domingo

LOS CANTOS DE MALDOROR (138) - CONDE DE LAUTRÉAMONT (ISIDORE DUCASSE)


CANTO SEXTO

2 (1)

Antes de entrar en materia, me parece estúpido que sea necesario (creo que ninguno compartirá mi opinión si me equivoco) colocar a mi lado un tintero abierto y algunas hojas de papel que no sea amasado. (1) De este modo me será posible comenzar, con amor, por este sexto canto, la serie de poemas instructivos que me urge producir. ¡Dramáticos episodios de implacable utilidad! Nuestro héroe comprobó que frecuentando las cavernas y cobijándose en los lugares inaccesibles transgredía las leyes de la lógica y caía en un círculo vicioso. Pues, si por un lado, reforzaba así su repugnancia por los hombres mediante la indemnización de la soledad y el apartamiento, y circunscribía pasivamente su horizonte limitado, entre arbustos raquíticos, zarzas y viñas silvestres, por otro lado, su actividad ya no encontraba ningún alimento para nutrir al minotauro de sus instintos perversos. Por lo tanto, resolvió aproximarse a los conglomerados humanos, convencido de que entre tantas víctimas ya listas, sus variadas pasiones encontrarían el modo simple de satisfacerse. Sabía que la política, ese broquel de la civilización, lo buscaba con perseverancia desde hacía una cantidad de años, y que un verdadero ejército de agentes y de espías lo perseguían incansablemente, sin lograr, sin embargo, encontrarlo. Tal era su habilidad despampanante para desconcertar con suprema elegancia los ardides indiscutibles desde el punto de vista del éxito, y las disposiciones más sabiamente estudiadas. Tenía la facultad de adoptar formas irreconocibles para los ojos más ejercitados. ¡Disfraces de alta calidad, si hablo como artista! Atavíos de efecto realmente mediocre, si pienso en la moral. En ese terreno llegaba al borde de lo genial. ¿No habéis notado la gracilidad de un lindo grillo de movimientos vivaces en las alcantarillas de París? ¡No puede ser nadie más que Maldoror! Magnetizando las florecientes capitales con un fluido pernicioso, les provoca un estado letárgico en el que son incapaces de la vigilancia indispensable. Estado tanto más peligroso cuanto que nadie lo sospecha. Hoy está en Madrid, mañana estará en San Petersburgo, ayer se encontraba en Pekín. Pero indicar exactamente el sitio que en el momento actual llenan de terror las hazañas de este poético Rocambole, es un trabajo por encima de las fuerzas posibles de mi denso raciocinio. Dicho bandido puede estar a setecientas leguas de este país o quizás a pocos pasos de vosotros. No es fácil hacer morir del todo a los hombres, y allí están las leyes; pero, con paciencia, se puede ir exterminando una por una las hormigas humanitarias.


Notas

(1) Papier non mâché, dice el original. (N. del T.)

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