(El Diario Español,
1907)
I (2)
Agudamente equivale a
ciertamente, según Guyau. Lo sutil está en lo profundo y lo difícil en lo
multiforme.
¿Veis esa poesía que
apenumbra, bosqueja, entona las sensaciones, destiñe el tono y le misteria en
un ritual simbólico, que dice hasta la mitad y cubre con un velo egipcio la
religiosidad de sus aéreas musas? Mirad cómo ama lo irresoluble, lo gaseoso, lo
incompleto. A la luz anémica del magnesio, fija sus placas equívocas de
espiritista que evoca. En su enigma de puntos suspensivos, desvanece sus
quimeras sofísticamente ultravioladas. ¡Cómo la sombra le es propicia! La
claridad le hacía doler los ojos, ojos de bromuro, impávidos, narcóticos de
momia milenaria; la luz ajaría su piel de raso, pintada y perfumada en
camarines litúrgicos de misteriosa artificiosidad.
Abrevia, sintetiza, extracta
eléctricamente; reduce a glóbulos de química homeopática los elementos de la
naturaleza, convertidos en confituras artísticas de una gracia para muñecas. No
es elefantina, no es grave. Todo lo contrario, no pesa, no ocupa lugar, es
imponderable, sabe no aburrir, según diría Arsenio Houssaye, al través de
versos de azafrán y tul, y condensa en suaves acordes el principio activo de la
armonía cósmica y del más allá taciturno.
Su estructura es muelle,
elegante, discreta y sin vacilaciones retóricas se desenvuelve cual filigrana
quimérica en un cuento oriental. En toilette aristocrática, el adjetivo
languidece o se regocija; el verbo sostiene columnatas bizantinas o se bifurca
en artesones áureos.
La idea resbala, como un ibis
somnoliento en el aceite de la vida tersa y curvada, bajo una suave neblina
otoñal. Ni el cobre heroico, ni el tambor guerrero, alarman la perspectiva que
es toda dulzura, y hace del vocablo rulo de ámbar, seda.
Se piensa en Stradivarius y
en mandolas finas que detallarán una acción remota en las riberas del ensueño.
Yo le gusto, yo la amo, absurdamente, complicadamente. Su orquestación me
fascina; su eucologio me encanta, su mise
en scène colma todas mis
quimeras, y su opulencia en la capa pluvial de la gloria en el templo inmortal
del universo armonioso, donde todo es ritmo, todo consuena y canta la poesía
triológica del sumo artista, que hizo la luz y también la sombra, es decir, lo
inteligente y lo ininteligible, lo simple y lo abstracto, la línea y el gesto.
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