domingo

JULIO CÉSAR CASTRO (JUCECA) - LA VUELTA DE DON VERÍDICO (9)


EL ESPEJO

Hombre que supo tener problemas con los espejos, aura que dice, Atalufo Lilo, el casáu con Nochebuena Tara, la mayor de las Taras.

No había espejo que durara en las casas de Atalufo. Atalufo decía que el hombre se tiene que saber la cara todos los días, porque si un suponer de mañana quiere matiar y no se la vio, en un de repente le erra a la boca y se saca un ojo con la bombilla. Porque de la noche a la mañana -solía decir- el hombre ta capacitáu pa olvidarse hasta e las cosas más imponentes.

-Además -decía- si uno no se ve no sabe si está o si está pero en una güelta no es uno, porque a la final habemos muchos en la vida y de aquí pa allá, así que no es cuestión tampoco, ¿no?

Una güelta en el boliche El Resorte, taban la Duvija, Sinequanon Lotiro, el tape Olmedo, Nomediga Recuerdo, el pardo Santiago y Noreste Materno, cuando cayó Atalufo Lilo y antes que una caña pidió un espejo.

-Si no se acuerda cómo es -le dijo la Duvija- yo lo miro y le cuento.

-La cuestión es saber si soy yo -dijo Atalufo-, porque no estoy pa andarle pagando la copa a otro y que arriba me fume el tabaco.

Dijo que cuando llegaba al rancho hacía lo mesmo, porque nunca falta un sabandija que se meta en rancho ajeno. Noreste Materno le saltó:

-Usté tiene mujer, ¿no? Güeno, con preguntarle a su mujer, ta.

-¡Linda pa usté! -dijo Atalufo-, ¡Como si no supiera lo que son hembras!

En una oportunidá, va pa las casas y no encuentra el espejo. Cuando Atalufo preguntó, la mujer le dijo que por dejarlo en cualquier lau el perro se había mirado, y que a lo que se extrañó porque no se conocía, fue y se llevó la carga y lo rompió. “Si le llevó la carga es porque no era él”, dijo Atalufo. Lo fue a ver y el perro taba lleno e tajos. La palmió el lomo y comentó:

-¡Lindo perro! Así me gusta que sea guapetón pa cuidar las casas.

A falta de espejos, el hombre se miraba en el agua del pozo. Veinte metros el pozo. Se veía chiquito, y apenas si encontraba cara conocida. Andaba disconfiáu, porque hombre caminador como él, caras conocidas tenía a bocha. Hasta que en una güelta, en el boliche El Resorte, el tape Olmedo lo vio venir de lejos. Antes de que llegara, el tape ya tenía prieparáu un pedazo e vidrio e ventana con un manguito e madera. Dentró Atalufo, pidió espejo y el tape le alcanzó.

Atalufo se quedó un ratito mirando el vidrio. Lo calzó a la cintura por el mango y pidió una caña doble. La tomó de un saque, volvió a mirar el vidrio y pidió otra caña. Sin decir palabra, miraba, pedí y tomaba.

La Duvija lo vio muy priocupáu, se le arrimó y le prieguntó:

-¿Qué le anda pasando, don Atalufo?

-¡Qué don Atalufo ni don Atalufo, si aura resulta que a la final uno es naides!

Ya de a caballo se le oyó decir: “¡Naides es uno, canejo! ¡Naides; eso es lo que es uno!” Tiró el vidrio entre los pastos, lo pisó el matungo y lo quebró. Tan convencido taba Atalufo Lilo e que aquello era espejo, que tuvo siete años de desgracia

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