domingo

NOCHE OSCURA (58) - SAN JUAN DE LA CRUZ


LIBRO SEGUNDO

DE LA NOCHE OSCURA, TRÁTASE DE LA MÁS ÍNTIMA PURGACIÓN, QUE ES LA SEGUNDA NOCHE (PASIVA) DEL ESPÍRITU.

CAPÍTULO 19 (2)

4 / El cuarto grado de esta escala de amor es en el cual se causa en el alma, por razón del Amado, un ordinario sufrir sin fatigarse. Porque, como dice San Agustín, todas las cosas grandes, graves y pesadas, casi ninguna las hace el amor. En este grado hablaba la Esposa, cuando, deseando ya verse en el último, dijo al Esposo: Ponme como señal en tu corazón, como señal en tu brazo; porque la dilección -esto es, el acto y obra de amor- es fuerte como la muerte y dura emulación y porfía como el infierno (Cant. 8,5).

El espíritu aquí tiene tanta fuerza, que tiene tan sujeta a la carne y la tiene tan en poco, como el árbol a una de sus hojas. En ninguna manera aquí el alma busca su consuelo ni gusto, ni en Dios ni en otra cosa, ni anda deseando ni pretendiendo pedir mercedes a Dios, porque ve claro que hartas las tiene hechas, y queda todo su cuidado en cómo podrá dar algún gusto a Dios y servirle algo por lo que Él merece y de Él tiene recibido, aunque fuese muy a su costa. Dice en su corazón y espíritu: ¡Ay, Dios y Señor mío! ¡Cuán muchos hay que andan a buscar en Ti consuelo y gusto y a que les concedas mercedes y dones; mas los que a Ti pretenden dar gusto y darte algo a su costa, pospuesto su particular, son muy pocos! Porque no está la falta, Dios mío, en no nos querer Tú hacer mercedes de nuevo, sino en no emplear nosotros las recibidas sólo en tu servicio, para obligarte a que nos las hagas de continuo.

Harto levantado es este grado de amor, porque como aquí el alma anda con tan verdadero amor se anda siempre tras Dios con espíritu de padecer por Él, dale Su Majestad muchas veces y muy de ordinario el gozar, visitándola den espíritu sabrosa y deleitablemente; porque el inmenso amor del Verbo Cristo no puede sufrir penas de su amante sin acudirle. Lo cual por Jeremías lo afirma, diciendo: Acordádome he de ti, apiadándome de tu adolescencia y ternura cuando me seguiste en el desierto (2,2). Hablando espiritualmente, es el desarrimo que aquí interiormente trae el alma de toda criatura, no parando ni quietándose en nada. Este cuarto grado inflama de tal manera el alma y la enciende de tal deseo de Dios, que la hace subir al quinto, el cual es el que se sigue.

5 / El quinto grado de esta escala de amor hace al alma apetecer y codiciar a Dios impacientemente. En este grado el amante tanta es la vehemencia que tiene por comprender al Amado y unirse con Él que toda dilación, por mínima que sea, se le hace muy larga, molesta y pesada; y siempre piensa que halla al amado. Y cuando se ve frustrado su deseo -lo cual es casi a cada paso-, desfallece en su codicia, según, hablando en este grado, lo dice el Salmista diciendo: Codicia y desfallece mi alma a las moradas del Señor (Ps. 83,2). En este grado el amante no puede dejar de ver lo que ama, o morir; en el cual Raquel, por la gran codicia que tenía a los hijos, dijo a Jacob, su esposo: Dame hijos; si no, yo moriré (Gen. 30,1).

Padecen aquí hambre como canes y cercan y rodean la ciudad de Dios (Ps. 58,7). En este hambriento grado se ceba el alma en amor; porque según la hambre es la hartura. De manera que de aquí puede subir al sexto grado, que hace los efectos que se siguen.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+