18 / Y en decir que “recibió su oreja las venas de su susurrio como a hurtadillas”, es decir la substancia desnuda que habemos dicho que recibe el entendimiento; porque “venas” aquí denotan substancia interior, y el “susurrio” significa aquella communicación y toque de virtudes, de donde se communica al entendimiento la dicha substancia entendida. Y llámale aquí “susurrio”, porque es muy suave la tal comunicación, así como allí la llama aires amorosos el alma, porque amorosamente se comunica. Y dice que le recibió “como a hurtadillas”, porque así como lo que se hurta es ajeno de el hombre, hablando naturalmente, porque recibió lo que no era de su natural, y así no le era lícito recibirle, como tampoco a San Pablo (2 Cor. 12,4) le era lícito poder decir el suyo. Por lo cual dijo el otro profeta dos veces: “Mi secreto para mí” (Is. 24,16). Y cuando dijo: “en el horror de la visión nocturna, cuando suele el sueño ocupar a los hombres, me ocupó el pavor y temblor”, da a entender el temor y temblor que naturalmente hace a la alma aquella comunicación de arrobamiento que decíamos que no podía sufrir el natural en la comunicación de el espíritu de Dios. Porque da a aquí a entender este profeta que, así como al tiempo que se van a dormir los hombres les suele oprimir y atemorizar una visión que llaman pesadilla, la cual les acaece entre el sueño y la vigilia, que es en aquel punto que comienza el sueño, así el tiempo de este traspaso espiritual entre el sueño de la ignorancia natural y la vigilia de el comienzo sobrenatural, que es el principio del acabamiento o extasi, les hace temor y temblor la visión espiritual que entonces se les comunica.
19 / Y añade más, diciendo “que todos
sus huesos se asombraron, o alborotaron”, que quiere tanto decir como si
dijera: se conmovieron y descasaron de sus lugares; en lo cual se da a entender
el gran descoyuntamiento de huesos que habemos dicho padecerse a este tiempo.
Lo cual da bien a entender Daniel cuando vio al ángel, diciendo: “Domine, in
visiones tua dissolutae sunt compages meae”; esto es: “Señor, de tu visión las
junturas de mis huesos se han abierto” (10,16). Y en lo que dice luego, que es:
“y como el espíritu pasase en mi presencia”, es a saber, haciendo pasar al mío
de sus límites y vías naturales por el arrobamiento que habemos dicho, “encogiéronse
las pieles de mi carne”, da a entender lo que habemos dicho de el cuerpo, que
en este traspaso se queda helado y encogidas las carnes como muerto.
20
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Y luego se sigue: “Estuvo uno, cuyo rostro no conocía; era imagen delante de
mis ojos. Este que dice que estuvo, era Dios, que se comunicaba en la manera
dicha. Y dice que “no conocía su rostro”, para dar a entender que en la tal
comunicación y visión, aunque es altísima, no se conoce, ni ve el rostro y
esencia de Dios. Pero dice que “era imagen delante de sus ojos”; porque, como
habemos dicho, aquella inteligencia de palabra escondida era altísima como
imagen y rastro de Dios, mas no se entiende que es ver esencialmente a Dios.
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