domingo

LA GUERRA Y LA PAZ (3) - RICARDO AROCENA


Reflexiones sobre Hiroshima, Nagasaki, la UNESCO, la ONU, la carrera armamentista, las armas nucleares, la guerra y la paz


EL DÍA FINAL

Un conflicto atómico aniquilaría o generaría graves daños físicos a gran parte de la población, reduciría los recursos alimentarios, sembraría epidemias, devastaría el ambiente, provocaría cambios climáticos, reduciría la luz solar, causaría variaciones en las temperaturas, contaminaría los suelos y el mar y se derrumbaría el orden social ante el avance del invierno nuclear.

Enormes cantidades de óxido de nitrógeno, hollín y alquitrán ganarían la atmósfera, impidiendo el pasaje de la luz solar por lo que el planeta quedaría sumergido durante al menos un año en el frío y la oscuridad, frenando la fotosíntesis. Los gases destruirían la capa de ozono y los rayos ultravioletas no encontrarían una barrera e impactarían en los humanos sobrevivientes generándoles cáncer de piel. Las organizaciones pacifistas internacionales no escatiman detalles cuando describen el invierno atómico: “Las sustancias radiactivas que libera una explosión nuclear se elevan a la atmósfera y luego comienzan a descender sobre la superficie terrestre debido al peso de las partículas. Esta precipitación inicial de material radioactivo denominado “cenizas de la muerte” llega a contagiar las regiones más diversas arrastradas por fenómenos meteorológicos”.

Según la organización budista Soka Gakkai, en ciertos casos la exposición radioactiva puede ser letal, pero al mismo tiempo las partículas más livianas pueden provocar la contaminación del planeta, las que poseen un largo período de vida se introducen en el organismo a través del agua potable y de los alimentos y su  acumulación en el cuerpo humano produce lo que se llama “irrigación interna”, que es causa de enfermedades como el cáncer o la leucemia. 

Sobre la Tierra penden innúmeras cabezas nucleares con capacidad de destruir decenas de veces al planeta, en otras palabras hay cientos de Kilos de explosivos atómicos por cada hombre, mujer y niño que lo habita. Estamos hablando de decenas de miles de cabezas atómicas, repartidas mayoritariamente entre EEUU, Rusia, el Reino Unido, Francia, China e Israel. 

De acuerdo a cifras divulgadas por científicos norteamericanos, EEUU, que es la única potencia nuclear con armas desplegadas en otros países y la nación que ha realizado más pruebas nucleares en el mundo, cuenta con 2150 ojivas operativas, 500 de las cuales están asignadas a misiles de base terrestre, 1.150 a submarinos nucleares y 300 están listas para ser desplegadas en aviones; además, como parte del programa nuclear compartido con la OTAN, unas 200 bombas de gravedad B61 están desplegadas en cinco países de la OTAN: Bélgica, Alemania, Italia, Holanda y Turquía.

Durante el año pasado la modernización de la bomba termonuclear B61, agravó la carrera armamentista entre EEUU y Rusia, a tal punto que el Jefe del Comité de Defensa y Seguridad en el Consejo de la Federación Víctor Ózerov, amenazó que “Nuestros profesionales en materia de armas nucleares van a analizar el grado de amenaza sin lugar a dudas y, si es necesario, tomarán medidas para minimizarla”.



LA ENERGÍA ATÓMICA

El poder destructivo del efecto expansivo de la energía nuclear, supera infinitamente a los explosivos más poderosos, por ejemplo en la primera experiencia realizada en Nuevo México, fue aniquilada la torre de acero y cemento que soportaba la primera bomba. La liberación de energía produjo explosiones gigantescas, fuego, súper presiones, vientos huracanados, energía radiante, etc.

Desde que aprendió a utilizar la energía, la humanidad buscó su liberación para fines militares y la explosión de los materiales involucrados, fuera pólvora, dinamita, TNT, etc. En estos casos produjo en forma instantánea grandes presiones con radiación de emisiones caloríficas y luminosas: la energía nace por la rotura de la periferia o corona electrónica del átomo, sin afectar a su núcleo, que permanece en reposo o equilibrio.

Pero la utilización de la energía atómica apareja la ruptura del equilibrio del núcleo, dando lugar a la liberación de energía química del mismo tipo de la que obtiene en la combustión; pero ocurre algo más trascendente y es que la emisión de radiaciones de otro orden, mucho más cortas, que las hace más penetrantes y poderosas, tales como las corpusculares alfa y beta, con sus cargas de electricidad negativa y positiva y de otras sin carga como los neutrones, junto con las electromagnéticas, agreden energéticamente contra cualquier ser vivo. A todo lo anterior debe agregársele la radioactividad: como consecuencia de una explosión atómica de gran magnitud, la liberación simultánea de energía química y nuclear, produce graves efectos desde el punto de vista médico.

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