domingo

ENCUENTRO CON LA SOMBRA (El poder del lado oscuro de la naturaleza humana) - 175

NOVENA PARTE

EL TRABAJO CON LA SOMBRA: CÓMO ILUMINAR LA OSCURIDAD
MEDIANTE LA TERAPIA, LOS RELATOS Y LOS SUEÑOS


40: CÓMO APRENDER A RELACIONARNOS CON EL MAL (2)

Liliane Frey-Rohn (2)

Llegar a un acuerdo con el inconsciente siempre entraña el riesgo de conceder demasiada credibilidad al Diablo. No olvidemos que el hecho de enfrentarnos con un arquetipo puede llevarnos al error y a la corrupción con la misma frecuencia que a la guía y la verdad. No debemos equipara eo ipso los mensajes del inconsciente con la voz de Dios y siempre es necesario cuestionar si los mensajes provienen de Dios o del Diablo. Debemos, pues, tener bien presente que este encuentro con el inconsciente puede contribuir tanto a disgregar nuestra personalidad como a guiarnos por el camino de la sabiduría. Por consiguiente, la fe ciega y la entrega a los poderes del inconsciente no es más satisfactoria que la obstinada resistencia a lo “desconocido” porque la confianza desmedida suele ser una actitud ingenua e infantil y la resistencia crítica puede ser una medida de autoprotección. Con ello estamos diciendo que el problema de la “dosis” no sólo es importante en el ejercicio de la medicina sino que también afecta el campo de la psicología. Todo depende, a fin de cuentas, de “cómo” nos relacionemos con el adversario. Una aproximación demasiado estrecha a lo numinoso -sin importar que se nos aparezca como bueno o malo- acarrea inevitablemente el peligro de inflación del ego y de vernos desbordados por los poderes de la luz o de la oscuridad.

El Elixir del Diablo de E. T. A. Hoffman (5) nos muestra claramente el peligro de ser superados por lo demoníaco. En esta novela E. T. A. Hoffman describe la forma en que el monje Medardus es poseído por “la personalidad maná” de San Antonio y termina siendo víctima del Anticristo. Embriagado por su propia elocuencia y seducido por el deseo de poder, Medardus cae en la tentación de tomar un trago del elixir del Diablo. Tras beber la pócima, Medardus descubre el secreto de la eterna juventud pero, al mismo tiempo, cae presa del poder del Diablo. Se anhelo de amor y las cosas de este mundo le cegaron y arrastraron a la destrucción y como resultado de este escarceo con el lado oscuro de su personalidad su alma terminó escindiéndose en dos entidades autónomas: el alma corporal y el alma espiritual. Hoffman prosigue su relato exponiendo lo que él denomina “doble”, es decir, aquella parte del alma que si bien se halla disociada del ego sigue siendo, sin embargo, su más inseparable compañera. Igualmente persuasivo es el método que propone para reunir de nuevo las dos partes disociadas del alma. Para ello, Medardus comienza regresando nuevamente a la soledad del monasterio. Allí, la penitencia, la comprensión y el arrepentimiento clarifican las tinieblas de sus sentidos y, por vez primera, alcanza paz y se libera de sus compulsivos impulsos comprendiendo que su naturaleza de la bondad moral depende del mal. Esta relativización del bien y del mal -que depende de la aceptación de su violento adversario- también supone un cambio en su conciencia cristiana. El alma corporal sólo logra entender muy lentamente lo que el alma espiritual sabe desde siempre, de modo que el problema surge nuevamente con renovado brío. Medardus, como Fausto, sólo puede hallar la tan ansiada reconciliación entre el espíritu y la naturaleza -que se experimenta como el esplendor puro del amor eterno- en esa zona crepuscular que se halla entre la vida y la muerte.

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