Esta académica
y filósofa se ha empeñado en los últimos años en explicar por
qué el feminismo se ha convertido en una palabra que disgusta a muchas mujeres,
cuando en principio todas deberían estar a favor de un movimiento que nació
para conseguir la igualdad de derechos y oportunidades para ellas. Después de
formarse en algunos de los centros académicos más progresistas del país,
ahora critica el pensamiento único que existe en los
departamentos de estudios de género en los campus universitarios por lo que se
ha convertido en persona non grata en muchos de ellos. A principio de siglo,
empezó a preocuparse por el fracaso académico de los niños varones, sobre todo
en las barriadas más pobres de EEUU.
De un artículo en el Atlantic, acabó
saliendo un libro, La Guerra contra los niños,
que ya le posicionó enfrente de muchas feministas y al lado de Camille Paglia,
crítica cultural que, con Sommers, mantiene que es una ficción negar las
diferencias biológicas entre géneros. En Quién
robó el feminismo, la autora cree que el discurso de las académicas del
género está muy desconectado del día a día
de miles de mujeres de EEUU. Si hay algo que le saca de quicio es la expansión del victimismo y la asociación
permanente entre cierto feminismo y la izquierda radical. Ella se considera una
librepensadora que no cabe en la corrección política que se hizo con el poder
en la universidad de EEUU.
Ahora investiga en el American Enterprise Institute, uno de los think tanks
liberales más señeros de Washington, donde mantiene un videoblog, La Feminista Factual, en el que aporta
datos para aprobar o rebatir algunas afirmaciones sobre la situación de las
mujeres. El otro día, en las redes, tuvieron que
sacar una etiqueta, #porquésoyfeminista, algo impensable hace 30 años.
¿Por qué muchas mujeres ahora se niegan a identificarse con esa palabra?
Porque el término se asocia ahora con
el enfado, la falta de humor y el ánimo de venganza contra los hombres. ¿Está
justificado? Pues no creo. Hay muchos estilos de feminismo y no todos implican
esa actitud de revancha hacia los hombres, esa acritud. Desgraciadamente, ese
estilo de feminismo feroz es muy poderoso en los medios y en las universidades.
Tiene mucha atención pública pero, en realidad, no es bueno si lo que pretenden
es ganar adeptas a la causa.
¿Cómo y cuándo empieza ese sentimiento antihombres?
Siempre ha habido cierta fobia a los
hombres en algunas mujeres del movimiento, eso es innegable. Pero eran
marginales. Pero hoy, al menos en las universidades, están siendo las
protagonistas del debate. La masculinidad se trata de manera rutinaria como una
patología que necesita una cura. Casi todos los libros de los estudios de
género culpan de la mayoría de los males de la sociedad a los hombres y al
patriarcado.
El hecho de que casi todas las mujeres tengan un padre más o menos
presente y muchas tengan hermanos e hijos, ¿juega un papel en ese
distanciamiento hacia un feminismo que se autoafirma en una guerra de sexos?
Es parte de la explicación. Muchas
hoy están agradecidas por lo que el feminismo ha conseguido: el voto femenino,
la oportunidad de tener una carrera de éxito y una familia... pero esas mujeres
difícilmente se pueden identificar con un movimiento que trata a sus hermanos,
hijos o parejas como el enemigo. Y hacen bien: la vida no es una lucha maniquea
entre Venus y Marte.
¿Cuándo pasó el feminismo de luchar por la igualdad de derechos y
libertades a pensar que las mujeres casi nacen todas como víctimas potenciales
de los hombres?
El feminismo de hoy es de lamento. Se
empezó a forjar en los 90. La causa noble de la emancipación de la mujer se
transformó en victimismo. ¿Cómo pasó? Le echo mucho la culpa a una mezcla
desafortunada de teorías de la conspiración sobre un patriarcado fantasma y la
propaganda. Desde hace años, he mirado con cuidado estadísticas sobre mujeres y
violencia, depresión, desórdenes alimenticios, igualdad salarial y educación.
Lo que he encontrado es información engañosa. La tercera ola del feminismo se
construye con mentiras e hipérboles. Por ejemplo, la desigualdad salarial. Sí,
las mujeres ganan menos que los hombres pero es porque estudian distintas
carreras, trabajan en distintos campos y menos horas. Cuando controlas todos
estos factores, la diferencia casi desaparece. Pero eso no se dice en los
libros de los estudios de género.
¿Aun hay asuntos por los que merece la pena seguir luchando?
El trabajo serio del feminismo en el
siglo XXI tiene que ser global, por todo el mundo. En vez de retirarnos a
lugares seguros y centrarnos en nuestra opresión imaginada, las feministas
americanas y europeas deberían estar en contacto con grupos de mujeres del
mundo en desarrollo. Afortunadamente, feministas como Ayaan Hirsi Ali reconocen
ese reto moral. Ella ha animado a las mujeres privilegiadas occidentales a
apoyar a mujeres que están luchando contra las muertes por honor, las
ablaciones genitales, los matrimonios forzados, los ataques con ácido y los
castigos con látigo. Por supuesto que las feministas de las universidades se
sienten mal por lo que les pasa a las mujeres en Yemen pero también piensan que
comparten un destino común. Y pueden citar una letanía de estadísticas de
víctimas de sus clases de estudios de género para sostener su punto de vista.
Alguien les tiene que decir que esas estadísticas son engañosas y que, aunque
la amenaza de daño es constante, ellas están entre las más liberadas y
privilegiadas, por seguras, del planeta.
Hay feministas en campus de EEUU que protestan cuando Hirsi Ali quiere
hablar allí. Consideran que tiene puntos de vista ofensivos con el Islam, y
apenas se conocen iniciativas globales para apoyar a mujeres en Irán o Arabia
Saudí...
En EEUU, muchas mujeres de talento y
privilegiadas creen ellas mismas que están siendo víctimas de una opresión
sistemática. Y no lo son. Ven injusticias por todas partes. Si un conferenciante
va a sus universidades y no está de acuerdo con sus queridas creencias, lo ven
como violencia psíquica. En la universidad de Brown, unas estudiantes se
retiraron a un cuarto seguro con cuentos de colorear y videos de cachorritos.
¿Por qué? Porque venía un conferenciante controvertido. Pensaron que les podía
causar un trauma. Cuando hablé en Oberlin, una universidad de élite en Ohio, 30
estudiantes y un perro de terapia huyeron a un espacio seguro. Me sentí mal por
haber causado eso en un pobre perro. Cada vez más, los estudiantes activistas
en EEUU se centran en su ombligo y en esa situación de opresión muy a menudo
imaginada. Mientras, las mujeres de muchos sitios del planeta de verdad que
están luchando por su libertad con sus vidas.
Como alguien que se denomina una feminista «objetiva», ¿en qué cree hay
más diferencia entre los hechos y la opinión pública?
Los chicos occidentales de entornos
desfavorecidos se están quedando atrás académicamente. Y no hay consciencia de
esta situación. Los avances recientes de las niñas y de las mujeres en
educación tienen que causar una profunda satisfacción, este año ha habido
récord de mujeres universitarias en EEUU. Pero no nos puede hacer dejar de ver
a los cada vez más numerosos chicos con fracaso escolar, chicos que se van a
perder en nuestra economía basada en el conocimiento.
¿Qué es el feminismo de género, explicado a lectores no iniciados?
Es una escuela de feminismo de línea
dura que ve a las mujeres, incluso en Occidente, como cautivas de un sistema de
injusticia y de opresión. Según esta teoría, cada logro humano en realidad
lleva el sello del patriarcado: literatura, filosofía, ciencia, música o
lenguaje. No es suficiente con cambiar leyes o tradiciones. El sistema entero
tiene que ser desmantelado. El feminismo de género salió de la política radical
de los 60 y estuvo marcado por la filosofía marxista y la de Marcuse, Frantz
Fanon y Michel Foucault. Yo, sin embargo, me considero una propagadora del
«feminismo de igualdad» que lucha por la igualdad moral, social, legal de
hombres y mujeres, por la libertad de mujeres y hombres para emplear su estatus
de igualdad en intentar ser felices como ellos quieran. Su origen es la
Ilustración. Dicho claro, el feminismo de la libertad quiere para las mujeres
lo que para todos: dignidad, oportunidad y libertad personal. No está en guerra
con feminidad y masculinidad y no ve a los hombres y a las mujeres como tribus
opuestas. No está en sus tablas sagradas las teorías de la opresión universal
del patriarcado y los males inherentes al capitalismo.
¿Y el feminismo interseccional?
Nació en los 70, con mujeres negras
que acusaban a las feministas blancas de no tenerlas en cuenta. Quieren que se
tome en consideración la clase, la raza, el sexo o si hay discapacidad. Por ejemplo,
una mujer blanca está discriminada por mujer pero privilegiada por su raza. Un
hombre negro tendría ventaja como hombre y desventaja por su raza. Patricia
Hill Collins, que fue la presidenta de la Academia de Sociología, es la
artífice de este pensamiento y autora de un libro que retrata EEUU como tierra
de opresión, un sistema rígido de privilegio y dominación. Collins y sus
colegas advierten que, aunque la mayoría no lo vea así, es porque está
escondido a la sociedad. El conocimiento dicen que se ha construido con las
experiencias de los poderosos. Dicen que la idea de la objetividad basada en el
conocimiento es una manera de pensar muy masculina y occidental... Tengo
problemas con cómo se enseña en las universidades porque es una teoría de la
conspiración, si la cuestionas eres una opresora y nunca publican textos de
escépticos... Y ser víctima es el modo de tener autoridad moral. Es difícil
mantener una discusión racional. He visto congresos acabar con rituales y
cantos. O el bullying a hombres blancos, los opresores, en los campus. Estas
víctimas tienen permiso para tratarles mal.
Alguna vez usted ha dicho que las quejas de algunas feministas parecen
hasta una parodia, como aquella que decía que había que cambiar el nombre al
Big Bang...
Es que cada vez es más difícil
apreciar la diferencia entre la realidad y la parodia. Algunos filósofos,
incluido uno del MIT, han descrito las palabras «rigor» y «seminal» como
opresoras masculinas. Pero si es que hay artículos académicos sobre la
glaciología femenina.... La autora mira los desequilibrios de poder en las
relaciones hombre-hielo. Si hasta hay toda una temática sobre la contabilidad
femenina. No tengo ni idea de lo que es eso, en realidad no creo que lo sepa
nadie pero hay universidades pagando a profesores para que lo enseñen. Pueden
parecer ejemplos extremos. Lo son. Pero es que lo extremo hoy en algunos sitios
académicos es la norma.
¿Cómo compatibiliza el movimiento que se hable de «las mujeres» todo el
rato y no lo hagamos de «los hombres»? ¿Cree que esa negación de la
individualidad de las mujeres las está alejando de ellas precisamente?
Y es que hay situaciones muy
distintas. Ahora mismo, en EEUU y en Europa es difícil saber quién está mejor.
La vida moderna es una mezcla complicada de cargas y bendiciones, para cada
sexo. Las mujeres es verdad que ganan menos y luchan con techos de cristal,
pero los trabajos más penosos, más peligrosamente mortales, siguen siendo de
los hombres. Podemos aliviar algunas de estas cargas con políticas sensatas,
pero ahora mismo el lobby feminista parte de una lógica perversa: si algunos
hombres están mejor que las mujeres, eso es una injusticia. Si a las mujeres le
va mejor, eso es la vida.
Y, al final, como conseguimos un femenismo «más calmado y fácil de
usar», como usted ha defendido que a veces que hace falta.
Mi consejo hoy para las mujeres
jóvenes es que reformen el feminismo. Que corrijan sus errores. Que apoyen un
feminismo cuyo objetivo sea dar a todas las mujeres -incluso a las muy
moderadas y conservadoras- una voz distinta, más que una que pida para todas
las mujeres lo mismo. Sobre todo, que hagan causa común con las mujeres que,
alrededor del mundo, están luchando por libertades básicas. Apoyar a las
mujeres que de verdad están oprimidas le daría al feminismo occidental algo de
lo que ha carecido durante muchos años: un propósito contemporáneo digno de su
pasado ilustre, prestigio.
A veces ha sido crítica con Hillary Clinton, pero ¿le gustaría que
llegara a la Casa Blanca?
No estoy siempre de acuerdo con ella,
pero claro que será emocionante ver a una mujer prestar juramento como
presidente por primera vez en la historia de EEUU.
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