1 / EL HÉROE PRIMORDIAL Y EL HÉROE HUMANO (1)
Podemos
hacer la diferenciación entre dos etapas: la primera, de las emanaciones
inmediatas del Creador Increado a los personajes fluidos pero fuera del tiempo
de las edades mitológicas; la segunda, s los Creadores Creados a la esfera de
la historia humana. Las emanaciones se han condensado, el campo de la
conciencia se ha restringido. Donde anteriormente eran visibles los cuerpos
causales ahora sólo sus efectos secundarios llegan a ser el foco de la estrecha
pupila del ojo humano. El ciclo cosmogónico, por lo tanto, ha de seguir
adelante no por medio de los dioses, que se han vuelto invisibles, sino por los
héroes de carácter más o menos humano y por medio de los cuales se realiza el
destino del mundo. Esta es la línea donde los mitos de la creación empiezan a
dar lugar a la leyenda, como en el libro del Génesis después de la expulsión
del Paraíso. La metafísica cede su lugar a la prehistoria, que es vaga y opaca
en un principio, pero se vuelve gradualmente precisa en los detalles. Los
héroes se vuelven menos y menos fabulosos, hasta que al fin, en los estadios
finales de las diversas tradiciones locales, la leyenda desemboca a la luz del
día del tiempo hecho crónica.
Mwuetsi,
el Hombre de la Luna, fue liberado, como un ancla que se abandona; la comunidad
de sus hijos flotó libremente en el mundo diario de la conciencia despierta.
Pero se nos dice que estaban entre ellos hijos directos del padre ahora submarino,
quienes, como los hijos de su primera concepción, habían crecido de la infancia
a la madurez en un solo día. Estos portadores especiales de la fuerza cósmica
constituyeron una aristocracia espiritual y social. Llenos con una doble carga
de energía creadora, ellos mismos fueron la fuente de la revelación. Tales
figuras aparecen en el estado primario de todos los pasados legendarios. Son
los héroes culturales, los fundadores de ciudades.
Las
crónicas chinas declaran que cuando la tierra se había solidificado y los
pueblos se establecían en las orillas de los ríos, Fu Hsi, el “Emperador
Celeste” (2953-2838 a. C.), gobernó sobre ellos. Enseñó a sus tribus a pescar
con redes, a cazar y a criar animales domésticos; dividió la gente en clanes e
instituyó el matrimonio. De una tablilla sobrenatural que le fue confiada por
un monstruo en forma de caballo que salió de las aguas del río Meng, dedujo los
Ocho Diagramas que permanecen hasta nuestros días como los símbolos
fundamentales del pensamiento chino tradicional. El emperador nació de una
concepción milagrosa, después de una gestación de doce años; y su cuerpo era de
serpiente, con brazos humanos y cabeza de buey. (1)
Shen
Nung, su sucesor, el “Emperador Terrestre” (2838-2698 a. C), tenía ocho pies y
siete pulgadas de alto, con cuerpo humano pero con cabeza de toro. Había sido
concebido milagrosamente por medio de la influencia de un dragón. La madre
avergonzada había dejado a su hijo en la ladera de una montaña, pero las
bestias salvajes lo protegieron y lo alimentaron, y cuando la madre lo supo fue
a buscarlo y lo volvió a su casa. Shen Nung descubrió en un solo día sesenta
plantas venenosas y sus antídotos; a través de una cubierta de cristal sobre su
estómago, pudo observar la digestión de cada hierba. Entonces compuso una
farmacopea que todavía se usa. Fue el inventor del arado y de un sistema de
trueque; es adorado por los campesinos chinos como el “príncipe de los cereales”.
A la edad de ciento sesenta y ocho años se reunió con los inmortales. (2)
Notas
(1) Giles, op. cit, pp.
233-234; Rev. J MacGowan, The Imperial History of China (Shan ghai,
1906), pp, 4-5; Friedrich Hirth, The Ancient History of China (Columbia University
Press, 1908), pp. 8-9-
(2) Giles, op. cit., p. 656; MacGowan, op. cit, pp. 5-6; Hirth, op. cit., pp. 10-12.
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