domingo

CÁNTICO ESPIRITUAL (37) - SAN JUAN DE LA CRUZ


CANCIÓN 15

Nuestro lecho florido,
de cuevas de leones enlazado,
en púrpura tendido,
de paz edificado,
de mil escudos de oro coronado.

DECLARACIÓN (2)

4 / Está este lecho del alma “enlazado” de estas virtudes, porque en este estado de tal manera están trabadas entre sí y fortalecidas unas con otras y unidas en una acabada perfección de el alma, que no queda parte, no sólo para que el demonio pueda entrar, mas también está amparada para que ninguna cosa del mundo, alta ni baja, la pueda inquietar ni molestar ni mover; porque, estando ya libre de toda molestia de las pasiones naturales y ajena y desnuda de la tormenta y variedad de las cosas temporales, goza en seguro de la participación de Dios. Esto es lo que deseaba la esposa en los Cantares (8,1) diciendo: “Quid det te mili fratrem meus sugerent uvera matris meae, ut inveniam te solum foris, et deosculaer te, et jam me nemo despiciat?”; quiere decir: “¿Quién te me diese, hermano mío, que mamases los pechos de mi madre, de manera que te halle yo solo afuera, y te bese yo a ti, y no me desprecie ya nadie?” Este beso es la unión de que vamos hablando, en tal cual se iguala el alma con Dios por amor. Que por eso desea ella, diciendo que “quién le dará al Amado que sea su hermano”, lo cual significa y hace igualdad; y que “mame él los pechos de su madre”, que es consumirle todas las imperfecciones y apetitos de su naturaleza que tiene de su madre Eva; y “le halle solo afuera”, esto es, se una con él solo, afuera de todas las cosas, desnuda según la voluntad y apetito de todas ellas; y “casi no la despreciará nadie”, es a saber, no se le atreverá ni mundo, ni carne, ni el demonio, porque, estando el alma libre y purgada de todas estas cosas y unida con Dios, ninguna de ellas la puede enojar. De aquí es que el alma goza ya en este estado de una ordinaria suavidad y tranquilidad que nunca se le pierde ni le falta.

5 / Pero, allende de esta ordinaria satisfacción y paz, de tal manera suelen abrirse en el alma y darle olor de sí las flores de virtudes de este huerto que decimos, que le parece a la alma -y así es- estar llena de deleites de Dios. Y dije que suelen abrirse las flores de virtudes que están en el alma, porque, aunque el alma está llena de virtudes en perfección, no siempre las está en acto gozando el alma (aunque como he dicho, de la paz y tranquilidad que le causan si goza ordinariamente), porque podemos decir que están en el alma en esta vida como flores en cogollo, cerradas en el huerto, las cuales algunas veces es cosa admirable ver abrirse todas, causándolo el Espíritu Santo, y dar de sí admirable olor y fragancia en mucha variedad. Porque acaecerá que vea el alma en sí las flores de “las montañas” que arriba dijimos, que son la abundancia y grandeza y hermosura de Dios; y en estos entretejidos los lirios de “los valles nemorosos”, que son descanso, refrigerio y amparo; y luego allí entrepuestas las rosas olorosas de “las ínsulas extrañas”, que decíamos ser las extrañas noticias de Dios; y también embestirla el olor de las azucenas de “los ríos sonorosos”, que decíamos era la grandeza de Dios que hinche toda el alma; y entretejido allí y enlazado el delicado olor de el jazmín de el “silbo de los aires amorosos”, de que también dijimos gozaba el alma en este estado; y, ni más ni menos, todas las otras virtudes y dones que decíamos de el conocimiento sosegado y “la callada música” y “soledad sonora” y la “sabrosa y amorosa cena”. Y es de tal manera el gozar y sentir estas flores juntas algunas veces el alma, que puede con harta verdad decir: “Nuestro lecho florido”, “de cuevas de leones enlazado.” ¡Dichosa el alma que en esta vida mereciere gustar alguna vez el olor de estas flores divinas! Y dice que este lecho está también


en púrpura tendido.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+