como hermano. Y allí las vestiduras reales y fragancia de ellas, que son las virtudes admirables de Dios; allí el resplandor del oro, que es caridad; allí lucir las piedras preciosas de las noticias de las sustancias superiores e inferiores; allí el rostro del Verbo lleno de gracias, que embisten y visten a la reina del alma, de manera que, transformada ella en estas virtudes del Rey del cielo, se vea hecha reina, y que se pueda con verdad decir de ella lo que dice David de ella en el salmo (44,10), es a saber: La reina estuvo a la diestra en vestidura de oro y cercada de variedad. Y, porque todo esto pasa en la íntima sustancia del alma, dice luego ella:

 

donde secretamente solo moras.

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