por Santiago Gimeno
¡Ha llegado el día! Tras su paso
triunfal por los festivales de Cannes, Toronto, San Sebastián -Premio del Público
a la Mejor Película Europea-, Biarritz -Premio del Público a la Mejor Película
y la Mejor Actriz- y Sitges, este viernes 17 de octubre por fin se estrena la
divertidísima Relatos salvajes. La co-producción de
El Deseo y K&S Films representará a Argentina en los Oscar y en los
Goya, y en SensaCine, después de ofrecerte unaentrevista con Ricardo Darín, completamos el círculo con esta al
director Damián Szifron (Buenos Aires,
Argentina, 1975) y al actor Leonardo Sbaraglia (Buenos Aires,
Argentina, 1970) en San Sebastián. Una charla sobre referencias a El diablo
sobre ruedas, sobre cine y sobre perder los nervios.
¿Véis posible un Relatos
salvajes a la española?
D. S.: Por todas las reacciones que he
recibido y escuchado, creo que es muy factible una nueva ola de Relatos
salvajes. Sobre todo porque hay muchos casos de personas que han perdido
los estribos y que han estallado en el contexto de esta civilización. Tenemos
muchas cosas en común. Vivimos en un mundo que oprime y deprime a mucha gente.
Algunos explotan y esta película va sobre ellos. Pero todos entendemos a los
que explotan.
¿Te has basado en casos reales? ¿Leíste
algunos que después se te ocurrió ficcionar?
D. S.: Con las primeras
imágenes de cada relato sí que he querido evocar momentos en los que yo he
podido sentir algo similar en mi vida. Aunque, claro, yo nunca llevé a cabo una
venganza, por ejemplo. Muchas veces la grúa se llevó mi auto y siempre había
algún grado de injusticia porque estaba pésimamente señalizado. Y te das cuenta
de que el sistema está preparado para que vos te quejes, te quejes, te quejes y
te canses, pero igual pagues porque no quieres perder tu vida discutiendo en
una oficinita. Y también he estado en casamientos con cierta tensión. Aunque
nunca vi una que estallara así. La película tiene fantasía e imaginación pero,
como siempre, el asidero se encuentra en la realidad.
El relato de Leonardo recuerda a El
diablo sobre ruedas. ¿Os irrita también el coche?
D. S.: La película de Spielberg es un
referente clarísimo y creo que nunca nadie va a poder filmar algo en la ruta
sin que pensemos en ella. Aunque a mí me interesaba más la interacción entre
los personajes.
L.S.: No es un duelo par. Es un duelo
más hombre a hombre. Aquel era un duelo hombre a demonio.
D.S.: Y aquí hay dos puntos de vista.
Aunque es una película que amo, admiro y he visto infinidad de veces. Y sobre
los autos, creo que puedo evocar muchos momentos de indignación que he sufrido
en mi vida. Y lo digo porque cada vez que tengo un problema con el auto y lo
mando al taller y estoy dos semanas sin auto, siento un placer... Y siempre
digo: "No quiero tener más auto". Seguro, estacionamiento, el
tránsito, ir manejando a dos por hora, los choques, que se rompe... Yo a veces
fantaseo con volver al caballo. Y recuperar la relación con el caballo... Lo
ves correr...
L.S.: A mí si me gusta mucho conducir,
pero he tenido muchos problemas con los coches. Siempre se me han inundado, me
los han robado, se me han caído árboles... Tengo muchas anécdotas. Una vez se
me prendió fuego. ¡Y también tengo un caballo! Sería interesante hacer una
senda caballo. En Argentina somos muy salvajes para manejar, mucho más que en
España. Es una locura cómo se conduce.
¿Cuál ha sido vuestra experiencia más
cercana a un Relato salvaje?
D.S.: Yo he perdido los nervios en más
de una oportunidad. Y te diría que, en general, estaba relacionado con el abuso
de poder. Me vuelve loco en todas sus formas. En lo pequeño, en lo grande, en
lo institucional, en lo personal... Que me pase a mí o al de al lado...
Intervengo, me meto, discuto...
L.S.: A mí me pasa un poco parecido con
lo que dice Damián y también con los chicos... No soporto cuando se trata mal a
un hijo. Una vez estaba con mi hija, que tenía un año y medio o dos, y nos
subimos a un avión. Regional, en la parte de 'business', bastante chiquita...
El avión estuvo parado en el aeropuerto como una hora y tampoco podíamos salir
del avión. Mi hija estaba mal, como incómoda, y se puso a llorar. No había
manera de calmarla. Y todo el tiempo sentía la presión de cuatro pijos que
tenía atrás. Ejecutivos que venían de hacer negocios. Estaban muy molestos y
tampoco es que fueran las diez de la noche y tuvieran que dormir. Eran las dos
de la tarde. Pero me empezaron a expresar un descontento con la situación
humana que yo estaba viviendo. Y en un momento yo les dije: "¿Qué quieren
que haga? ¡Que la tire del avión! ¡Quieren que la tire del avión!". Y entonces
un hijo de puta me dice: "Bueno. Pero hay unas pastillitas...". Te
juro que pensé que lo iba a matar. Una cosa muy fuerte. Una vez casi me agarro
por política. En medio de la crisis de Argentina, en 2001, españoles empezaron
a opinar sobre lo que tenía que hacer Argentina para mejorar. Bueno... Yo
estaba muy sensible. Muy mal. Y le dije: "Pero qué quieres, ¿que vuelva
Franco y la puta que te parió?". Pasemos a otro tema (Risas)...
Las películas de varias historias
siempre acusan irregularidad, pero esta no. ¿Por qué?
D.S.: En general, a mí, la
experiencia de esta película me conectó mucho con el momento en que adquiró el
placer por la lectura, y que fue a través de una serie de antologías. Me
resultaba subyugante ver un montón de títulos, cada uno de ellos sobre un
universo diferente de unas 10-12 páginas. Y cada noche me iba metiendo en uno
de estos mundos. Después está Cuentos asombrosos de
Spielberg, The Twilight Zone, Alfred Hitchcock Presenta...
Ya los títulos me dan ganas de ver. O New York Stories, de
Scorsese, Coppola y Woody Allen. Lo que pasa es que muchas películas de este
tipo no están dirigidas por la misma persona y que son más proyectos de
productor. Historias en Paris, del 11 de septiembre... Te gusta más uno y te
desconectas en la mitad de la película. Pero si una persona lo controla todo, a
mí me atrae. Al hacer esta película, la pensé como un álbum de rock. Distintos
'tracks', pero todos como parte de un mismo viaje. Y no sentí la necesidad de
conectarlos porque me pareció que conectaban enérgicamente. Un día escribí un
cuento, otro día otro... Y de pronto noté que estaban vinculados. Como un álbum
de rock o como un espectáculo de circo con malabaristas, el mago, el domador de
leones...
¿Es importante que sea el espectador
quien juzgue a los personajes?
D.S.: A mí me parece fundamental. Y es
un dilema ante el que se encuentra el autor en más de una vez. Lo que hice yo
fue dejarme invadir por estos personajes, configurarlos y dejarlos interactuar
sin saber hacia dónde me iban a llevar... No tengo una determinación externa
que pretende contar algo.
L.S.: Una moraleja.
D.S.: Me acuerdo perfectamente de
cuando escribí el capítulo de Leonardo. Yo escribo a mano. Me gustan los
caballos y la escritura a mano (Risas). Iba escribiendo y cuando terminó, tenía
palpitaciones. Y en el episodio de Óscar Martínez, también me resulta esencial
no juzgar. Termina habiendo una opinión, pero es fruto de la interacción libre
de esos personajes... Los personajes no son el autor. Y si entiendes eso, más
libre te sentís a la hora de jugar. Porque no temés: "Qué va a decir la
gente de mí".
(SENSACINE / 17-10-2014)
(SENSACINE / 17-10-2014)
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