martes

GARDEL: EL ALMA QUE CANTA (10) - HUGO GARCÍA ROBLES


El Gardel que habla y el Gardel que canta

Es muy revelador examinar la actuación de Gardel en las películas que, como “El día que me quieras”, lo muestran en su doble condición de actor y cantante popular.

Resulta evidente que su capacidad histriónica era muy insuficiente. Al mismo tiempo, el libreto y los parlamentos que se le confiaban no resisten el menor examen. Es curioso comprobar que Alfredo Lepera, autor de excelentes textos para los tangos y canciones de esas películas fuera, a la vez, tan deficiente libretista. En cierto modo se da la misma situación que en Gardel: mala actuación e insuperable línea de canto. Si nos detenemos un momento en “El día que me quieras”, la escena en la cual Margarita, la protagonista, muere, vemos que mientras Gardel dice los parlamentos convencionales ante el cadáver y palabras del mismo tono cuando en un cambio de ambiente inmediato, se acerca a la pequeña hija de ambos que duerme, con frases de contenido cursi equivalente. Enseguida, escoltado por Tito Lusiardo y otro actor, que hacen una contra escena no menos ridícula, se sienta y entona el tango “Sus ojos cerraron”. En ese momento se instala el arte en la pantalla. Se hace evidente la diferencia esencial, no de grado sino de esencia, entre el Gardel que actúa y el Gardel que canta. Sin solución de continuidad un hecho artístico por influjo de la mera voz del cantor, desplaza, borra, todo lo que antecede. Desaparece lo deleznable y la pulpa libera la almendra oculta que la filmación contiene.

El mismo personaje que no convencía al actuar, torna todo verosímil con la magia de su arte al cantar. Por cierto, de manera colateral, una verificación más del poder de los sonidos puestos al servicio de un texto o letra: lo que las palabras dicen se agranda en su capacidad expresiva, en la intensidad de su mensaje, al ser sostenidas por la música.

Veamos cómo canta “Sus ojos se cerraron”. Desde la primera frase, el tono oscuro de las vocales, trasmite el dramatismo que el texto de Lepera expresa. Es un dolor sereno, suena casi reflexivo, que crece en su intensidad al llegar a las palabras “su boca que era mía ya no me besa más” y el “crescendo” emotivo que culmina en este comienzo sobre el texto “y es cruel este silencio que me hace tanto mal”. En la segunda estrofa, que se canta calcada sobre la misma melodía de la primera, salvo en el pasaje que modula hacia la parte central del tango, que enfatiza “y no tengo el consuelo de poder llorar”. Climax expresivo que funciona como pivote entre las dos partes del plano musical.

El texto de esta parte central, de hecho la segunda frase del mismo tema que define generalmente danzas y canciones populares, muestra la voz de Gardel con mayor énfasis dramático en la interrogación “por qué sus alas tan cruel quemó la vida, por qué esta mueca siniestra de la suerte”. En este tramo se reitera la curva expresiva que asciende hasta “todo es mentira, mentira ese lamento, / ¡hoy está solo mi corazón!” La voz del cantor funciona con un cierto equilibrio simétrico que acompaña los pareados que definen la marcha del texto: “yo sé que ahora vendrán caras extrañas / con su limosna de alivio a mi tormento”, lo mismo que “quise abrigarla y más pudo la pena / ¡cómo me duele y se ahonda mi herida!”. La temperatura expresiva sigue los matices de esta formulación bimembre, fielmente, de tal modo que se da la convergencia de lo sonoro y lo literario.

Con el regreso a la primera parte de la melodía, que se canta con el resto del texto, reaparece el paralelismo con el tramo previo de “las lágrimas trenzadas…” reiterándose en “el Carnaval del mundo / gozaba y se reía, / burlándose el destino / me robó su amor…”

Es digno de señalar el cambio de color en las vocales que se tornan abiertas en “y mientras en las calles / en loca algarabía / el Carnaval del mundo / gozaba y se reía, / burlándose el destino / me robó su amor”, que se cierra con la recuperación de las vocales cerradas, oscuras, como la pérdida del amor. Repárese en el color de la voz en “algarabía”, color que subraya con énfasis el bullicio que supone el clima carnavalesco, para cuajar la oposición dramática que es la esencia de la letra: “sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando”. Es decir, como en el acto final de “La Traviata” mientras Violeta agoniza se oye en la calle el festejo del carnaval: contraste dramático. El tono de sarcasmo con que Gardel vierte “todo es mentira, mentira ese lamento” conduce al cierre del tango: “hoy está solo mi corazón” está apoyado por una fonación que sugiere el sollozo, sin dejar de cantar y formulado en la limpia nota de la melodía.

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