domingo

SOY Y NO SOY (3) - SAÚL IBARGOYEN


por Francisco Trejo

¿Cómo definirías el exilio con el lenguaje poético?

Es complejo definir algo que se mueve, como la conocida teoría o principio de incertidumbre, Heisenberg. Se genera todo un imaginario del exilio, que puede confundirse con el real.

México está en deuda con los poetas exiliados o viceversa, ellos con México? ¿En qué consiste esa deuda?

No creo que haya deuda alguna, en cuanto los poetas exiliados de tantos países se integren, sí, a la sociedad mexicana o a ciertos sectores de la misma manera productiva. Por su parte, el país (hablamos en general) los acoge y, aun con tropiezos y desencuentros se produce, en términos genéricos, una adaptación no conflictiva. Eso sucede también con otros intelectuales.

¿En qué público piensa Saúl Ibargoyen cuando escribe? ¿En el público mexicano o uruguayo?

La escritura creativa no permite (hablo sólo por mí) que el autor dirija su trabajo a “un público”, ni siquiera a sí mismo. Uno escribe así, revisa, corrige, relee, hasta publica, pero no sabrá nunca si hubo destinatarios prefijados, rostros de lectores de capas medias, por ejemplo, salvo en casos de ciertas motivaciones con toques especialmente subjetivos. Las palabras son botellas al mar con su mensaje en la panza… Lo que sé es que en mis participaciones en foros, festivales, etc., en América Latina y el Caribe, en general resulto bien recibido. Y conozco poco a esos “públicos”. La poesía nos une, o sea, la palabra perenne.

¿Experimentaste algún tipo de problemática con el uso del lenguaje durante tus primeros años de exilio en México? Si es así, ¿cómo los resolviste?

Dificultades dentro de un mismo idioma, que no desarticula, sino que se enriquece con distintas formas del habla, con otros ritmos, y que a veces pasan a la escritura. Las maneras que se dan en México son múltiples: eso en un inicio provocaba en mí complicaciones de comunicación, como en otros exiliados. Aun dentro del exdefe se percibían muchas diferencias, según las zonas de la gran ubre. Todo depende de las franjas sociales que uno frecuenta. Y uno las resuelve en la mera práctica, en las relaciones laborales, sociales, amicales, de pareja.

¿Cuál es tu opinión acerca de la poesía comprometida? ¿Hay algo de este concepto en tu obra?

Siempre hay un compromiso previo, el del uso del idioma y su tránsito hacia el discurso poético, que es un discurso de creatividad subjetiva y colectiva, es decir, un discurso liberador, autónomo de los discursos del poder. Aun dentro de una misma tradición, o de nuevas modalidades, ese discurso de liberación debe manifestarse. El hecho de que en nuestra lengua se hayan abandonado casi del todo la rima y las estructuras clásicas, bajo la resonancia de las vanguardias del siglo pasado y movimientos posteriores, ha sido parte de esa liberación. Cuando se recurre a esos procedimientos retóricos por parte de algunos autores, como también sucede, aquellos pueden refrescarse con los nuevos aires de la Historia. El otro compromiso está en lo ideológico y aun en lo político, y deriva del anterior. El poeta puede comprometerse con la izquierda o la derecha o ser neutral, lo que asimismo es compromiso.

Para ti, ¿cuál es la utilidad de la poesía y cuál el valor moral del poeta?

Ayuda a percibir la realidad desde otras perspectivas, porque las palabras vienen de la realidad, de la acción social, de las operaciones de nuestra especie sobre el sistema mundo. Si hasta en el discurso político, mediático, deportivo, religioso, económico, etc., se dan con frecuencia asomos que podemos considerar como poéticos. Después de todo, lo que entendemos por poesía viene desde la antigüedad en función de la interrelación de la especie con las realidades físicas, que fueron bautizadas. Por tanto, modificadas cultural y espiritualmente. No sé si es útil, sé que resulta un producto inevitable de la cultura. Los valores éticos importan más que los morales. Según decía Robert Graves: “El poeta es dueño de su verdad, y esta no se renta ni se vende”. O algo así.

Toda dictadura se ha planteado una reestructuración de valores dentro de la cultura. ¿Consideras que el papel del poeta exiliado es realizar una crítica y promover la prevalencia de dichos valores que fueron puestos en riesgo?

Sí, el poeta exiliado (y no sólo el poeta) tiende a cuestionar los valores impuestos por las dictaduras. Se produce una reelaboración de esos valores, una especie incluso de autocrítica o de percibir que el país de origen no era lo que habíamos internalizado. Eso se da en la propia obra, pero asimismo en las actividades políticas y culturales compartidas con muchos compatriotas de exilio. Es asunto incluido en la lucha ideológica general. Aquí, en nuestra experiencia mexicana, las mencionadas Jornadas de la Cultura Uruguaya de 1977 fueron el evento colectivo mayor, y alcanzaron extraordinaria receptividad en cuanto a afirmar valores democráticos y progresistas.

¿La literatura del exilio manifiesta algún tipo de derrota?

Derrotas hay casi siempre. ¿Cómo arribar a la palabra deseada? El ser humano está hecho esencialmente de palabras. El verbo es carne. Inventó la poesía hace cuatro o cinco mil años, bautizó el mundo, hasta ahora. Por tanto, en lo personal, me agrego a ese fluir de modo natural. El verbo poético es sagrado porque la vida misma lo es. Tal vez todo sea sagrado, aunque el sistema capitalista y las formaciones autoritarias que vemos en la Historia no lo acepten así. Rebasa lo personal, se expande aunque no se perciba. Pero según el estado del sistema mundo, en esta coyuntura de crisis dentro de la crisis, ¿quién puede decir lo que pasará? ¿Más derrame de conflictos, más hambrunas, más pobreza, más concentración de riqueza, más matazones, más terrorismo de signo diverso, guerra nuclear?

Si partimos de que la poesía es un discurso encaminado hacia una verdad (una verdad que en sí misma es un marcador de la existencia) del mundo y del hombre, ¿cuál es para ti esa verdad?

Habría que buscar ejemplos. En esa literatura hacia la verdad, a veces durísima y descarnada, siempre había una grieta de esperanza, por la obsesión de volver al país de origen. La verdad suele doler, ella es lo existente que debe ser iluminado, asimilado a la experiencia, para alcanzar tal vez verdades más altas. Por ejemplo, escribir sobre la tortura bajo esos regímenes dictatoriales significaba una denuncia pero asimismo un desahogo, una liberación y una necesidad de justicia a corto o largo plazo. En Uruguay en ese tema se avanzó, mas hay mucho que hacer todavía, asunto que ya debía haber sido resuelto por los gobiernos progresistas. Pero es otro tema. Toda verdad debe ser compartida, como el agua o los alimentos o la poesía o la justicia social. Esa verdad debe basarse en un planeta Tierra que sea respetado como una partícula de vida fecunda en medio de infinitos universos. Una verdad que nos ayude a develar el sentido de nuestra presencia en el Cosmos, si es que ese sentido existe; una verdad construida con miles de millones de verdades. Una verdad aislada tiende a desaparecer.

La poesía, como testimonio estético, ¿qué importancia tiene dentro de la historia personal de un hombre? ¿Crees que su impacto tenga mayores alcances que rebasen lo personal? En la historia latinoamericana, por ejemplo, ¿tu poesía, junto con la de otros poetas del exilio, formará parte de un documento que deje constancia de los acontecimientos sociales más impactantes del siglo XX?

Sí, así es. Pero no es sólo tarea de los poetas. Difícilmente podemos decir hoy que “el poeta es boca de su pueblo”. La mayoría no tiene mucha comunicación sensible (o ideológica) con la sociedad de masas, por más que existan el internet, la página web, las editoriales, etc. Las sociedades “posmodernas”, sobre todo las desarrolladas, o como se las llame, están sometidas y -valga lo contradictorio- encerradas en la globalización producida por la expansión del sistema capitalista salvaje. Es la época de la mentira, de la desinformación, de las falsas verdades, de la doxa, de la posverdad. Muchos sistemas de enseñanza prescinden del valor en sí de la poesía, pero también de la filosofía, de la ciencia, de la Historia. Una forma de respuesta está en que los poetas (los artistas en general), ubicados fuera del mercado cultural, generen sus propios medios de producción y distribución. Existen muchos ejemplos en varios países y el fruto de esa propuesta es estimulante.

¿Tiene la poesía la facultad de reincorporar al individuo dentro de la historia? Es decir, ¿puede la poesía recuperar el papel existencial del ser humano?

Ese rol puede ser compartido con la filosofía y con la ciencia y la técnica al servicio de la humanidad, y con las luchas sociales y la mera vida cotidiana. La poesía es también acción espiritual transferida desde las limitaciones de la necesidad hacia el reino de la libertad.

¿Es correcto el concepto de “poeta exiliado”? ¿Te parece acertado o te suena más a una etiqueta que puede llegar a incomodar?

Mejor que sea poeta, nada más. La creatividad está por encima de las etiquetas. Volvemos a ratificar que lo importante es el sitio desde el cual se escribe, un punto tan real como imaginario, tan oscuro como evidente.

¿Si te pidiera definir tu obra poética en unas cuantas palabras, ¿cómo lo harías?

Es un discurso imperfecto-tradicional-lírico-épico-neosurrealista-místico-coloquial sustentado por la aparente realidad de lo conocido.

(Crítica: revista cultural de la Universidad Autónoma de Puebla / agosto-setiembre 2017)

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