jueves

PETER BROOK - EL ESPACIO VACÍO (41)


EL TEATRO TOSCO (11)


Godart ha realizado por su propia cuenta una revolución en el cine al mostrar lo relativa que es la realidad de una escena fotografiada. Donde generaciones de directores habían desarrollado leyes de continuidad y cánones de coherencia para no romper la realidad de una acción continua, Godardt ha demostrado que esa realidad era otra convención falsa y retórica. Al fotografiar una escena e inmediatamente hacer pedazos su aparente verdad, ha resquebrajado la ilusión muerta, permitiendo que una corriente de impresiones contrarias se abriera libre paso. Está muy influido por Brecht.

La reciente puesta escénica de Coriolano realizada por el Berliner Ensemble destaca una vez más el problema de dónde empieza y dónde acaba la ilusión. En muchos aspectos, esta versión ha sido un triunfo. Numerosas facetas de la obra quedaron como relevadas; cabe decir que esta pieza rara vez se había puesto en escena de modo tan brillante. La compañía afrontó la trama desde un punto de vista social y político, lo que quería decir que ya no eran posibles los medios mecánicos de poner en escena a la multitud shakesperiana. Hubiera sido inconcebible que uno cualquiera de esos inteligentes actores, que personificaban anónimos ciudadanos, remedara los rezongos y burlas propios de los comicastros. La energía que alimentó los meses de trabajo, cuyo resultado fue iluminar toda la estructura del argumento secundario, procedía del interés del actor por los temas sociales. Los papeles pequeños no les resultaban aburridos a los actores: nunca pasaban a último término, ya que llegaban consigo fascinantes temas para estudiar y discutir. El pueblo, los tribunos, la batalla, las asambleas eran de rica contextura: todas las formas de teatro estaban comprimidas y puestas al servicio de la obra. Los trajes se asemejaban a los de la vida cotidiana, pero la posición escénica tenía la solemnidad de la tragedia. El discurso era en ocasiones elevado, otras coloquial, las batallas se libraban con antiguas técnicas chinas para traer moderno significados. No había un solo momento teatralmente falso, ni se hacía uso por sí misma de ninguna noble emoción. Coriolano no estaba idealizado, ni siquiera era agradable, sino explosivo, violento, no admirable aunque convincente. Todo servía a la acción, que por sí misma era clara como el cristal.

Y entonces apareció un minúsculo defecto que en mí se convirtió en aguda e interesante imperfección. La principal escena de confrontación entre Coriolano y Volumnia a las puertas de Roma había sido escrita de nuevo. Ni por un momento pongo en entredicho el derecho a reescribir un texto de Shakespeare: al fin y al cabo, los textos no se echan al fuego. Toda persona puede hacer con un texto lo que crea necesario, sin que nadie padezca. Lo que importa es el resultado. Brecht y sus colegas no deseaban que el eje de toda la acción fuera la relación entre Coriolano y su madre. Consideraban que eso no era un punto interesante para el público contemporáneo: en su lugar, querían ilustrar el tema de la no indispensabilidad del líder. Con tal fin, inventaron una pieza narrativa adicional. Coriolano solicitaba a los ciudadanos romanos que hicieran una señal de humo si estaban preparados para rendirse. Al final de la discusión con su madre, Coriolano observa jubiloso que el humo asciende por encima de las murallas. Su madre le indica que el humo no es señal de rendición, sino que sale de las forjas del pueblo, que se arma para defender sus hogares. Coriolano comprende que Roma puede proseguir sin él y siente lo inevitable de su propia derrota. Y cede.

En teoría, este nuevo argumento es tan interesante y “funciona” tan bien como el original. Sin embargo, toda obra de Shakespeare tiene un sentido orgánico. Sobre el papel parece como si dicho episodio se hubiera sustituido razonablemente por otro; y lo cierto es que en muchas obras hay escenas y párrafos que resulta fácil cortar o trasladar. Pero si se tiene un cuchillo en la mano, la otra necesita el estetoscopio. La escena entre Coriolano y su madre se encuentra casi en el núcleo de la obra: al igual que la tormenta de El rey Lear o el monólogo de Hamlet, su contenido emotivo engendra el calor con el que finalmente se funden los hilos de frío pensamiento y los esquemas de argumentación dialéctica. Sin el enfrentamiento de los dos protagonistas en su forma más intensa, la historia queda castrada. La fuerza de la escena entre Coriolano y su madre depende de esos elementos que en apariencia carecen de sentido. Tampoco el lenguaje psicológico nos lleva a parte alguna, ya que las etiquetas no cuentan; lo que exige nuestro respeto es el cerco más profundo de la verdad, el hecho dramático de un misterio que no podemos sondear por completo.

La elección del Berliner Ensemble implicaba que su actitud social se hubiera debilitado en el caso de aceptar la insondable naturaleza del hombre dentro de la escena social. Históricamente resulta claro que un teatro que detesta el individualismo auto-indulgente del arte burgués debería haber vuelto a la acción.

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