domingo

CONDE DE LAUTRÉAMONT (ISIDORE DUCASSE) 105 - LOS CANTOS DE MALDOROR

CANTO CUARTO

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Les perdoné la profundidad de su ignorancia innata, y los saludé con un movimiento de los párpados. Viajero, cuando pases a mi lado, te ruego que no me dirijas la menor palabra de consuelo: debilitarás mi ánimo. Déjame templar mi tenacidad en la llama del martirio voluntario. Vete… que yo no inspire piedad alguna. El odio es más extraño de lo que crees; su conducta es inexplicable como la rotura aparente de un palo que penetra en el agua. Tal como me ves, puedo hacer todavía excursiones hasta los muros del cielo, al frente de una legión de asesinos, y volver para retomar esta postura, y meditar de nuevo sobre los nobles proyectos de venganza. Adiós, no te retendré más, y para que te instruyas y seas cauto, reflexiona en la suerte fatal que me ha empujado a la revuelta, cuando es probable que haya nacido bueno. Contarás a tu hijo lo que has visto, y tomándole la mano, hazle admirar la belleza de las estrellas y las maravillas del universo, el nido del petirrojo y los templos del Señor. Te sorprenderá verlo tan dócil a los consejos de la paternidad, y lo recompensarás con una sonrisa. Pero cuando piensa que nadie lo observa, échale una mirada; te ha engañado, el descendiente de la raza humana, pero no te engañará más: en adelante sabrás todo lo que llegará a ser. Oh padre infortunado, prepara, para acompañar los pasos de tu vejez, el patíbulo indestructible que cortará la cabeza de un criminal precoz, y el dolor que te mostrará el camino que lleva hasta la tumba.

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