El sistema económico dominante se
sostiene sobre la tríada producción, consumo y crecimiento. Llama producción a
todo aquello que hace crecer la riqueza, medida exclusivamente en términos
monetarios, independientemente de que lo producido - bienes y/o servicios -
sirva o no para satisfacer necesidades humanas.
La producción tiene como finalidad
hacer crecer la economía, interpretando que ese crecimiento económico es el que
permite garantizar las condiciones de vida de las personas. El crecimiento y el
dinero se transforman en una creencia: creemos y sentimos que, más que
necesitar alimentos, casa, salud o agua, lo que necesitamos es dinero.
El desarrollo se transforma en una
competición desesperada por crear nuevas “necesidades”, producir más, conseguir
más demanda y generar crecimiento que, supuestamente, beneficia a todo el
mundo.
Sostener el metabolismo económico con
esta lógica obliga a asumir una dinámica expansiva, que requiere utilizar
cantidades cada vez mayores de energía, minerales, agua y tierra, y que genera
cantidades ingentes de residuos.
El problema es que se ha pretendido
mantener ese crecimiento exponencial sobre una base material finita. Aunque la
economía no haya querido verlos, los límites físicos estaban y, la información
científica nos revela que desde los años 80, la biocapacidadglobal de la tierra está superada.
La cara oculta del desarrollo ha sido
el empobrecimiento de la base material sobre la que se sostiene la economía.
Tal y como podemos ver en el gráfico que viene a continuación, la lógica
productiva capitalista ha incrementado exponencialmente el requerimiento de
recursos y la generación de residuos.
El crecimiento productivista y
consumista ha terminado provocando el declive de la energía fósil, los
minerales y la alteración de los ciclos regenerativos de la naturaleza, que
siguen siendo imprescindibles para garantizar la satisfacción de las
necesidades.
El fundamentalismo económico no
entiende de necesidades humanas ni de límites físicos. Solo razona en el mundo
abstracto de lo monetario y actúa sacrificando cualquier cosa con tal de que el
crecimiento económico se produzca. Sacrifica montes, ríos, animales,
condiciones de vida humana y salud. Merece la pena cualquier destrozo,
contaminación, enfermedad o explotación, si la contrapartida es que crezca la economía.
Los “efectos colaterales” de la
obtención de productos de alto valor añadido son el extractivismo, la
deforestación, los monocultivos, los agroquímicos tóxicos, la construcción de
mega-infraestucturas, la explotación humana y animal y, por supuesto, los
ejércitos formales o privados que se ocupan de mantener el orden cuando los
pueblos se niegan a que ellos y sus territorios sean sacrificados en los
altares del desarrollo.
¿Cómo se relaciona lo anterior con la
huelga del 8M? ¿Por qué una huelga de consumo?
La lógica sacrificial no opera de
forma igualitaria sobre todas las personas. Es desigual, y afecta de forma muy
diferente en función de la clase, la procedencia y el género. Las mujeres
–sobre todo pobres y racializadas- se ven más afectadas por esta perversa
identificación entre desarrollo y la espiral producción-consumo-crecimiento.
La sufren, en primer lugar, en su
condición de trabajadoras precarias. Las mujeresestamos sobre-representadas en los sectores peor pagados: limpieza,
hostelería, turismo, comercio al detalle, servicios sociales, residencias de
mayores y asistencia domiciliaria, servicios personales, actividades de ocio.
Somos también mayoría en los sectores manufactureros de más bajos salarios,
como el del textil y la confección o el del calzado localizados en países
empobrecidos.
En estos sectores se oculta la esclavitudlaboral y las prácticas denigrantes: no hay proporcionalidad entre
el descanso y las horas trabajadas, las obligan a usar pañales para no “perder
tiempo al ir al baño”, las despiden si están embarazadas y sufren un constante
acoso sexual. Se ven obligadas a salir y regresar a sus hogares a horas
inseguras, son explotadas por redes de trata, son desaparecidas y asesinadas.
Estas son las condiciones que permiten
el consumo de productos a gran escala. El consumo masivo de estos productos es
posible porque hay una explotación terrible de quienes trabajan para
producirlos La excusa para explotar es que se trata de sectores de baja
productividad. No deja de ser significativo que siempre se caracterizan
sectores como poco productivos es porque son más intensivos en trabajo humano.
En segundo lugar, las mujeres viven
de forma brutal el extractivismo y la construcción de infraestructuras que
sostienen el metabolismo económico. Encabezan las luchas, logrando a veces
torcer el brazo del poder; se ven obligadas a combinar la resistencia con los
trabajos de producción y de cuidados en situaciones de violencia y conflicto; y
sus cuerpo son utilizados como campo de batalla y de castigo. Diferentes organizacionesde defensa de los derechos humanos llaman la atención sobre las
situaciones de intimidación y hostigamiento, amenazas, campañas de
desprestigio, violencia, detención irregular y asesinato de mujeres activistas.
El modelo de consumo cae como una losa sobre ellas.
En tercer lugar, las mujeres sufren
en mayor medida el deterioro de la salud que provoca la contaminación o la
utilización excesiva de químicos en el proceso productivo. La causa de mayor
afección viene dada por la mayor proporción de grasa en el cuerpo de éstas (un
15% más). Los contaminantes se “bioacumulan” en la grasa.
Los efectos de algunos agentes
químicos como los pesticidas, disolventes, gases anestésicos, dioxinas,
bisfenoles policlorados y productos derivados de la combustión de la gasolina,
provocan trastornos en el desarrollo del feto, y en las personas provocan alteración delos equilibrios hormonales, hipersensibilidad química múltiple,
alteraciones de la inmunidad, fatiga crónica y fibromialgia.
Hay estudios que establecen
relaciones causales entre el uso de disolventes y el cáncer de mama y el cáncer
de riñón; que documentan el incremento de melanomas, cáncer de vejiga urinaria
entre las mujeres agricultoras en Italia y el aumento de riesgo de cáncer de
ovario, estómago y esófago entre mujeres expuestas al benceno, talco
contaminado con asbesto, y otros productos en la industria.
Se ha documentado también la relación
entre mujeres que presentan leucemia y su exposición a benceno, y a otros
solventes, cloruro de vinilo y pesticidas, empleadas de industrias de proceso
de alimentos, industria textil o de la confección. Se observa un incremento de
cáncer de pulmón entre las mujeres expuestas a asbesto, metales (como arsénico,
cromo, níquel y mercurio), trabajadoras de manufacturas de vehículos a motor,
servicios de comidas, o cosmética y peluquerías.
La contaminación química afecta
también de modo diferente dependiendo de la edad de las personas expuestas. El
sistema nervioso central es más vulnerable durante el desarrollo embrionario
del feto y durante la primera infancia, y también durante la decadencia del
sistema nervioso en las personas mayores a partir de los 65 años
Puesto que las mujeres realizan
mayoritariamente las tareas de cuidados de personas pequeñas y mayores, aunque
no enferman ellas, terminan también asumiendo las consecuencias de la
enfermedad de aquellos a quienes cuidan.
Podríamos seguir y no terminar, pero se puede seguir profundizando consultando artículos y publicaciones, por ejemplo, de Carme Valls.
Podríamos seguir y no terminar, pero se puede seguir profundizando consultando artículos y publicaciones, por ejemplo, de Carme Valls.
En cuarto lugar, las consecuencias de
la crisis ecológica y climática causada directamente por el modelo de
producción y consumo suicida impacta, de nuevo, de forma más dura sobrelas más pobres.
CarmenGómez-Cotta recuerda que “en el ciclón de Bangladesh de 1991,
el 90% de 150.000 personas que murieron fueron mujeres. ¿La razón? Estaban
dentro de sus casas. No las abandonan sin que lo hayan hecho antes niños y
niñas o mayores”.
Gran parte de la responsabilidad de
producir y procesar alimentos y de garantizar el mantenimiento de sus hogares
recae sobre las mujeres. Por ello padecen de manera más profunda el impacto del
clima extremo, la desaparición del agua, la degradación de la tierra y los
desplazamientos forzosos. Incluso cuando los recursos escasean, son normalmente
las mujeres quienes dan de comer en primer lugar a sus maridos e hijos antes
que alimentarse a ellas mismas.
Esta es una pequeña muestra de las
consecuencias de una forma de producir y consumir que genera beneficios para
algunos pero se desentiende de las condiciones que aseguran la posibilidad de
vivir vidas dignas para las mayorías sociales.
Estoy segura de que habrá personas a las que le parezca exagerado pero los
datos son tozudos, y reaparecen con insistencia en los análisis y diagnósticos
de organismos internacionales para nada sospechosos de ecofeminismo radical.
Es muy importante convertir la
producción en una categoría ligada al mantenimiento de la vida y no a su
destrucción. En un planeta con los límites sobrepasados, esta transformación
obliga a que quienes sobre consumen más de lo que les toca, reduzcan este
consumo.
Obliga también a pensar en formas de
producir que no envenenen a las personas y a la tierra, eliminar la
obsolescencia programada, promover una cultura de la suficiencia digna y a
poner la justicia y el reparto de la riqueza en el centro de la política y la
economía.
La huelga de consumo del próximo 8M no sólo pretende llamar la atención
sobre las consecuencias de la sociedad de consumo sobre las vidas de las
mujeres. Pretende hacer ver que esta forma de producir es dañina para el conjunto
de la vida y, por ello, puede y debe ser radicalmente transformada.
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