domingo

CONFIESO QUE HE MORIDO (6) - HUGO GIOVANETTI VIOLA



UNO: FINAL EN EL OBELISCO (5)
(crímenes y milagros en el 83)

21

Isabelino Pena bajó hasta el primer macizo rocoso sin dejar de sostenerse el gacho  hasta que tuvo que sacárselo. El Chueco de Maracaná parece enlentejuelado por lascas de mejillones, pero lo que me hace hincar es la espesura gloriosa de sus córneas. Después el detective se acercó a la cabeza del cadáver apenas ensangrentado y tuvo que retroceder para vomitar.

-Chau, campeón -salgo a localizar un patrullero o una seccional.


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Isabelino Pena colgó el tubo del portero eléctrico y corrió a abrir la puerta.

-Qué hacés, hija -murmuro, aunque es como si bufara: -¿Estás loca?

La muchacha-niña soltó sus valijas mientras leía el cartel detectivesco y trató de no llorar. Y después que nos encerramos para abrazarnos en paz ella juna los clavos y se asusta:

-No me digas que vendiste hasta la maternidad de Gurvich.

-Se remató a 500 dólares antes que reventara la tablita y estoy hecho un bacán.

-Se nota. ¿Andás con cálculos?

-Casi seguro. Pero la mancha color yerba es el resto de un moretón, nomás. ¿Preparo un mate?

-Claro.

Entonces el viejo se agachó para apretarse los párpados y ofrecer una especie de sonrisa de barro:

-¿No pudiste esperar a que aclarar un poco más, carajo? ¿Había tanta necesidad de arriesgarse a morir en la orilla?

-Tanta como la de hacerse detective, don Pepe -me empoza con un gigantesco azul lluvioso Ma-Sa. -¿Tenés algún caso?

-Ouais. Con asesinatos y todo. Ahora te cuento bien.

-¿Puedo pasar a tu cuarto o ya no vivís solo?

-Tengo dos visitantes ilustrísimos.

-Okey, pero te advierto que yo no quiero verlos ni saber quiénes son. Por favor. Hice un posgrado denso.

-Mirá que esta patrulla es de lujo.

-No me importa. ¿En qué dormitorio puedo dejar las cosas?

-En el mediano.

Cuando Ma-Sa volvió del baño contempló la cocina chiflando a través del triangulito que le cavó un porrazo infantil entre las paletas:

-Opa. Limpiadora y todo.

-Mi clienta me paga la investigación con un barrido / fregado / planchado semanal.

Y le reseño el misterio de la estrellera y la muerte del Chueco y ella me mira como si yo fuera su Hijo por primera vez en la vida.

-Mirá vos qué pomada. ¿Y Abel sabe algo de esto?

-Abel anda peleando con el fantasma del Cónsul de Lowry . Es un héroe parnasiano onda Ian Fleming, nena.

-¿Y yo podría ser tu secretaria?

-Fenomenal. Habría que ir anotando los datos mínimos para esquematizar la posible novela. A la mierda.

-Qué pasó.

Isabelino Pena terminó el primer mate observando al policía en bicicleta que acababa de emerger entre los laureles y explicó:

-Ahí me viene otra citación de Ricky Campbell. Bueno, mientras no me agarre el chucho en el Departamento 6 tudo bem.

Y de golpe la miro como si ella fuera la Esfinge elegida para cargar mis huesos.


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Isabelino Pena sacó un Republicana pero no lo prendió. Ahora me tiemblan las manos como a un vejiga.

-Así que lo encontró, nomás -se le afelinaron las arrugas al mayor Campbell. -¿Y qué tenía que ver el Chueco con la guitarra carolina?

-Aparentemente nada. Yo venía de Casamar, ya te expliqué.

-Pero qué suerte tienen los detectives, viejo.

-Viejos con los trapos, Ricky. Y además ya había rastreando al Chueco en Maldonado, cuando le avisé a la Moria que el medio hermano travesti volvió a morirse al Aparicio Saravia.

-¿La Lulú? No me joda -transparenta un viborazo de lástima el facho vulnerable. -Con lo rica que estaba. Ahora entiendo por qué desapareció la Moria.

-¿Desapareció?

-Ayer no la encontramos.

-¿Y Mariana?

-¿La hija? Debe haberse quedado con Mimí. Esa pinturita es prácticamente del oficio. Pierda cuidado que el abuelito se la morfó vuelta y vuelta antes de ir a la escuela, igual que a la madre. ¿Qué le pasa, don Pepe?

-Nada. Un poco de bilis -apelotonó el pañuelo para secarse la gabardina chorreada el detective. -¿Puedo irme?

-Sí, jefe. Y no se olvide que cualquier fato que le pesque al soretaje de Casamar puede servirme mucho. Y de paso higienizamos a la comunidad. Aquí tiene mi tarjeta.

Me levanto eructando reflujo como un tero y él clava la gran cabeza de pecas casi grises en el portarretrato.

-Perdón -roncó desde la puerta Isabelino Pena. -Una duda de principiante: ¿con qué habrán matado al Chueco? ¿Cómo se le pueden haber chorreado los sesos en la frente de esa manera?

-¿Sesos? -ni me mira Ricky. -Era un balazo a caballo, nomás: con un gargajo arriba igual que un huevo frito. Cómprese otros lentes, viejo.


24

Isabelino Pena se paró en la ventana de la cocina a admirar el granizo que irisaba el jardín y resopló:

-Ahora sí que se entreveró lindo el asunto. Tendría que darme una vuelta urgente por el Paso Molino a acorralar al Willi. Ya estamos a fin de octubre y-

-Vos primero te das una vuelta por el doctor -se encocora Ma-Sa. -Yo saco la orden hoy mismo. Y si querés mañana vamos a ver a Leonardo Regusci: escuché por la 30 que lo desproscriben.


-Ah. Me anoto -apareció Peluca con una fuente envuelta en papel de diario. -Hace días que me volvieron las ganas de ir al canto popular. Servite, corazón. Tortas fritas pasadas por granizo.

Mi hija aplaude igual que si estuviéramos en su baile de quince y yo me siento una cucaracha con dos patas de menos.

-Perdoná la curiosidad -se sacó el pañuelo de la cabeza color girasol la mujer. -¿Vos estás requerida?

-No. Ni estoy requerida ni soy bolche. Pero tuve que rajarme porque cayó mi novio y otra gente de la ujota que militaba conmigo en la facultad.

Entonces me es imposible no ladrar:

-¿Pero cómo podés decir que no sos bolche si seguís creyendo en la santa vanguardia soviética, mijita?

-No me digas mijita.

-¿Para qué hacés posgrados junguianos si seguís reverenciando al Paraíso con Techo de Hierro que inventó Satanalin? Por lo menos podrías moverte para fundar el Partido Arquetípico de la Individuación o algo así.

La muchacha diminuta terminó de comer una torta frita y le sonrió lacrimosamente a Peluca:

Muy rica. Muchas gracias. Y no te olvides que este caballero que nos impone su sabiduría es uno de los que se arruinó las tripas en El reenganche mientras se caía el mundo. Yo voy hasta la sociedad a asacar la orden y vuelvo. Tratá de que no se zampe una doble con fernet para desangustiarse y le dé el dengue místico.

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