jueves

ESTÉTICA DE LA CREACIÓN VERBAL (126) - M. BAJTIN

 TIEMPO Y ESPACIO EN LAS NOVELAS DE GOETHE (8)

 

La cita anterior es muy característica. Lo importante en ella, para nosotros, no es la presencia de una cierta influencia del pensamiento de Rousseau (la contraposición del tiempo de la naturaleza y la creatividad -“las siempre clásicas cumbres del período antiguo de la existencia de la tierra” y un valle fértil- a la historia humana con sus guerras y desvataciones). Lo que importa es otra cosa. Aquí, en primer lugar, se manifiesta el repudio característico que sentía Goethe en relación con un pasado enajenado, pasado en sí y para sí, o sea aquel pasado que sería el tema predilecto de los románticos. Goethe quiere ver los vínculos necesarios del pasado con un presente vivo, quiere comprender el lugar necesario que ocupa el pasado en el proceso permanente del desarrollo histórico. Un pedazo aislado y enajenado del pasado es para Goethe un “fantasma” profundamente repulsivo y horrible. Es por eso por lo que opone a esa clase de “fantasmas desaparecidos” los pedacitos de piedras de la orilla del arroyo, porque los pedacitos son capaces de dar razón del carácter de toda la región montañosa y del pasado necesario de la tierra. Se le presenta con claridad todo aquel proceso prolongado cuyo resultado apareció como algo necesario en forma de los guijarros hic et hoc en la orilla del arroyo, el origen de los guijarros es claro, es clara su edad geológica, se determina su lugar en el desarrollo ininterrumpido de la tierra. Ya no existe la mezcla mecánica y fortuita del pasado con el presente: todo tiene un lugar fijo y necesario en el tiempo.

 

En segundo lugar (y este viene a ser un rasgo muy importante en la visión del tiempo histórico propia de Goethe), el pasado mismo ha de ser creativo, ha de ser actual dentro del presente (aunque sea en un sentido negativo, indeseable). Un pasado creativamente actual, que determine el presente, diseña, junto con el presente, el futuro, define en cierta medida el futuro. Así se logra la plenitud del tiempo, una plenitud evidente y visible. Esta clase de futuro, pero a escala microscópica, fue vista por Goethe cerca del pueblo de Einbeck. Este pasado, en forma de plantaciones de árboles, seguía viviendo en el presente (en este caso concreto, aun al pie de la letra, porque los árboles plantados seguían viviendo y creciendo, determinando el presente, dando un aspecto determinado al pueblo de Einbeck y, desde luego, a escala microscópica influían sobre el futuro.

 

Vamos a poner de relieve otro aspecto en nuestro ejemplo. La visión histórica de Goethe siempre va apoyada de una percepción profunda, minuciosa y concreta de la región (Localität). El pasado creativo debe manifestarse como necesario y productivo en las condiciones de una región determinada como una humanización creadora de la región que había convertido un pedazo de espacio terrestre en el lugar de la vida histórica de los hombres, en una parcela del mundo histórico.

 

Una región, un paisaje que no tengan lugar para el hombre y para su actividad creadora, que no puedan ser poblados y edificados, y tampoco puedan ser arena de la historia humana a Goethe le resultan ser ajenos y antipáticos.

 

En su época, como es sabido, fue una afición común la naturaleza salvaje, el paisaje virgen e inaccesible al hombre, predilección tanto literaria como pictórica. Goethe sentía una profunda antipatía hacia todo aquello. También en sus épocas posteriores Goethe manifestaba una actitud negativa hacia las tendencias análogas que aparecían también en un contexto realista.

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