10 / LA LECCIÓN DEL JUEGO (9)
EKR
Joe, un próspero hombre
de negocios, me habló de su cáncer del sistema linfático:
“Tenía un bulto de gran
tamaño en el cuello que crecía con rapidez. Visité a un oncólogo y dispuso que
me lo extirparan de inmediato. A continuación me administraron quimioterapia.
Pasé de ser un trabajador eficiente a ser un paciente eficiente: controlaba las
pruebas del laboratorio, compraba los medicamentos y acudía a las visitas del
médico. Nunca me imaginé que estar enfermo supusiera tanto trabajo.
“Mientras recibía uno de
los últimos tratamientos de quimioterapia, pensé en volver a trabajar. Mi
trabajo era algo muy serio, y en aquel momento, con el cáncer, mi vida también
se había convertido en algo muy serio. Pero se trataba de sobrevivir y, gracias
a Dios, lo conseguí. Entonces me pregunté: ‘¿Para qué ¿Para qué me he salvado?
¿Para trabajar más? ¿Para producir más?
“En aquel momento me di
cuenta de que mi vida había sido gris y vacía. Todas las personas que conocía
habían construido sus vidas a partir del concepto del éxito, y no era diferente
a ellos. Pero no iba a regresar a aquel tipo de vida.
“Decidí reconstruir mi vida,
hacer cosas con mis amigos y divertirme otra vez. Quería ir al parque, asistir
a conciertos, contemplar a la gente que paseaba y charlar de vez en cuando con
los desconocidos en lugar de evitarlos. Me había perdido tantas cosas en la
vida… Ya era hora de disfrutarlas de nuevo.”
Cuando éramos niños todas
las experiencias nos parecían potencialmente mágicas. Si pudiéramos revivir
sólo una pizca de aquel antiguo sentimiento y jugar un poco más, recuperaríamos
parte de nuestra inocencia perdida. Aunque nuestro cuerpo envejezca, podemos
permanecer jóvenes de corazón. No podemos evitar envejecer por fuera, pero si
jugamos, seremos jóvenes por dentro.
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