domingo

JULIO CÉSAR CASTRO (JUCECA) - LA VUELTA DE DON VERÍDICO (21)


¡UNA DENTADURA DE MI FLOR!

El que supo ser asunto serio pa la cuestión de los dientes, fue Duplicado Triplete, el casau con Cuadriculada Breve, mujer más insegura que novia de carnaval. Se conocieron una tarde que él pasaba con una tropa de chanchos, se le espantaron y se metieron en el rancho de la china.

Muy diabla ella, pa que Duplicado se demorara más en sacarlos se los iba engrasando, cosa que al agarrarlos se le patinaran.

Chancho va, chancho viene, arreglaron pa casarse. La mujer era fea como apoyar la mano en su sapo, pero el hombre tenía fama de meterle diente a lo que fuera.

Tenía una dentadura aquel crestiano, que cuando lo veían llegar a los asados levantaban paré alrededor de la parrilla.

Perdió la dentadura por un susto que le dio una fantasma.

Fantasma muy aficionada a las copas, una noche en curda se cayó en una cañada y se empapó la sábana. Pa que se le secara, la colgó de un alambre cerca del rancho de Duplicado. A la mañana, la mujer vio la sábana colgada, creyó que se la había olvidau y la metió pal cuarto.

La fantasma pasó el día durmiendo la mona en una barranca, y pa la noche se fue a buscar la sábana. Mira así, y no la ve. Busca que te busca, se metió a buscarla en el rancho. Duplicado dormía enrrollado en la sábana cuando la fantasma se la sacó limpita de un tirón. El hombre quedó parau en el cuarto dando vueltas como un trompo y del susto se le cayeron toditos los dientes.

Desconsolau, enderezó pal boliche El Resorte. Tomando unos vinos y hablando de la vida y el corazón, taban la Duvija, Volátil Sunchote, Coromino Tromba, el tape Olmedo, el Aperiá Chico, el pardo Santiago y Rosadito Verdoso comiendo higos. Arriba de las bolsas de afrechillo dormitaba el barcino.

El hombre dentró, saludó con un sacudón de cabeza pa no lucir la falta e dientes, pidió una caña señalando la botella y se acodó al mostrador.

Fue la Duvija la que le preguntó qué le andaba pasando. Suplicado se tomó la caña como chupando el borde del vaso, y al rato contó lo de la sábana, lo de la fantasma, lo del susto y la caída de los dientes. Hubo un silencio como de respeto. El barcino se le arrimó y el tape le preguntó:

-¿Y no juntó los dientes del suelo?

-No señor -murmuró Duplicado hablando entre encías-; cuando quise acordar se los habían llevado los ratones.

Ahí fue cuando intervino el Aperiá Chico diciendo que él era una especialidá pa la cuestión de las dentaduras.

Se tomó un vino, agarró un hacha y enderezó pal monte. Al rato volvió con un pedazo de tronco y lo empezó a trabajar con un cuchillo.

Pa la madrugada le había hecho una dentadura que era una preciosidá de bonita. Cuando el otro se la puso, largó una carcajada nada más que pa compadrear de contento. La dentadura voló y quedó mordiendo un salame colgado del techo.

El Aperiá Chico se la tuvo que ajustar poniéndole una cuñita de cada lado. Nunca más se le movió.

Al tiempo, cada vez que Duplicado hablaba, era un poema. En lugar de palabras le salían flores.

Dentadura con madera verde, es lo que tiene.

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