VOLVER A LOS VEINTIPICO O POETA QUE AÚN NO TENÍA
PASADO
Hace unos años escribí, a propósito de su libro “Tango negro”, que Saúl Ibargoyen Islas (Montevideo, 1930) gozaba
de una buena vejez poética. Hoy debo, a propósito de una antología* publicada
el año pasado en México, país donde el poeta reside, no sólo ratificar mi
afirmación, sino también añadirle un adjetivo: Ibargoyen goza de una buena y lúcida vejez poética.
Este libro
presenta una selección de los primeros cinco libros de este poeta, publicados
entre 1954 y 1959, aunque algunos de los textos hayan sido escritos ya entre
1951 y 1953. La lucidez de la mirada poética que el viejo que hoy es arroja
sobre el joven que entonces fuera –y que lo fuera hace, en números redondos,
unas seis décadas, que siguen siendo una vida pero además, en las vertiginosas
posmodernerías que corren son varias épocas– arranca desde las breves palabra
con las que el “auctor” abre el volumen, en las que con humildad reconoce que,
como todo lo humano, su trabajo de poeta está signado por la impermanencia (el
tiempo hace olvido y silencio de versos que un día fueron o parecieron
brillantes) y por la inconclusión (siempre que se vuelve a un texto tras algún
tiempo, se encuentran cosas que suprimirle, cambiarle o añadirle). Coherente
con esa doble afirmación, Ibargoyen no tiene problemas mayores en talarse a sí
mismo sin piedad y hace, de cinco libros, un volumen que apenas pasa del ciento
de páginas.
Volumen útil para
que nuevas generaciones de lectores de poesía uruguaya hagan su entrada a este
poeta de ayer. No estoy insinuando que la obra de Ibargoyen esté concluida,
pues las preocupaciones y ocupaciones humanas, poéticas y políticas de este
ciudadano de Uruguay, México y el planeta siguen en curso. Sin embargo, con
casi ochenta y ocho años y con decenas de volúmenes en su haber, parece obvio
que vale la pena ahondar buscando las raíces del árbol añoso, para mejor
comprender los pájaros que hoy cantan en sus altas copas.
Se hallará, desde
el principio, la capacidad para hallar las metáforas y comparaciones justas,
que dejan pensando al lector, ahondando en lo que el poeta le dice, y ahondando
a la vez en sí mismo. Como esta imagen de un poema su segundo libro “El rostro desnudo” (1956): “Hay terrones pesados / que a la tumba
regresan/ Como toses de anciano”. Y en el mismo poemario: “Escribo estas palabras / Tomando de mi voz /
Una víscera desnuda”. O este otro pasaje, de nuevo sobre la vejez y la
muerte, en su tercer libro, versos de gran comprensión, y escritos a los
veintipico: “Antes que los huesos se nos
vuelvan sombra / Antes que un estornudo / Sea súbitamente importante”. Y
cuánta delicadez en esa pincelada de humor, que al estar en primera persona del
plural, hace que el joven se identifique a futuro con esa fragilidad por la que
habrá de pasar si envejece.
Lo que a mí más me
interesa es el tema de la búsqueda de Dios (la mayúscula es mía, no de poeta) y
de la trascendencia ya presente en el arranque de la reflexión y la escritura
de quien hoy declara ser un “místico ateo”. Así, por ejemplo, en “Mi voz”, de
“El otoño de piedra” (1958), leemos: “Pregunto
ahora / A quién debo mi sangre / A quién el canto / A quién los días...”.
Pero me parece que el tema se capta en toda su hondura en “Verdad última”, de “Pasión
para una sombra” (1959):
En realidad
No es para tanto.
Puedo contar
Las palabras que conozco
Los verbos que conjugo
Todos los asuntos
De carácter transitorio
Que ocupan mi eterna
Media hora disponible.
Si a esto agrego
Pequeños problemas:
Aumentos de sueldo
Libros que esperan
Y otros detalles:
Quizás un bostezo
En mitad de un verso
Tal vez una coma bien ubicada
O cierta soledad
Con cuentagotas
¿Qué queda sino un silencioso
Sedimento
Oprimiendo estas entrañas
Con un líquido negro?
Hay unos pocos
ejemplares por Montevideo. El mío está disponible en préstamo para quien tenga
interés (se dice que con respecto a los libros hay dos clases de imbéciles, los
que los prestan y los que los devuelven, y yo milito en ambas legiones).
Supongo que en estos tiempos de Internet y tarjetas de crédito, no debe ser
cosa imposible hacérselo enviar desde México. Vale la pena.
* VIVIR Y MORIR EN
VERSO, de Saúl Ibargoyen. Eterno Femenino Ediciones, México, 2017. 104 págs.
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