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GRAHAM GREENE - MÁS ACÁ O MÁS ALLÁ DEL PODER Y LA GLORIA (3)


"Necesitado de ayuda"

Pablo VI no fue el único Papa que se interesó por el escritor. Los años cincuenta, explica Greene, fueron para él un período de gran inquietud. “No sin una cierta intuición, Pío XII dijo al entonces obispo Heenan que había leído “El fin de la aventura” (extraña lectura, para un Papa), añadiendo: “Creo que este hombre está pasando momentos difíciles. Si alguna vez se dirige a usted, tiene que ayudarle”. (Es inútil decir que nunca me dirigí a Heenan).”

Que Greene necesitaba ayuda era algo patente. Su matrimonio con Vivien se había roto –Graham la abandonó en 1947, per nunca se divorció- después de numerosas infidelidades, entre otras una con una mujer casada, Catherine Walston, que dio lugar a su novela “El fin de la aventura” (1951). Y su vida de fe naufragaba, o al menos eso parecía a través de sus obras, hasta el punto que Evelyn Waugh le escribió muy preocupado por la posibilidad de que Greene hubiera abandonado la fe católica.

“The Hearth of the Matter” (El revés de la trama) (1948) y “The End of the Affair” (El fin de la aventura) (1951), las novelas que siguieron a “El poder y la gloria”, llevan al extremo el drama religioso de sus protagonistas. La primera tiene lugar en Sierra Leona (de 1941 a 1943, Greene trabajó en ese país como agente de los servicios secretos ingleses; a su regreso a Londres estuvo a las órdenes de Kim Philby) Scobie, el jefe de policía, es católico practicante, pero por culpa de la compasión hacia su mujer por un lado y su amante por otro, acaba metido en un callejón sin salida en el que acepta un soborno, comete adulterio, consiente un asesinato y comete sacrilegio y suicidio. “The End of the Affair” se desarrolla en Londres durante los bombardeos alemanes y es la historia de dos amantes, Maurice Bendix, un escritor agnóstico, y Sarah, católica y mujer casada, que promete a Dios que dejará a Maurice si éste se salva de un bombardeo. El milagro se produce y ella abandona a su amante, muriendo después de neumonía.

Estas dos novelas por un lado dieron gran fama a Greene, pero por otro le produjeron muchas molestias. El éxito, explica en sus memorias, es más peligroso que el fracaso, y “The Hearth of the Matter” fue un éxito, pero “debía haber algo corrompido en el libro, porque demasiado a menudo la novela excitó los lados débiles de los lectores: nunca había recibido tantas cartas de desconocidos, probablemente la mayoría mujeres y sacerdotes. De golpe me consideraron, en Inglaterra, Europa y América, un escritor católico, el último título al que nunca habría aspirado”. “La visión de la fe como un plácido mar desapareció para siempre; la fe era, más que otra cosa, semejante a una tempestad en la que los afortunados eran tragados y se perdían, mientras los desafortunados sobrevivían para ser arrojados, maltrechos y sangrando, a la orilla”.

Greene no estaba preparado para ayudar a las personas que acudían a él –“yo no tenía ninguna misión apostólica, y las invocaciones de asistencia espiritual me exasperaban a causa de mi impotencia”- e incluso sacerdotes le perseguían “primero con cartas que tendría que haber dirigido sólo a su confesor, y luego personalmente: uno apareció una tarde, sin preavisar y muy inoportunamente, en una estrecha calle de Anacapri mientras yo estaba tomando el autobús para Capri con mi amante, arrastrando, detrás de su larga sotana negra, una nube de polvo”. Esta situación –“yo era como un hombre sin ningún conocimiento médico en un pueblo lleno de peste”- le llevó a la figura de Querry, un arquitecto católico cansado de la fama, que acaba de modo trágico en el Congo belga antes de su independencia, y que es el personaje central de “A Burnt-out Case” (Un caso acabado). En este libro “había elementos nuevos”, hasta el punto que un crítico marxista polaco “dio la bienvenida a la novela como una renuncia a la fe católica, o mi querido amigo Evelyn Waugh que se dio cuenta de que Querry era una reelaboración del anciano escritor católico francés de mi relato “A Visit to Morin”, y el libro le dolió”.

Escribe E. Waugh

“Esta novela –le escribió Waugh- deja comprender claramente que estás exasperado de la reputación que te ha sobrevenido, sin buscarla, de escritor “católico”. Me doy cuenta de que tengo un poco la culpa en este asunto. Hace doce años, di una serie de conferencias, aquí y en América, intentado presuntuosamente interpretar la que, con toda sinceridad, consideraba ser una misión apostólica en peligro de ser descuidada por personas escandalizadas por la sexualidad de algunos de tus temas (...) Me duele profundamente el fastidio que he contribuido a causarte, y espero que se trate sólo de esto, y que las conclusiones desesperadas de Morin y Querry sean puramente narrativas”.

Greene, que apreciaba mucho a Waugh, le contestó que sólo en parte algunas cosas de Querry –y de Fowler, el periodista inglés de “The Quiet American” (El americano impasible)- eran suyas: “supongo que los puntos en las que el escritor se encuentra de acuerdo con el personaje dan lo que tiene de fuerza y de calor a la expresión”, pero al mismo tiempo no se podía “sacar una analogía en toda la línea, y no necesariamente hasta la conclusión de la línea”. “Quería expresar diversas condiciones o estados de ánimo de fe y de ausencia de fe. El doctor [Morin], que me gusta más como personaje realizado, representa un ateísmo radicado y fácil (...) y Querry una no radicada forma de ausencia de fe. Se podría excavar probablemente alguna cosa del autor también en el médico y en el padre Thomas”.

Waugh le contestó que en su opinión, no se podía dar la culpa a las personas que habían interpretado “A burnt out case” como una abjuración de la fe, a la vez que criticaba el “ateísmo radicado y fácil” de Querry. “el ateo niega todo su fin en cuanto hombre... el de amar y servir a Dios. Sólo en un modo superficial los ateos podían aparecer “radicados y fáciles”. Su desierto es para mí mucho más extraño que los suburbios del Universo (una frase de Greene para referirse a algunas actitudes católicas).

El intercambio epistolar concluyó con una nueva carta de Greene en la que preguntaba si se puede prohibir a un católico pintar el retrato de un ex católico. “No hay duda de que si hay algún realismo en el personaje, debe brotar del hecho que el autor ha experimentado alguno de los mismos estados de ánimo de Querry, pero sin duda no necesariamente con la misma intensidad... si las personas son tan impetuosas como para considerar este libro como una abjuración, no puedo hacer nada. Quizá se sorprenderán cuando me vean en misa. Lo que me ha disgustado, en algunas críticas católicas a mi trabajo, especialmente en algunos libros escritos en Francia, es la confusión entre la misión de un escritor y la misión de un profesor de moral o de un teólogo”. La carta de Greene terminaba con unos versos de Browning: “No hemos ganado más con nuestra ausencia de fe / que una vida de duda diversificada de la fe / contra una vida de fe diversificada de la duda / definíamos blanco el tablero, lo definíamos negro”.

Greene y Waugh estaban muy lejos: “Evelyn Waugh y yo vivíamos en desiertos distintos. Yo no encontraba nada de reprobador en el ateísmo, incluso en el ateísmo marxista. Mi desierto estaba habitado por los píos “habitantes de los suburbios” de los que había escrito con demasiado descuido – no había hecho referencia a la religiosidad de los sencillos, que aceptan Dios incondicionalmente, sino a la religiosidad de los cultos, de los “arrivati”, que parecen tener una imagen suya católico romana de Dios, que han dejado de buscarlo porque consideran que ya lo han encontrado”. En cambio, Greene se siente mucho más cerca de la fe de Unamuno, y dice que Querry hay que buscarlo entre los que el Unamuno llama “aquellos que la razón es más fuerte que la voluntad, los que se sienten cogidos en el torno de la razón y arrastrados a la fuerza contra su voluntad, por lo que caen en la desesperación, y por causa de su desesperación, niegan, y Dios se revela en ellos, afirmandose a Sí mismo gracias a la misma negación de ellos”.

Conflicto francés en un escritor inglés

En fin, un conflicto muy intelectual, paradójicamente muy francés en un escritor inglés como Greene, que insiste en adoptar el punto de vista de Unamuno sobre la fe: “cuando escribí ‘A Visit to Morin’ o ‘A Burn-out Case’ no conocía “Del sentimiento trágico de la vida” pero cuando leí su libro encontré la misma desconfianza de Morin con respecto a la teología: “la solución católica de nuestro problema, de nuestro único vital problema, el problema de la inmortalidad y de la salvación eterna del alma del individuo, satisface a la voluntad y, en consecuencia, satisface a la vida; pero los intentos de racionalizarla mediante la teología dogmática no satisfacen a la razón. Y la razón tiene sus exigencias, imperiosas tanto como las de la vida”.

En la región tragicómica. Criticas finales

Después, Greene se alejó de los conflictos intelectuales de Scobie o Querry para ir a “la región tragicómica de La Mancha donde pensaba quedarme”, y de su redescubrimento de la comedia junto a su experiencia como agente del servicio secreto nace “Our Man in Havana” (Nuestro hombre en La Habana) (1958, filmada en 1959), situada en Cuba poco antes de la revolución castrista y que es una tomadura de pelo del mundo de los espías y del Foreing Office. Antes había escrito “The Quiet American” (1956), quizá una de sus novelas más logradas, sobre un cínico periodista británico y un agente de la CIA en el Vietnam durante los últimos años de la colonia francesa. “Las últimas cuatro novelas de Greene – “The Honorary Consul” (1973), “The Human Factor” (1978, filmada en 1979) “Monsignor Quixote” (1982) y “The Tenth Man (1985), representan un declinar con respecto al nivel de sus mejores obras”, sentencia la Britanica. En el caso de “The Honorary Consul” además, resulta especialmente desagradable la figura del ex sacerdote jefe de los guerrilleros, que cuando está a punto de morir hace una parodia de la Santa Misa, y la escena en la que el protagonista “absuelve” de sus pecados a este sacerdote.

Sobre los libros de Greene, que algunos han calificado de “spiritual thrillers”, la mayor crítica que se les puede hacer es que las crisis de sus personajes son, muchas veces, artificiales. En un reciente libro sobre los católicos en la literatura inglesa, Ian Ker subraya que Scobie, el protagonista de “The Hearth of the Matter”, va a comulgar en estado de pecado mortal porque no quiere disgustar a su mujer explicándole su adulterio con Helen. Llega a convencerse de que para ayudar a los demás, el mejor camino es su propia condenación, y se suicida: “la inagotable piedad de Scobie y su incansable sentido de responsabilidad con respecto a los que son objeto de su piedad llega a ser algo muy tedioso”, dice Ker, que da más valor a las novelas de Waugh, en el que las realidades del cielo y del infierno significan todo para los personajes de Brideshead Revisited, aunque son vistas con desconcierto por los no católicos.

Desde otro punto de vista, George Orwell señaló –en una crítica a “The Hearth of the Matter”- el peligro del “malditismo” y el concepto de Scobie como “el pecador santificado”. Greene, dice Orwell, “parece aceptar la idea, que ha estado flotando en torno desde Baudelaire, de que hay algo más bien ‘distingé’ en ser condenado; el infierno es una especie de nigthclub de clase alta cuya entrada está reservada sólo a los católicos”, afirma Orwell.

Recordemos, por último, la conclusión de Charles Moeller a sus comentarios sobre las novelas de Greene en “Literatura del siglo XX y cristianismo”. La obra de Greene, dice Moeller, “no es otra cosa más que un comentario de las palabras divinas: no juzguéis. No juzguéis el mundo que os parece abandonado por Dios: está habitado por Dios. No juzguéis a la humanidad que, aparentemente, ha matado a Dios: ha sido salvada por Dios. No juzgués el fracaso de Dios, pisoteado en instituciones que se entregan a Satán, escarnecido en la debilidad de los sacramentos: el poder y la gloria de Dios están allí presentes”. “El punto más importante es que, antes de “Brighton Rock”, el catolicismo de Greene es completamente intelectual, mientras que, con esta obra, queda marcado por la vibración greeniana de la misericordia paradójica; el viaje a Liberia (“Journey without Maps”) constituyó la etapa decisiva hacia las grandes novelas de la desesperación y de la compasión”.

Greene nunca ganó el premio Nobel de Literatura. Unos lo atribuyen a que se le consideraba un escritor demasiado popular, otros al rumor de que había tenido una aventura con la esposa de un importante miembro del comité de selección. Cuando, ya anciano y enfermo, en una de sus últimas entrevistas le preguntaron si lo lamentaba, respondió que ahora sólo le interesaba un premio. Algunos piensan que con esto, daba la bienvenida al olvido de la muerte; otros, que se refería al cielo. Una ambigüedad típica de Greene. Pero como señala Mark Lawson en “The Tablet”, en este año de su centenario, Graham Greene reivindica un premio mayor que el Nobel, y alcanza al menos a sobrevivir en una intensa e indisminuida legibilidad, y, combinando ideas serias con una vigorosa narrativa, es un modelo para todos los novelistas”.

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