¡UNA DENTADURA DE MI FLOR!
El que supo ser asunto
serio pa la cuestión de los dientes, fue Duplicado Triplete, el casau con
Cuadriculada Breve, mujer más insegura que novia de carnaval. Se conocieron una
tarde que él pasaba con una tropa de chanchos, se le espantaron y se metieron
en el rancho de la china.
Muy diabla ella, pa que
Duplicado se demorara más en sacarlos se los iba engrasando, cosa que al
agarrarlos se le patinaran.
Chancho va, chancho
viene, arreglaron pa casarse. La mujer era fea como apoyar la mano en su sapo,
pero el hombre tenía fama de meterle diente a lo que fuera.
Tenía una dentadura aquel
crestiano, que cuando lo veían llegar a los asados levantaban paré alrededor de
la parrilla.
Perdió la dentadura por
un susto que le dio una fantasma.
Fantasma muy aficionada a
las copas, una noche en curda se cayó en una cañada y se empapó la sábana. Pa
que se le secara, la colgó de un alambre cerca del rancho de Duplicado. A la
mañana, la mujer vio la sábana colgada, creyó que se la había olvidau y la
metió pal cuarto.
La fantasma pasó el día
durmiendo la mona en una barranca, y pa la noche se fue a buscar la sábana.
Mira así, y no la ve. Busca que te busca, se metió a buscarla en el rancho.
Duplicado dormía enrrollado en la sábana cuando la fantasma se la sacó limpita
de un tirón. El hombre quedó parau en el cuarto dando vueltas como un trompo y
del susto se le cayeron toditos los dientes.
Desconsolau, enderezó pal
boliche El Resorte. Tomando unos vinos y hablando de la vida y el corazón,
taban la Duvija, Volátil Sunchote, Coromino Tromba, el tape Olmedo, el Aperiá
Chico, el pardo Santiago y Rosadito Verdoso comiendo higos. Arriba de las
bolsas de afrechillo dormitaba el barcino.
El hombre dentró, saludó
con un sacudón de cabeza pa no lucir la falta e dientes, pidió una caña
señalando la botella y se acodó al mostrador.
Fue la Duvija la que le
preguntó qué le andaba pasando. Suplicado se tomó la caña como chupando el
borde del vaso, y al rato contó lo de la sábana, lo de la fantasma, lo del
susto y la caída de los dientes. Hubo un silencio como de respeto. El barcino
se le arrimó y el tape le preguntó:
-¿Y no juntó los dientes
del suelo?
-No señor -murmuró
Duplicado hablando entre encías-; cuando quise acordar se los habían llevado
los ratones.
Ahí fue cuando intervino
el Aperiá Chico diciendo que él era una especialidá pa la cuestión de las
dentaduras.
Se tomó un vino, agarró
un hacha y enderezó pal monte. Al rato volvió con un pedazo de tronco y lo
empezó a trabajar con un cuchillo.
Pa la madrugada le había
hecho una dentadura que era una preciosidá de bonita. Cuando el otro se la
puso, largó una carcajada nada más que pa compadrear de contento. La dentadura
voló y quedó mordiendo un salame colgado del techo.
El Aperiá Chico se la
tuvo que ajustar poniéndole una cuñita de cada lado. Nunca más se le movió.
Al tiempo, cada vez que
Duplicado hablaba, era un poema. En lugar de palabras le salían flores.
Dentadura con madera
verde, es lo que tiene.
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