De la primera parte de esta Ofrenda musical -que no estaba terminada
todavía- se presentó un ejemplar al Rey, grabado en papel grueso, en un tomo
encuadernado con piel y con ricos adornos dorados. Todo el trabajo de
desarrollar y escribir el tema real le había proporcionado a Sebastián gran
alegría. Como homenaje especial al rey, que era un gran flautista, la fuga en
estilo de canon estaba escrita para flauta y piano, y la sonata y el canon
final para flauta, violín y piano. Las otras dos fugas son para piano, y
algunos otros trozos para instrumentos de cuerda. La Ofrenda musical es una obra llena de interés y de belleza, digna de
ser ofrecida por un músico como Sebastián a un rey también músico.
Después de este trabajo, e inspirado
en él, compuso Sebastián su incomparable “Arte de la Fuga”, brillante corona de
su vida de maestro de la fuga. Es una obra profunda y sabia sobre la que no me
puedo permitir extenderme ni dar explicaciones. Pero oí muchas veces hablar de
ella a Sebastián con sus amigos, y pude formarme una idea de su significación e
importancia. Uno de sus admiradores la llamó una vez “obra práctica y
espléndida”, otro opinó que “la obra El
Arte de la Fuga es demasiado elevada para este mundo”. En realidad, era una
obra tan sabia y compleja que solamente un gran músico podía apreciar aquella
inmensa acumulación de genio, inspiración y ciencia. Era la mejor de sus obras
en esa forma musical. El tono y el sentimiento de esta obra son serios y religiosos,
tal como había sido Sebastián durante toda su vida; pero, conforme se iba
aproximando al fin, esa característica de su personalidad se iba haciendo más
visible. Con mucha frecuencia nos repetía la frase de Lutero: “La música es el
mejor consuelo; refresca el corazón y le lleva la paz”; y sentía esa verdad y
nadie la demostraba mejor que él. Todavía estaba trabajando en el “Arte de la
Fuga” cuando sintió que se le acercaba la muerte. La mayor parte de esta obra
había sido registrada ya bajo su dirección, cuando fue llamado a abandonar
todas las obras de este mundo. El trabajó se terminó sin él; pero, por una
lamentable despreocupación y abandono del editor, aparecieron en el libro
algunos trabajos sin acabar, así como una fuga larga y hermosa, pero que no
tenía ninguna relación con el Arte de la
Fuga, y en cuya terminación trabajaba los últimos días de su vida. Esta
fuga es extraordinariamente bella, y también tiene un interés especial porque
Sebastián había hecho el descubrimiento de que las letras de su apellido, Bach,
tocadas como notas, formaban una melodía, cosa que hubiéramos podido adivinar
todos si hubiésemos pensado lo que suponía ese nombre para la música. Esa serie
de notas la empleó en los tres últimos temas de la fuga, pero no le quedó
tiempo para terminar tan maravillosa obra.
Ocupado en ese trabajo de contrapunto
de las letras del nombre Bach, que durante tanto tiempo y por muchos siglos
estará ligado a la música y con el cual llegó esta a tan gran florecimiento,
escribió Sebastián esa fuga, que fue su última aportación a ese arte que había
amado con todas sus fuerzas. Fue su última obra, con excepción, naturalmente,
de una composición para su instrumento favorito, el órgano, en el que siempre
había exteriorizado su carácter religioso y en el que culminaban todos sus
talentos que yo creía, con convencimiento humilde, pero firme, que lo elevaban
mucho sobre los demás músicos porque Dios le había marcado de una manera
especial con su sello.
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