LAS DIABLURAS DE REBOTE SOSLAYO
Hombre que supo ser
alegre pa las cosas de la vida, aura que dice, Rebote Soslayo, soltero, porque
no había china que le aguantara las diabluras. Se comprometió varias veces,
pero tenía fama de hacerse llevar preso por desacato dos horas antes del
casamiento.
Loco por las fiestas
aquel crestiano. Donde había un bautismo, allí estaba él. Primero se ofrecía pa
salir de padrino, y cuando estaba en la iglesia, en el tachito ese del agua
bendita le encajaba aceite hirviendo. Cuando el cura metía los dedos pa
salpicar al gurí, sacaba la mano gritando cualquier barbaridá. Él se le
arrimaba y le decía en la oreja: “Dígalo en latín, padre, que se le entiende
todito”. No lo hacía por molestar, pero tenía eso.
En los cumpleaños, se
ponía al lau de la torta. Cuando apagaban las velitas de un soplido, y antes de
que prendieran las luces, cortaba la torta a toda velocidá y se la metía en los
bolsillos.
Pa los casamientos era
una preciosidá de persona. Si la novia se casaba de vestido largo, difícil que
Rebote Soslayo no le clavara la cola con tachuelas contra el piso. A una novia
le clavó el vestido en la puerta de la iglesia y llegó al altar en paños
menores, perdonando la expresión. Estando Rebote en los casamientos, los
fotógrafos hacían un platal.
La noche que llegó al
boliche El Resorte, taban tomando unos vinos con salame y mermelada pa picar,
el tape Olmedo, la Duvija, periférico Litigio, el pardo Santiago, Rosadito
Verdoso, y nadie más. El barcino como si no estuviera porque dormía como un
bendito.
El hombre dentró, saludó
y se le arrimó al tape Olmedo como quien se arrima a pedir fuego. Ligero de las
vistas, el tape le manoteó el brazo, se lo retorció, y le hizo largar el puñau de
hormigas que traía pronto pa meterle en el vaso de vino. El tape se dio cuenta,
porque entre los dedos le asomaba una patita de hormiga, que si no el otro le
envenena el vino.
Cuando el tape Olmedo lo
largó, el otro agarró una araña, se arrimó a la mesa donde estaba Rosadito
Verdoso, y se la encajó entre los higos. La pobre murió aplastada entre un higo
y la frente de Rebote Soslayo.
Fue cuando el tape Olmedo
lo paró; sin facilitarlo fue que le dijo:
-Mire mi amigo -le dijo-;
usté será muy divertido pero no tiene criterio ni pa un carajo. Conque vamo a
ver si se sosiega, no sea cosa que tenga que sobarle el lomo por bobadas,
¿tamos?
Como Rebote Soslayo quiso
seguir la farra imitando el ladrido del perro en la oreja del barcino, le
permitieron tomarse unos vinos pero atau al mostrador con alambres de púa. Lo
desataron de madrugada, y el hombre salió a las risas por esos campos.
Iba de cantarola, mamau
por unanimidá, se paraba en las cuevas de las mulitas y hacía ruido como de
pala escarbando pa no dejarlas dormir en paz, pataleaba cerquita de los
hormigueros pa provocarles el pánico, alumbraba los nidos con una linterna para
que los pájaros se levantaran creyendo que era de día, y corrió a dos fantasmas
que andaban paseando sin meterse con naides.
Iba entretenido en esas
cosas, cuando vio luz en medio de la noche y movimiento de gente. ¡Casamiento
clavau!
Se acomodó el chambergo y
enderezó haciendo eses pa las luces. Dentró a los gritos:
-¡Vivan los novios… vivan
los novios… vivan…!
Uno de los dolientes lo
paró en seco. Le dijeron de todo, menos divertido.
Cuando se dio cuenta cómo
era la cosa, la arregló fenómeno porque empezó a gritar:
-¡Viva el muerto… viva el
muerto…!
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