domingo

MANUEL ESPÍNOLA GÓMEZ



PALABRAS LEÍDAS EN EL ENTIERRO DE URUGUAY ARTIGAS YARCE, EL MAESTRO DE ESCUELA QUE ILUMINÓ SU VIDA INDELEBLEMENTE EN SOLÍS DE MATAOJO


Este hombre que se nos ha apagado entre las manos… era un jardinero, un jardinero que curiosamente no utilizaba, para sus plantas, para sus jóvenes árboles, la tijera de podar o el rodrigón inflexible (ni siquiera, diríamos, el extraño, aproximado, silencioso injerto) sino, con mano un poco dubitativa, el dulcísimo riego intermitente y el abono de compenetración secreta. Claro está que algo de vigilancia ejercía frente a la amenaza constante de las “plagas”, por otra parte… siempre confusas y no siempre clarificadas con excesiva velocidad o tardanza. De las plagas individuales y de las plagas sociales. Pero le preocupaba y enternecía más, mucho más, el desarrollo de las respectivas, legítimas defensas… que su substitución alevosa. Salvar el crecimiento… de suyo dador y los frutos consiguientes! Porque un jardinero… es un maestro. Un maestro es un jardinero… y un plantador, además. Y nuestras palabras aquí, precisamente, son las palabras testimoniales de uno de esos arbolitos “con conciencia”, agradecido por su breve y acaso decisiva intervención.

En aquellos tiempos no parecía inclinarse tanto sobre el terreno específico de las vegetaciones concentradas… como a cierta distancia de sí mismo. Pues que era un jardinero nocturno, “fantasmalmente concreto” -si cabe fijarlo así-, de vocación “en llaga viva”, que gustaba demorarse en los aledaños olvidados, en las calles confinantes, en los amparos habitacionales… Liberado él mismo de esos impedimentos costumbristas o rutinarios de mezquina, raquítica raíz… asumía ciertos infalibles “entronques” totalizadores… siempre. Había aventado los alcances únicamente parciales.

El cariño por su oficio lo llevó también a convertirse en “acopiador”. Un acopiador sensitivamente rememorativo de datos identificadores (muy tiernos, temblorosos datos… a menudo referidos con particular “unción”) de cada vara en yemas, que fueran permitiéndole transitar y manejarse con un margen angostísimo, poco menos que inexistente, de desvío o de “ofensa”. Era entonces un escrupuloso baqueano… Su “insomniado” destino, sus objetivos de vibración asordada, se hallaban dentro de nosotros mismos, a nuestro “increíble” lado y detrás del horizonte. Pero no los tocaba! No osaba tocarlos! Respetuoso maestro de esta tierra general; parado en ella, en el estricto punto mínimo, sí, donde se hiciera necesario actuar, pero parado -¿cómo expresarlo?- no en el pago chico de “traza” distintiva… sino -entiéndase bien- sobre la enteriza tierra, es decir… sobre la rotunda curvatura del planeta común… como activo fragmento o corpúsculo del mismo. Sin fronteras, con un “ángulo de miraje” muy abierto y desmesurado. Y así en toda hora.

Nos sentiríamos mejor, desde luego, callándonos. Sin embargo queríamos decir algunas cosas, ahora… que este habitante de los zurcos frescos, de tan ejemplar erguidumbre, despega de ellos y se lanza más allá de ellos todavía, casi como los cosmonautas, al regazo insondable, por así estamparlo, del universo definitivamente impersonal. Y aquí quedamos nosotros -su compañera serenísima, sus hermanos y familiares rumorosos, sus amigos y discípulos deudores- con nuestra dura época encima de los hombros (época de duración incierta, parecería, aunque presumiblemente corta), portadores de los desvelos vitales de esa irradiada, abstracta heredad. Portadores de su “sobrevida”, de la que le queda. Sus carnosos, obscuros labios… continuarán, sin duda, moviéndose lentamente en la memoria, como antes, alcanzándonos sus ya pronunciadas preocupaciones humanistas. Cada uno de los que le quisimos… tendremos de tal modo su blanda, móvil, “derivada” estatua, intimísima… pero también transferible.

Decirle, por lo tanto, HASTA SIEMPRE… maestro o… jardinero, o… amigo, o… compañero, o, simplemente, Uruguay, es lo único que podemos hacer en el día de hoy. Y es bastante, sin embargo. Porque a través de nosotros, HOY Y MAÑANA, de él será el futuro espejado y luminoso, sin trabas o prejuicios absurdos, sin murallas inaccesibles, separatistas, sin centros enteros ni debilitadas orillas, que tanto pronosticó y quiso y por el cual se levantó, con ánimo alborado, todos los días. Podría, sí, afirmarse que ya lo conquistó -ayudó a conquistarlo!- en buena ley y para siempre… QUÉ MÁS SE LE PUEDE PEDIR A UN HOMBRE?

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+