domingo

LA CONVERSACIÓN CONSIGO MISMO DEL MARQUÉS CARACCIOLI (29)


(Fragmentos del capítulo VIII de Artigas católico, segunda edición ampliada con prólogo de Arturo Ardao, Universidad Católica, 2004)

por Pedro Gaudiano

APÉNDICE 9

“Si queremos aprender cuál es el verdadero comercio (o sea, intercambio) con Dios es preciso recurrir a los escritos de San Agustín. Congréguense todos los filósofos, y sáquese la quinta esencia de sus obras, jamás se hallará en ellos una tan profunda metafísica, y una tan sublime filosofía, como las de este Padre. Casi todos los principios de Descartes, y de Malebranche, no son otra cosa que unos pequeños arroyos que se desprenden de aquel fecundo manantial. (…) Veamos en San Agustín cómo la conversación con nosotros mismos nos introduce en la conversación con Dios, y como esta nos une íntimamente con él.

“Yo erré por medio del universo -dice este padre hablando con Dios-, lo mismo que una oveja que se descarrió. Yo he trabajado mucho, y no he omitido diligencia alguna para hallaros fuera de mí cuando habitabais dentro de mí mismo… He enviado mis sentidos delante de mí como mensajeros y embajadores, con el fin de buscaros, y nada hallaron, porque buscaron importunamente por fuera de lo que estaba en lo interior; estos sentidos, sin embargo, no saben, ¡oh Dios mío!, por dónde habéis entrado en mi interior. Los ojos, dicen, si este Dios no tiene color, no ha podido entrar por este camino; los oídos dicen lo mismo que el gusto y el tacto, si no tiene sonido, cuerpo ni gusto, él no se ha comunicado por nosotros.

“Yo, finalmente, pregunté a la tierra, al mar, a los abismos y a los animales  si acaso alguno de estos objetos era mi Dios, y ellos me respondieron, búscalo sobre nosotros, que nosotros no somos tu Dios.

“Me encaminé después al aire, al cielo, a la luna, a las estrellas, y todos me respondieron: te engañas, nosotros no somos tu Dios. Últimamente, yo dije a todo lo que circunda a mi cuerpo, ¿me aseguraréis vosotros que no sois mi Dios? Pues referidme al menos alguna cosa de él. Todas las criaturas gritaron entonces con voz esforzada: ‘Dios es el que nos ha hecho’. Y después de todas investigaciones añade San Agustín: ‘yo hice regreso dentro de mi propio corazón, yo le sondeé, y me pregunté a mí mismo, quién era yo’”.

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