El Gardel que habla y el Gardel que canta
Es muy revelador examinar la actuación de Gardel en las películas que, como
“El día que me quieras”, lo muestran en su doble condición de actor y cantante
popular.
Resulta evidente que su capacidad histriónica era muy insuficiente. Al
mismo tiempo, el libreto y los parlamentos que se le confiaban no resisten el
menor examen. Es curioso comprobar que Alfredo Lepera, autor de excelentes
textos para los tangos y canciones de esas películas fuera, a la vez, tan
deficiente libretista. En cierto modo se da la misma situación que en Gardel:
mala actuación e insuperable línea de canto. Si nos detenemos un momento en “El
día que me quieras”, la escena en la cual Margarita, la protagonista, muere,
vemos que mientras Gardel dice los parlamentos convencionales ante el cadáver y
palabras del mismo tono cuando en un cambio de ambiente inmediato, se acerca a
la pequeña hija de ambos que duerme, con frases de contenido cursi equivalente.
Enseguida, escoltado por Tito Lusiardo y otro actor, que hacen una contra
escena no menos ridícula, se sienta y entona el tango “Sus ojos cerraron”. En
ese momento se instala el arte en la pantalla. Se hace evidente la diferencia
esencial, no de grado sino de esencia, entre el Gardel que actúa y el Gardel
que canta. Sin solución de continuidad un hecho artístico por influjo de la
mera voz del cantor, desplaza, borra, todo lo que antecede. Desaparece lo
deleznable y la pulpa libera la almendra oculta que la filmación contiene.
El mismo personaje que no convencía al actuar, torna todo verosímil con la
magia de su arte al cantar. Por cierto, de manera colateral, una verificación
más del poder de los sonidos puestos al servicio de un texto o letra: lo que
las palabras dicen se agranda en su capacidad expresiva, en la intensidad de su
mensaje, al ser sostenidas por la música.
Veamos cómo canta “Sus ojos se cerraron”. Desde la primera frase, el tono
oscuro de las vocales, trasmite el dramatismo que el texto de Lepera expresa.
Es un dolor sereno, suena casi reflexivo, que crece en su intensidad al llegar
a las palabras “su boca que era mía ya no me besa más” y el “crescendo” emotivo
que culmina en este comienzo sobre el texto “y es cruel este silencio que me
hace tanto mal”. En la segunda estrofa, que se canta calcada sobre la misma
melodía de la primera, salvo en el pasaje que modula hacia la parte central del
tango, que enfatiza “y no tengo el consuelo de poder llorar”. Climax expresivo
que funciona como pivote entre las dos partes del plano musical.
El texto de esta parte central, de hecho la segunda frase del mismo tema
que define generalmente danzas y canciones populares, muestra la voz de Gardel
con mayor énfasis dramático en la interrogación “por qué sus alas tan cruel
quemó la vida, por qué esta mueca siniestra de la suerte”. En este tramo se
reitera la curva expresiva que asciende hasta “todo es mentira, mentira ese
lamento, / ¡hoy está solo mi corazón!” La voz del cantor funciona con un cierto
equilibrio simétrico que acompaña los pareados que definen la marcha del texto:
“yo sé que ahora vendrán caras extrañas / con su limosna de alivio a mi
tormento”, lo mismo que “quise abrigarla y más pudo la pena / ¡cómo me duele y
se ahonda mi herida!”. La temperatura expresiva sigue los matices de esta
formulación bimembre, fielmente, de tal modo que se da la convergencia de lo
sonoro y lo literario.
Con el regreso a la primera parte de la melodía, que se canta con el resto
del texto, reaparece el paralelismo con el tramo previo de “las lágrimas
trenzadas…” reiterándose en “el Carnaval del mundo / gozaba y se reía, /
burlándose el destino / me robó su amor…”
Es digno de señalar el cambio de color en las vocales que se tornan
abiertas en “y mientras en las calles / en loca algarabía / el Carnaval del
mundo / gozaba y se reía, / burlándose el destino / me robó su amor”, que se
cierra con la recuperación de las vocales cerradas, oscuras, como la pérdida
del amor. Repárese en el color de la voz en “algarabía”, color que subraya con
énfasis el bullicio que supone el clima carnavalesco, para cuajar la oposición
dramática que es la esencia de la letra: “sus ojos se cerraron y el mundo sigue
andando”. Es decir, como en el acto final de “La Traviata” mientras Violeta
agoniza se oye en la calle el festejo del carnaval: contraste dramático. El
tono de sarcasmo con que Gardel vierte “todo es mentira, mentira ese lamento”
conduce al cierre del tango: “hoy está solo mi corazón” está apoyado por una
fonación que sugiere el sollozo, sin dejar de cantar y formulado en la limpia
nota de la melodía.
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