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HUGO GIOVANETTI VIOLA Y SU BIBLIOTECA DIGITAL

“EL ÚNICO CONSEJO LITERARIO QUE ME DIO JUAN CARLOS ONETTI FUE: NUNCA SEAS MORAL CON LOS EDITORES

por Haugussto Brazlleim

El lanzamiento de la Biblioteca Digital Hugo Giovanetti Viola consolida una fase de promoción virtual en la estrategia difusoria de un autor que comenzó a publicar sus libros en 1970. Sus últimos trabajos editados en formato papel fueron 130 BISONTES BRILLANDO EN LA PARED DE LA CAVERNA (2013) y LA MIRADA DE OLGA PIERRI (2017), aunque a partir de 2006 hubo varias primeras ediciones y reediciones WEB de antiguos títulos que elMontevideano Laboratorio de Artes fue entregando en forma folletinesca e incluso compactada en volúmenes unitarios, como MILAGROS DE UNA PUTA, LA ÚLTIMA CURDA DE JUAN CARLOS ONETTI, HOMBRE MUERTO COMULGANDO y LA BESTIA POP. Ahora los lectores pueden acceder con un solo clic al conjunto de las obras de Giovanetti Viola.

¿Qué fue lo que te llevó a publicar 130 BISONTES BRILLANDO EN LA PARED DE LA CAVERNA y LA MIRADA DE OLGA PIERRI en formato papel después de tantos años de haberte jugado a editar y reeditar tus libros virtualmente en elMontevideano Laboratorio de Artes?

Son dos casos muy distintos. La reciente reedición de La mirada de Olga Pierri (la primera edición fue digital) se hizo para ofrecerle un imprescindible tributo in situ a la Mariposa Monarca de la guitarra oriental, en ocasión de un homenaje organizado después de un año de su desaparición terrestre. La voluminosa summa de relatos y nouvelles que titulé 130 bisontes brillando en la pared de la caverna, en cambio, se planteó por la necesidad de agrupar ordenadamente todos los textos breves y de mediano aliento que produje desde 1975, incluyendo algunos inéditos que nadie hubiese podido encontrar en mi Cuartel Artiguista de la calle Lepanto. Yo había estado agonizando dos meses antes en una mesa de operaciones y me resultó muy urgente recaer en ese semi-error.

¿Por qué error? ¿Por qué semi?

Bueno, yo fui aprendiendo a partir de 2005, cuando el cineasta y creador multimediático Álvaro Moure Clouzet me propuso montar elMontevideano Laboratorio de Artes, que la publicación en formato papel se iba volviendo cada vez más ineficiente, además de costosísima. Y lo que me convenció del todo de la conveniencia de seguir publicando en forma virtual (aunque entre 2006 y 2010 me las arreglé para bancar Confesiones / El taller de la vida, El evangelio según el traidor, 1809: Artigas y la barbarie ilustrada y el alma cimarrona, De cuerpo y alma (homenaje a mi perra) y Yo el Protector, que casi no existieron en las vidrieras donde reinan los best-sellers impuestos por la moda fariseica del establishment) es que empecé a tener receptividad en muchísimos puntos del planeta. Por supuesto que en general no sabés ni cómo se llaman tus lectores, pero eso tiene la gran ventaja de que no se te desboque el ego infantil. Y además ya no se trata, para hablarlo en Salinger, de tener éxito de cañita voladora sino de tocar almas con amor incondicional, zafando de los raquíticos (y muy pocas veces agotados) tirajes de 300 o 500 ejemplares para llegarle a miles y miles de interlocutores cuyo número crece todos los días. Y además no gastás la guita que no tenés ni corrés el riesgo de enredarte con los editores. A mí el único consejo literario que me dio Juan Carlos Onetti fue: Nunca seas moral con los editores.

¿Es por eso que nos pedís que tratemos de robar los ejemplares de tus libros en las librerías de requechos? ¿O es un consejo en joda?

No es tan en joda. Aunque te aclaro que el otro día tuve que comprar un ejemplar de los Bisontes vía mercado libre para mandárselo a una escritora que es el amor más profundo y duradero que me regaló la vida y vive en Canadá, y gasté 600 mangos, además de lo que costó el correo. Claro: Ella me lo había pedido. Y cuando vienen los amigos a traerme algunos otros títulos ni siquiera les pregunto si los robaron. A mí me gusta tener esos ejemplares porque sigo amando al objeto libro, pero empecinarse en invertir carradas de guita en esas publicaciones sería un error tan terrible como volver a caer en el alcohol. No te olvides que soy un jubilado sumergido, pero ahora, gracias a Dios y a la Virgen, les puedo regalar mi alma sin el menor costo ni la menor ganancia económica a los miles y miles de lectores que me siguen por Internet. (Y tampoco te olvides que, al igual que Dylan Thomas, T.S. Eliot, Dostoievski, Cervantes, el Bosco, Dante Alighieri y otro millón de tarados delirantes, creo fervientemente en la Trinidad y el Espíritu Santo.)

¿Pero por qué le adjuntaste el matiz de semi-error?

Porque al final fue útil la invención de esa summa, y ahora pude subirla a mi flamante Biblioteca digital rebautizada como 133 bisontes (le agregué 3 relatos de estos últimos años) y dividida en dos tomos. Yo estoy convencidísimo (y eso lo conversábamos siempre con Olga Pierri) de que de alguna manera no descifrable pero sí palpable, todo está escrito y que hay que confiar en el misterio y obedecer a los relampagueantes golpes de la intuición. Y no olvidemos que tanto Jung como Teilhard de Chardin, por otra parte, coincidían en la detección de una especie de ADN que motoriza teleológicamente el espiralamiento espiritual ascendente de los desarrollos individuales y colectivos. Vale decir: que ser fiel a sí mismo es también serle fiel al plan de la conciencia cósmica del universo, que necesita de la fe elegida por nuestro libre albedrío para seguir ascendiendo hacia el reinado de la materia crística.

¿Es una fe ciega?

No. Ni la verdadera fe ni el verdadero amor ni la verdadera esperanza son ciegos sino clarividentes. Porque cuando el mundo nos mata la inocencia se nos abren los ojos del alma en plena noche oscura (o plena cruz) y entonces se consuman las bodas con el cosmos, lo que te aporta una invencibilidad irreversiblemente heroica. Pensá en las misiones aparentemente imposibles que encararon referentes orientales como Artigas, Herrera y Reissig, Torres-García y Obdulio Varela. El antagonismo dialéctico entre lo que se piensa y lo que se siente sólo puede resolverse con el ejercicio de una praxis radical y friccionante (Sandino Núñez dixit) que será rechazada por el statu quo con el que nos intenta paralizar el supuesto sentido común de la culturosis burguesa.

¿Y cómo zafamos del alarmante desbarrancamiento que sufre la producción y la difusión del libro nacional, por ejemplo?

Inventando circuitos tecnológicos (las redes horizontales son plenamente accesibles e independientes) que no le hagan el juego al imperialismo del factor económico que nos imponen los mercados digitados por las transnacionales. Un ejemplo paradigmático similar a elMontevideano Laboratorio de Artes fue la estrategia utilizada por Patricio Rey y sus redonditos de ricota, que no transaron nunca con el formato frívolo y mayoritariamente inocuo del mundillo del rock y concretaron una estética no agnóstica capaz de llegarle al pueblo entero, empezando por los planchas.

¿Y qué vendría a ser una estética no agnóstica?

Una propuesta vertebrada por el claroscuro de los arquetipos que desesperan o sosiegan a cualquier ser humano, lo que provoca una hipnosis de tensión y condensación que te sacude el esqueleto y el alma y te obliga a pensar en el significado profundo de la vida: To be or not to be, nene. El veneno cultural de la modernidad fue sintetizado insuperablemente por aquel personaje de Los endemoniados de Dostoievski que confiesa: Mi problema es que cuando creo no creo que creo, pero cuando no creo no creo que no creo. Ahí estás en el horno. Porque actuando desde esa indefinición (que se asienta en el mismísimo pecado original) no jodés a nadie, loco. Podés ser un blasfemo como Lautréamont y Bukowski o un místico como San Juan de la Cruz o Salinger, pero tenés que generar un contraste revulsivo. (Que fue lo que pasó con el fabuloso barroco mediterráneo de la Contrarreforma, un esencialísimo referente de la modernidad salvífica y no guillotinadora.) Y después utilizar esa misma ruptura revolucionaria al insertarte en el ambiente comunicacional que te ofrece tu época. Yo fui uno de los giles que pasó años haciendo cola en las editoriales porque no pagarte las ediciones te prestigiaba. Y pumba: el penúltimo editor hasta terminó llevándome a juicio para reclamarme un derecho de exclusividad que no le correspondía. Torres-García, en cambio, con excepción del colosal Universalismo Constructivo que financió Poseidón gracias al mecenas Freddy Gutmann, se pagaba sus libros y estaba orgullosísimo de aquella autogestión de extramuros porque eso también influía en lo que ha sido llamado el filtraje rústico de su trabajo (lo que no deja de ser una forma inversamente impactante de depuración/torsión matrera).

La creación de una nueva estrategia difusoria ya está pasando con la subida de los discos a youtube.

Exactamente. Mi Biblioteca digital está colgada en una página de Scribd. Pero lo que hay que encontrar son canales populares de difusión del material. Y eso a nosotros nos costó doce años. Es una tarea donde se requiere muchísima militancia, astucia y desinterés enamorado. Al principio comés mierda y ninguneo a baldes, pero gradualmente se produce el milagro de la multiplicación y la cosa le llega a todos. Porque no te circunscribís a un público esclavo de la moda cultural, como le pasó a la misma Marcha, de la cual terminamos heredando una soberbia nefasta. Esa culturosis pataleadora pero no friccionante siempre fue muy bien recibida por la democresía de Ponsonbylandia. Es lo mismo que escuchar a Mujica borracho alabando al capitalismo en las pantallitas, como pasó la semana pasada.

Y no es un touch utópico.

Utópica será tu madrina. Fijate en el impacto que tuvo la versión performática de la película La galante calavera de Moure Clouzet en la noche de los museos. Allí hubo garra artiguista como en Guayabo y la gente se retiró luminosamente congelada por la recreación del genial discurso fúnebre que esputó Zum Felde en el entierro de Herrera y Reissig, hace 107 años. Esos son goles, loco. Si el escandaloso balinazo de Ghiggia hubiera pegado en el palo, no existiría el mito de Maracaná.

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