domingo

FELIZ (6) - JUAN DE MARSILIO


primera edición WEB / elMontevideano Laboratorio de Artes / 2017

CRISTO

Sobre la oveja perdida

Nadie.
En serio que ninguno de nosotros.
¿A qué abombado se le ocurriría
arriesgar noventa y nueve
por ciento de su caudal
para salvar una oveja de porquería?
Y encima
arriesgar romperse
todos los huesos y algunito más
en algún tropezón por las colinas
(a esta oveja de mierda se le ocurre perderse
de modo sistemático
en las noches sin luna).
Ninguno de nosotros. Deverasmente nadie.
Qué alegría que el Dios
que ha elegido ser uno de nosotros
no es ninguno cualquiera de nosotros.


Sobre el hijo pródigo

Decimos
"ese
hijo
tuyo"
cuando se debe decir
"este
hermano
mío".
A la hora de reclamar
olvidamos primero que ninguna otra cosa
que al principio del caso
el Padre nos había
repartido los bienes por igual.
Nunca nos fuimos por ahí de putas
y las poquitas veces que sí fuimos
fuimos con absoluta discreción,
que es lo que corresponde.
No tenemos en cuenta
cuánto ha sido humillado
este desharrapado putañero en derrota
sino cómo podríamos
humillarlo mejor.
Por eso
nos quedamos por fuera de la fiesta
mirándolo todo
con cara de indignado
estreñimiento anímico.


Madera

Era bueno abocarse al oficio de aquí
que mi padre el de aquí me enseñara en la infancia.
Era bueno el olor de la madera
su suavidad recién inaugurada tras pasarle el cepillo.
Era bueno dejarse llevar
y soñar un futuro común y corriente
con mujer de caderas y pechos rotundos
y barullo de hijos por la casa.
Era bueno el orgullo sencillo
por la destreza artesana.
Era bueno sudar trabajando y después refrescarse
y comer lo que Madre preparaba
y descansar los sábados.
Era bueno
ser nomás uno más en Nazareth.
No es que reniegue ahora
de mi oficio el de allá que cumplo aquí
porque Padre el de allá lo dispuso.
Simplemente pretendo
dejar claro que no amo el sufrir
para que entiendan todos
que si luego los salvo
no es sólo por morirme en esta cruz
sino por la alegría con que acepto
el más que extraño modo que me toca
de reencontrarme al fin con la madera.


Dos sonetos sobre la crucifixión

I

Clavados en tres cruces tres pingajos,
tres cuerpos rotos, archidoloridos,
por defender los últimos latidos
gastan en resollar arduos trabajos.

Se resisten a darse por concluidos
tres trayectos, tres nombres, tres legajos,
tres tristes colecciones de altibajos
–o acaso dos– pero ya están perdidos.

Uno dice palabras con veneno.
Otro sale en defensa de un sufriente
y suplica que luego se lo admita

en cierto reino. El de los tres más bueno
lo admite a reino que tal vez invente
y sonríe, con lástima infinita


II

Pertenecen al campo de lo cierto
el buen ladrón y el malo y el sufriente
del madero del centro que, imponente,
comenzara a reinar ya casi muerto.

Ciertos desde esa fecha hasta el presente
el reino que al ladrón le fuera abierto
y el perdón que a los hombres ha cubierto
por la Gracia del Padre omnipotente.

Pero creo, también, que hay en lo humano
de por sí tal bondad que no hallaría
de dudar que mintiera un moribundo

y agonizando al lado de un hermano
–por aliviarle un poco la agonía–
lo admitiera en un reino de otro mundo.


“de amor viva”

La llaga en flor sobre el costado izquierdo.
Si no
la luz y el aire
¿por dónde pasarían?

La llaga en flor sobre el costado izquierdo
y ya las otras condecoraciones
se las pueden guardar,
que están sobrando.

La llaga en flor sobre el costado izquierdo
y una luz invencible en la mirada.

Y Dios, que vuelve flor lo que era llaga.


Tres versiones de Dimas

Pudiera ser que de veras
el dolor y el miedo
al joven ladrón se le transformen
en visión de la luz
y en conversión.

Más creíble aún
es que aplicando el proverbio de que no hay peor
gestión que aquella que no se intenta,
solicite admisión en un Reino que no sabe si existe
porque si pasa,
pasa
(aunque lo que se dice muchos golpes
de suerte no ha tenido
como para suponer
exitoso el trámite).

Lo que más me seduce,
es pensar que apenado
por el justo sufriente del madero del medio
mienta piadoso homenaje
a esa realeza
que en su locura el galileo afirma,
y de ese tierno modo
-divino por lo humano-
aunque injerten ladrón,
le brote un santo al palo del tormento.


Resurrección

Es difícil la fe y por temporadas
pasa de moda
en los más prestigiosos
círculos
intelectuales,
bien me lo sé.
Pero díganme Ustedes cómo hago
para vivir sin esa
marea de ternura y gratitud
que me sube a los ojos
por lo menos algunas
mañanas de domingo.

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