domingo

POESÍAS - CONDE DE LAUTRÉAMONT (11)



II (2)

Los himnos a Elohim habitúan a la vanidad a no ocuparse de las cosas terrenas. Ese es el escollo de los himnos. Deshabitúan a la humanidad a tener en cuenta al escritor. Ella lo abandona. Lo llama místico, águila, perjuro a su misión. No sois la paloma buscada.

Un peón podría adquirir un bagaje literario, diciendo lo contrario de lo que han dicho los poetas de este siglo. Reemplazaría sus afirmaciones por negaciones, Recíprocamente. Si es ridículo atacar los primeros principios, es más ridículo defenderlos de esos mismos ataques. Yo no los defenderé.

El sueño es una recompensa para unos, un suplicio para otros. Para todos es una sanción.

Si la moral de Cleopatra hubiese sido menos corta, la faz de la tierra habría cambiado. Su nariz no se habría vuelto más larga.

Las acciones ocultas son las más dignas de estima. Cuando veo tantas en la historia, me siento muy complacido. De ningún modo han estado ocultas. Han sido conocidas. Lo poco de ellas ha aparecido, aumenta su mérito. Lo más hermoso es que no se haya podido ocultarlas.

El encanto de la muerte sólo existe para los valerosos. El hombre es tan grande que su grandeza se manifiesta sobre todo en que no quiere reconocerse miserable. Un árbol no se reconoce grande. Se es grande cuando uno se reconoce grande. Se es grande cuando uno no quiere reconocerse miserable. Su grandeza refuta sus miserias. Grandeza de rey.

Cuando escribo, mi pensamiento no se me escapa. Este hecho me recuerda mi fuerza, que permanentemente olvido. Me instruyo a la medida de mi pensamiento encandenado. Sólo tiendo a reconocer la contradicción de mi espíritu con la nada.

El corazón de un hombre es un libro que he aprendido a estimar.

Ni imperfecto ni caído, el hombre ya no es más el gr.an misterio.

No permito que nadie, ni siquiera Elohim, dude de mi sinceridad.

Tenemos libertad para hacer el bien.

El juicio es infalible.

No tenemos libertad para hacer el mal.

El hombre es el vencedor de las quimeras, la novedad de mañana, la regularidad de la que gime el caos, la causa de la conciliación. Juzga todas las cosas. No es imbécil. No es lombriz de tierra. Es el depositario de lo verdadero, el cúmulo de certidumbre, la gloria, no el desecho del universo. Si se rebaja, lo alabo. Si se alaba, lo alabo más todavía. Lo concilio. Logra comprender que él es la paridad del ángel.

No hay nada incomprensible.

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