por Mayra Pérez
La industria
textil es uno de los sectores que mayor precarización y condiciones aberrantes
les impone a las mujeres trabajadoras bajo el capitalismo. Un trabajo que desde
sus orígenes, se nutrió de niñas y mujeres.
Algunos dicen que es porque
tenían manos pequeñas y condiciones físicas particulares que permitía realizar
con mayor eficiencia que a los varones, los trabajos que requería la industria
estrella, que llegaría de la mano de la revolución industrial.
En medio de los extenuantes
ritmos de producción, durante más de 170 años, entre fibras, hilados y telas,
las mujeres trabajadoras tejieron su historia de organización y lucha. Con
huelgas que fueron vanguardia, con luchas emblemáticas, algunas victoriosas,
otras derrotadas a punta de fusil y represión, pero todas conforman una cantera
inagotable de lecciones para las futuras batallas.
León Trotsky en 1923 escribió que
"Quienes luchan con más energía y persistencia por lo nuevo son quienes
más han sufrido con lo viejo’ y en una rama de la industria donde las
trabajadoras se encuentran entre las más oprimidas y explotadas de la clase
obrera, los dichos del revolucionario ruso se vuelven un grito de guerra hacia
el futuro.
Las primeras huelgas de trabajadoras textiles
En 1853 trabajadoras del algodón
de Manchester, de los talleres de Preston lanzan una huelga de ocho meses. 21
mil mujeres llegarían a tomar las calles. La huelga fue derrotada por hambre.
Dos tercios de los huelguistas eran niñas menores de 13 años.
En 1857 el sindicato de
costureras de la compañía textil de Lower East Side, de Nueva York convoca a
una marcha en el mes de marzo en reclamo por una jornada laboral de 10 horas.
Una década después, en 1867,
también en el mes de marzo, tuvo lugar una huelga de planchadoras de cuellos de
la ciudad de Troy, en Nueva York, quienes formaron un sindicato y pidieron un
aumento de salarios. Tres meses de paro y una dura lucha, culminaría con las
huelguistas obligadas a regresar a su trabajo sin haber logrado la conquista de
sus demandas.
A comienzos del siglo XX, son
numerosas las movilizaciones y huelgas de obreras en Estados Unidos.
Un 8 de marzo de 1908, en una
fábrica textil de Nueva York, 129 obreras murieron incendiadas de manera brutal
por el dueño de la fábrica, que buscaba poner fin a la protesta de las
trabajadoras.
Ese mismo año, en el teatro
Garrick de la ciudad de Chicago las mujeres del Partido Socialista
Norteamericano impulsarían el llamado Woman’s Day, que era una campaña por el
derecho al voto femenino y contra la esclavitud sexual.
En 1909 veinte mil obreras de
distintas fábricas salen a las calles en apoyo a la huelga de la Compañía de
Blusas Triangle, de la ciudad de Nueva York. El Sindicato Internacional de
Trabajadores del Vestido inicia la huelga. Días después sumarían su apoyo el
movimiento de mujeres norteamericano, la Liga Nacional de las Mujeres
Sindicalistas, las sufragistas y socialistas.
En diciembre de ese año la Liga
Nacional de las Mujeres Sindicalistas, encabezado por Mary Dreier, convocaría a
una marcha de protesta contra la represión policial que reuniría a 10 mil
mujeres. Las sufragistas realizan una concentración masiva en apoyo.
En febrero de 1910 se pone fin a
la huelga. La gran mayoría de trabajadoras regresa a la fábrica sin haber
conseguido la totalidad de sus demandas: salidas de emergencia, la prohibición
de mantener las puertas cerradas durante la jornada laboral. Nunca se pusieron
en funcionamiento las escaleras de seguridad.
Un año después, el 25 de marzo de
1911, un incendio destruiría gran parte de las instalaciones de Triangle y 146
trabajadoras perderían la vida. La historiadora feminista Ana Lau Jaiven relata
que la prensa acusó del incendio a un trabajador que fumaba en esos momentos.
La Liga Nacional de Mujeres Sindicalistas comenzó entonces una campaña para que
se legislara contra los incendios y por leyes que brindaran protección a las
trabajadoras.
En Copenhague, Dinamarca, se
realiza la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas donde se
presenta una propuesta del Partido Socialista Norteamericano, a través de sus
delegadas Lena Morrow Lewis y May Wood Simons, de establecer el Día
Internacional de la Mujer. Esta propuesta es apoyada por Clara Zetkin. La
resolución final indica que, "siguiendo el ejemplo de las camaradas
norteamericanas", se dedicará un día especial a las mujeres para promover
el sufragio entre las obreras, entre otras reivindicaciones. En Estados Unidos,
el Woman’s Day se siguió celebrando el último domingo del mes de febrero hasta
1914.
El 19 de Marzo de 1911 se celebra
el primer Día Internacional de la Mujer en Alemania, Austria, Dinamarca y
Suiza, conmemorando un levantamiento ocurrido en Prusia en esa fecha. Las
demandas fueron el derecho a voto, la igualdad de oportunidades para ejercer
cargos públicos y el derecho al trabajo. En Alemania, el periódico de las
mujeres Die Gleichheit (La Igualdad) que dirige Clara Zetkin, tiene una tirada
de 100 mil ejemplares. En Berlín se realizan cerca de 45 manifestaciones ese
día.
En 1912 en EEUU, en la ciudad de
Lawrence, Massachusetts, las obreras textiles iniciaron una lucha histórica al
grito de "queremos el pan pero también las rosas”. Durante la huelga sus
trabajadoras pusieron en pie comités de huelga, montaron comedores comunitarios
para los hijos e hijas de quienes sostenían una dura pelea, con una patronal
que no retrocedía, pero ellas tampoco. La huelga de Pan y Rosas conquistaría el
reconocimiento de los sindicatos, el aumento de salarios y la reducción de la
jornada laboral.
En 1913 las mujeres rusas
celebran por primera vez el Día Internacional de la Mujer, conocido como Día
Internacional de las Obreras. Se produce una fuerte represión de la policía
zarista y algunas de las organizadoras son deportadas a Siberia. Esta
manifestación se realiza en vísperas de la Primera Guerra Mundial.
El 8 de marzo de 1914 se realizan
diversos actos en Alemania, Suecia, y Francia. En Alemania la actividad se
centra en jornadas de protestas contra la guerra, el militarismo y el derecho
al sufragio. En 1915 en Oslo, Dinamarca, un gran contingente de mujeres sale a las calles el 8
de marzo para repudiar la Primera Guerra Mundial. En 1917 en una fábrica textil de
San Petersburgo, en Rusia, las trabajadoras deciden conmemorar el Día Internacional
de las Mujeres organizando una huelga, al grito de “¡Pan, Paz y Abajo la
autocracia!”. Cuatro días más tarde, el Zar abdica y el Gobierno Provisional
otorga a las mujeres el derecho al voto.
Esa huelga allanaría el camino a
la primera revolución triunfante de la historia del movimiento obrero: la
Revolución Rusa, que bajo la dirección del Partido Bolchevique de Trotsky y
Lenin, derrotaría al régimen zarista, pondría en pie un gobierno de los
trabajadores, basado en organismos de masas: consejos obreros (soviets) y
desarrollaría un programa y una estrategia probados en la realidad, para
derrotar a los capitalistas, su régimen y su Estado.
Resulta increíble pensar que hace
cien años con la revolución rusa, las mujeres conquistarían derechos que hoy
nos son negados en la gran mayoría de los países del mundo. Derechos tan
elementales como el poder decidir sobre nuestros cuerpos y poder acceder al
aborto legal, seguro y gratuito.
Cuando la precarización tiene rostro de mujer
Mientras vemos algunos derechos
conquistados en el marco de las democracias capitalistas, las mujeres
continuamos cargando en nuestras espaldas con la opresión patriarcal y la
explotación que somete a millones en todo el mundo a la precarización, las
guerras, el hambre, la miseria, la desocupación, la esclavitud asalariada, como
definiría Marx al proletariado moderno. En la actualidad existe más gente en la
esclavitud que en cualquier otro momento de la historia y el 70% de los pobres
del mundo son mujeres y niñas.
La industria textil baja los
costos de la producción en base al trabajo esclavo y precario. Su mayor
inversión se destina a la publicidad de las marcas, el menor gasto posible en
mano de obra esclava y es aquí donde descansa el verdadero secreto de las
ganancias exorbitantes que amasan los empresarios.
Mujeres inmigrantes, de pueblos
originarios y sostenes de hogar son quienes llenan los talleres en todo el
planeta. Un informe de la Organización Internacional del Trabajo dice que desde
el año 2014 a la actualidad "el 80% del trabajo forzoso es manejado por
agentes privados, de los cuales el 64% tiene como única finalidad la
explotación económica, generando ganancias a los empresarios que superan los
150 mil millones de dólares anuales".
En nuestro país, sólo en la
provincia de Buenos Aires se contaron tres mil talleres clandestinos. Más de 40
mil personas esclavizadas, el 80% son miembros de la comunidad boliviana con
una jornada laboral que va de 10 a 16 horas diarias.
La pelea por el pan y por las rosas
En Textil Neuquén las condiciones
laborales eran terribles. Sólo tenían diez minutos para almorzar, salarios
bajísimos, ataques a los derechos laborales, ambiente insalubre. Trabajadoras
con un promedio de edad de los 30 a 60 años. Madres solteras y sostenes de sus
hogares eran las primeras en acceder a trabajar en Textil Neuquén. La patronal
tenía un perfil específico, contrataba a trabajadoras que no faltaran ni aun
estando enfermas.
Pasaron once años, aguantando los
atropellos de una patronal que incluso llegó a amenazar a las delegadas con
"prenderlas fuego con un bidón de nafta si hacían paro", cuando las
obreras le advirtieron la decisión de tomar alguna medida ante el
incumplimiento en el pago de producción y otros ítems. Y en otro episodio
amenazó a una obrera con "hacerle desaparecer al marido por 300 mangos si
seguían rompiendo…".
Se iba acumulando la bronca y
masticando la impotencia ante una clase explotadora que descargaba toda la
humillación y el desprecio hacia las obreras. Los empresarios Huerta tenían la impunidad que gozan los capitalistas. El aval
del gobierno, con quien tenían negocios millonarios, la justicia de clase a su
favor y las fuerzas represivas del Estado al servicio de cuidar sus intereses. Así llegó el 31 de enero del
2017, con obreras que levantaban la cabeza, decididas a luchar y a no bajar la
mirada ante ningún patrón nunca más. Su lucha nos recuerda que sobran motivos para pelear contra los patrones y sus
gobiernos, y cobra fuerza como un ejemplo vivo hacia las futuras generaciones
de obreras y obreros que están llamados a cumplir la tarea histórica de ser
quienes tomen el destino de sus vidas en sus propias manos, conquisten la igualdad
ante la vida y la liberen de toda explotación y opresión.
Las leonas del Parque Industrial
Neuquén, en condiciones muy difíciles plantaron batalla. Conquistaron su
herramienta de trabajo, lograron sostener los puestos de trabajo, hicieron
retroceder al gobierno y a una patronal vaciadora. Y sobre todo escribieron un
nuevo capítulo en la historia de la lucha de clases del Parque Industrial
Neuquén, que tiene experiencia en luchas obreras y organización de los
trabajadores y trabajadoras.
A días de un nuevo 8 de marzo,
donde nuevamente haremos temblar la tierra, se vuelve necesario rescatar la
historia de obreras que con sus luchas van tejiendo experiencias valiosas y
como dice el himno de las obreras de Lawrence: no seremos explotadas de nacer
hasta la muerte...es por eso que luchamos por el pan y por las rosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario