domingo

EL TALLER DE LA VIDA / confesiones (24)


HUGO GIOVANETTI VIOLA

Primera edición: Caracol al Galope / elMontevideano Laboratorio de Artes (2009)
Primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes (2018)
Retrato de portada: Horacio Herrera.

TRES: LA SOLEDAD DEL PARAÍSO

4 / MANOLO


En el 81 publiqué en Plural, por encargo de Saúl, un extenso artículo a propósito de la histórica retrospectiva de Manuel Espínola Gómez que organizó la recién inaugurada Galería Latina. Después pasamos once años sin vernos y cuando nos reencontramos él ya estaba instalado en un gigantesco local céntrico que le cedió el Estado en comodato por tres décadas para la construcción de su futuro museo, a cambio de veintiocho de sus obras.

Ya no íbamos a interrumpir la amistad, y Manolo o el Peludo me pegó otro tinguiñazo aunque no estrictamente literario, como me pasó con Bukowski. Ahora estaba frente a un maestro completo emergido de la serranía espiritual de Solís de Mataojo, y en el folleto titulado 10 CAPITANES DEL VUELO relatos para desarmar, que publiqué en 2004, lo definí así: Máximo juglar matrero que tuvo la suave patria: un obelisco autodidacta de cuño ruralísimo y paridor de un friso plástico-verbal de indescifrables espiralamientos barrocos, escatológicos, brutales, suprahumanos.

Y en la contratapa de Aterrizajes, un poemario que le arrancamos literalmente de las falanges junto con Laura Etorena para publicárselo en nuestra recién fundada editorial Caracol al Galope en 2000, cuando su última retrospectiva organizada en el Subte y titulada Entre la entraña y el límite hipnotizó hasta a los chiquilines de las escuelas y perforó la frígida miopía del Tristevideo mediático, cité dos párrafos de La expresión americana de José Lezama Lima que definen esa fe salvaje que Manolo mamó tanto de Artigas y Fabini como como del mismísimo Negro Jefe: Después de la fatiga verbal que se observa ya en la época de Felipe IV, tiene que acudir el encantamiento de la voz que se alza corpulenta como la noche que absorbe el ombú de los cielazos y los cielitos (independentistas) de la Banda Oriental. (…) Porque en el señorío barroco americano el estoicismo quevediano y el destello gongorino tienen soterramiento popular. Engendran un criollo de excelente resistencia para lo ético y una punta fina para el habla y la distinción de donde viene la independencia. La libertad del Nuevo Mundo sigue siendo una profecía, una divinidad para el futuro.

Durante la primera presidencia de Sanguinetti recibió el encargo de remodelar los interiores del ex-palacio Estévez junto a los arquitectos Benech y Colet, y dejó casi terminada lo que en algún momento consideró su mejor obra: un entramado de atmósferas y texturas tan extraordinariamente zarpadas del encorsetado vuelo de imaginería dirigencial que reina en nuestra república desde 1830, que enseguida se polemizó sobre la pertinencia de aquella escenografía. Y hubo un mandamás alcohólico que llegó a decir que el ya mítico Salón Azul, admirado por visitantes europeos de primerísimo nivel, parecía un quilombo del Chuy.

Y lo que yo aprendí del todo con Manolito fue precisamente a independizarme con cabeza propia, carajo. Porque él logró a lo largo de todas sus muestras lo que podrían definirse como saltos de tensión, y nunca le interesó otra cosa. Necesitaba exponer biopsias inéditas del tejido imaginativo a lo Miguel Ángel o Beethoven o Dostoievski o Seurat o López Velarde o Siqueiros o Vallejo o Felisberto Hernández o Marosa di Giorgio, para nombrar referentes retorcedores o, mucho mejor dicho, distorsionantes, que lo obsesionaron más acá o más allá de sus vastísimas valoraciones o gustos.

Hasta que un día me tomé cuatro whiskolas dobles en un boliche y se me ocurrió escribirle una biografía y Manolo se entusiasmó, aunque puso una condición: que le inventara otra vida.

Acepté. En el precioso libro-exposición de Jorge Abbondanza que editó Galería Latina había muchos datos y fotos, y enseguida fuimos a Solís de Mataojo con Nacho a respirar el humus amniótico y después me largué a ficcionar encuentros con el biografiado en muy distintas épocas, a medida que abría los cuadros-puertas que abismaban los distintos capítulos a lo Carroll, y Manolo además aportó la idea de utilizar rectángulos encerradores de intensidades polifocalizantes.

Demoré cuatro años. Y al final lo titulamos Los recovecos de Manuel Miguel y el juglar Peludo, que en 2003 pidió ser velado con un tul en el rostro para ofrecernos una ingravidez lunar digna de La pasión según San Mateo que hizo poner de fondo, me lo revisó varias veces antes de darme el okey pero quedó contento. Y en la última página lo hice decir lo que él siempre consideró la poesía más profunda y más sencilla que se escribió en la historia del hombre: Y tú Dios por quien todos vemos / y que ves las almas / dinos si todos un día / hemos de verte la cara. Y sin embargo se definía como un místico que no creía en la trascendencia del alma. Lezama Lima hubiera carcajeado: Los matreros son así.


5 / LA TRINCHERA ESTRELLADA

El Taller Literario Universo empezó a funcionar cerca de los 90, aunque ya en los 70 colaboré en la elaboración del primer poemario de Tatiana Oroño. El alfabeto verde, y de un cuentario de Yaro Rodríguez Maglio, del que sólo llegaron a publicarse dos textos en revistas.

Y al final me sentí capaz de activar a los generalmente muy jóvenes talleristas reflexionando sobre la especificidad estética a partir del formidable ensayo de Mijail M. Bajtin El problema del contenido, del material y de la forma de la creación artística verbal publicado en 1986 por Editorial Arte y Literatura de La Habana.

Ahí aparecen planteadas la eventual triangulación, retroalimentación y priorización electiva del discurso científico, el ético o el estético con una casi insuperable claridad, aunque en El mito del eterno retorno de Mircea Eliade hay una vuelta de tuerca enriquecedora imprescindible sobre el efecto hipnótico-sosegador que genera el enclave en la supratemporalidad atquetípica.

Lo que importa es empujar al posible escritor hacia una actitud profesional, y para eso lo primero que se precisa es adquirir una conciencia crítica que sepa discriminar con cabeza propia entre el arte y la caca que recomiendan tanto los académicos como los mercaderes. Después viene la pelea de vida o muerte por dejar aparecer y trabajar sobre una estructura de la frase y del texto global que abisme nuestras incanjeables facciones interiores. Y si no tenés fe para durar hasta que ese milagro resplandezca, dedícate a otra cosa. O jugá a ser un intelectual cool que se masturba pintorescamente en un wind-surf posmoderno de los que describe Gilles Lipovetsky. Capaz que publicás en una editorial con lobby y todo.

En el Taller Literario Universo, ahora incorporado a elMontevideano / Laboratorio de Artes, nos autogestionamos. La lista de autores y musicantes que participaron en nuestras ediciones colectivas o individuales, grabaciones, performances y películas incluyen a Daniel Diana, Fernando Agorrody, Amneris Calvo, Diego Presa, Hugo Rocca, Andrea Moreira, Robert Hirigioyen, Verónica Pérez Horvath, Marcos Barcellos, Santiago Barcellos, Álvaro Bassi, Jorge Rodríguez, Verónica Antón, Carla Antón, Hernán Rodríguez, Néstor Manrique Rodriguez, Raúl Rodríguez, Gonzalo Varela, Erika Büsch, Marcos Umpiérrez, Colomba Biasco, Juan Pedro Acuña, Sebastián Beiró, Pablo Cossio, Diego Mongrell, Andrés di Paulo, Juan Pablo Pedemonte, Willy Wood, Gerardo Pérez Céspedes, Darío Acosta, Virginia Miller, Juan Andrés Kuster, Pablo Ezquerra y un servidor.

Pero si hubiera que sintetizar una especie de arenga tipo de lo que se machacó en los últimos veinte años puntualizaríamos algo así:

Todas las tribus de todos los tiempos se desesperaron frente a una posible infinitud vacía.

La festividad consolatoria más importante siempre fue recordar el dorado misterio que se vivió en un estrellerío anterior a la guerra del tiempo.

Eso los hacía sentirse Hombres Nuevos, aunque durante el vértigo nocturno se les enloquecía la PAX-LUX.

Y para que la tribu pudiera purificarse soñando, los magos tallaban al enemigo en la pared de la cueva-trinchera.

El enemigo sigue siendo un dragón que se alimenta de la fe que cada uno lleva ovillada en el cerebelo.

Y cada mago es capaz de hipnotizarnos excavando una nueva visión del DEVORADOR DE LA ALMA QUE ANDA EN AMOR.

Algunos también nos agigantan irradiando la certeza de una infinitud áurea que lavará la historia.

Esos cazadores prospectivos son los que nos enseñan a casarnos con el lomo frutal de los atardeceres.

Si tu reproducción del dragón no nos encandila como el Verbo sobre las aguas primordiales no le sirve a la alma.

Pero si transformás cada molécula de la pared de la cueva en una célula y verticalizás a la Bestia resucitamos todos.

La Bestia se vuelve falo y la pared multiplica peces capaces de perforar la montañosidad de la muerte sin fin.

Los artistas son los generadores de la espesura del Hombre Nuevo creado para sobrevolar la pena de la noche.

Hay que pelear por eso.


6 / SARAMAGO

Saúl y yo nos desafiliamos del Partido después que la mafia que todavía no se autocalificaba como disidente se mandó una ofensiva final realmente carroñera y los cuzcos fuimos despedazados por el raterío. En eso terminó la intelectualidad orgánica destinada a vanguardizar la programática cultural del futuro gobierno revolucionario.

Esta vez el flaco se autoexilió en México y se reintegro a Plural, y cuando volvió por primera vez de visita me regaló un ejemplar de Memorial del convento de un tal José Saramago, un viejo amigo suyo de las épocas de los camaradas cósmicos.

Yo ya estaba yendo regularmente a las misas de Aniano, y el principio de aquella excavación polifónica y rabiosa del portugués en el humilde humanismo renacentista me maravilló y pensé: Por fin apareció otro grande.

Pero una mañana otoñal volví a despertarme muerto, y sentía que no quería abrir los ojos ni seguir durmiendo y no podía entender qué carajo pasaba y de golpe visualicé a Aniano en el altar de San José de la Montaña y resucité igual que si me hubieran desencapuchado. Y al torcer la cabeza hacia la mesa de luz vi el lomo de Memorial del convento y pensé: Te conozco.

Y en el próximo taller se los ofrecí a los muchachos explicándoles que era un material de alto riesgo y puntualicé: Este tipo es un genio, y hace una gran digestión de las búsquedas del boom y arranca con un clima fenomenal pero después de hipnotizarte se empieza a poner viscoso y sentís que te están vendiendo una especie de hombre arcaico-arquetípico con un solo in illo tempore, el del futuro. Y es como si los millones de años que le costó a la humanidad enamorarse del tesoro de la pureza inmortal que irradia desde el misterio amniótico fueran pura mierda. Entonces ya sabés lo que sigue: un arco triunfal de papier maché a lo Robespierre y otra entrada al paraíso del Hombre Nuevo sin vocación trascendente que soñó el utopismo comunista. Todo bien. Arte es arte y la lectura prioritaria es la estética y el símbolo merece un respeto sagrado. Pero este portugo que se hubiera cagado de risa viendo al Padre de los Pobres dirigiendo el rosario en Ibiray odia a la Iglesia como yo no voy a dejar de odiar nunca a Satanás y no pienso pasar de la página cien porque por más apasionante que sea la fluorescencia de estos dragones a mí me mata, loco.

Y Diego Presa, que siempre fue muy buen lector y ahora es un cantautor extraordinario se lo llevó interesadísimo y supongo que le debe haber gustado, aunque nunca me comentó nada sobre el Memorial del convento.

Recién hace dos años que dejé de exigirles a mis talleristas que en caso de ser posible, aportaran una caja de vino en lugar de pagarme, pero todos son testigos de que ni en las peores borracheras traté de imponer dogmas políticos o religiosos. Eso lo aprendí de Torres García y no fallé. Que conste.

Y después que Saramago ganó el Nobel que le entregó a Fidel Castro se puso tan de moda como Ronaldinho y todavía viaja continuamente, con más de ochenta años, y las intelectuales se enloquecen organizándole fiestitas idénticas a las que le filmó Pino Solanas a Manucho Mujica Lainez en La hora de los hornos y el galán eterno desparrama piropos y se ríe de Teresa de Calcuta y declara que el credo marxista-leninista está más sano que nunca, aunque la humanidad se haya enfermado tanto.

Pero a mediados de los 90, antes de que reverberara la euforia snob, pasó algo milagroso. Una mañana encontré en el buzón un número de Plural dedicado a Saramago y me preparé el mate sin sacarme el piyama, pensando: Vamos a dejarnos de joder con las fobias y a subirnos un poco a la montaña rusa porque después de todo el tipo es un genio y Saúl tiene que haber armado algo con mucho jugo.

Y me metí en la cama plácidamente y lo primero que me enganchó fue un artículo sobre el Quinto Centenario y cuando iba por la mitad y la ironía ya se ponía escamosa y los jesuitas empezaban a ser los podridos de la película paré un momento y me cebé un mate pensando: Tranquilo, botija. Mirá que la Inquisición ya no existe.

Y después que dejé el termo y el porongo en el suelo se cayeron las tres pilas de libros que tengo desde siempre en la mesa de luz y me arrancaron la revista de las manos. No hubo la menor causalidad física que provocara el derrumbe y me importa un absoluto pito que me crean o no me crean. Pero nunca más leía a Saramago y terminé por recrear la escena en el capítulo 22 de El evangelio según el traidor.

En Montevideo hay un exorcista muy publicitado que explica que estos movimientos antinaturales son proyecciones parapsicológicas de los sentimientos y nada más. Allá ellos, Señor: tanto los curas como los novelistas que se olvidan de verte.

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