domingo

ENCUENTRO CON LA SOMBRA (El poder del lado oscuro de la naturaleza humana) - 158


NOVENA PARTE

EL TRABAJO CON LA SOMBRA: CÓMO ILUMINAR LA OSCURIDAD
MEDIANTE LA TERAPIA, LOS RELATOS Y LOS SUEÑOS.

36: EL VIENTRE DE LA BALLENA

Joseph Campbell (2)

“Ninguna criatura -escribe Ananda Coomaraswamy- puede ascender en la escala de la naturaleza sin dejar de existir.” (4) En realidad, el cuerpo físico del héroe puede ser realmente descuartizado, desmembrado y esparcido sobre la faz de la tierra o diseminado sobre la superficie del mar -como ocurre en el mito egipcio de Osiris, que fue colocado en un sarcófago y arrojado al Nilo por su hermano Set, (5) y asesinado y descuartizado en catorce pedazos que fueron esparcidos por toda la tierra. Los héroes gemelos de los Navajos deben atravesar rocas que aplastan, juncos que cortan al viajero en pedazos, agujas de cactus que los aguijonean y arenas hirvientes que los abrasan. Quien ha superado su apego al ego atraviesa una y otra vez los límites del mundo y entra y sale del dragón como un rey que deambula por las habitaciones de su palacio. Este viaje de ida y vuelta demuestra que lo Increado y lo Imperecedero  está por encima de las polaridades del mundo fenoménico y que, por consiguiente, no hay nada que temer.

Es por ello que, a lo largo y ancho de todo el mundo, aquellos hombres cuya función ha sido la de hacer visible sobre la tierra el misterio de la muerte del dragón -que permite renovar la vida- han encarnado en sus cuerpos este gran acto simbólico, diseminando su carne, al igual que ocurría con el cuerpo de Osiris, en aras de la renovación del mundo. En Frigia, por ejemplo, el decimosegundo día del mes de Marzo se cortaba un pino y se llevaba al santuario de la diosa madre Cibeles. Allí era amortajado, como si de un cadáver se tratara, con telas de lana y adornado con guirnaldas de violetas y en su centro se colocaba la efigie de un hombre joven. Al día siguiente, tenían lugar las lamentaciones ceremoniales acompañadas por el sonido de las trompetas. El veinticuatro de Marzo, conocido como el Día de la Sangre, el sacerdote de mayor rango hacía manar sangre de sus brazos y la ofrendaba mientras sus acólitos giraban como derviches al son de las flautas, trompas, tambores y címbalos hasta que caían en un trance extático, hendían su cuerpo a cuchillazos y rociaban con su sangre el altar y el árbol, y los novicios, imitando al dios cuya muerte y resurrección celebraban, se castraban a sí mismos hasta caer y perder el sentido. (6)

Con idéntico espíritu, al arribar el decimosegundo años de su reinado, el rey de Quilacare, una provincia situada al sur de la India, celebraba un solemne festival en el que, tras construirse un andamio de madera adornado con telas de seda, tomaba un baño ritual de purificación en el estanque sagrado y, acompañado de música y un gran cortejo, se dirigía al templo donde rendía adoración a lo divino. Luego subía al cadalso y, tomando un afilado cuchillo, comenzaba a cortarse, ante la enfervorecida concurrencia, tanta carne como fuera capaz de su nariz, orejas, labios, etcétera. Luego arrojaba los pedazos cortados y giraba sobre sí esparciendo los pedazos de su cuerpo hasta que terminaba comenzando a perder el sentido por la gran cantidad de sangre perdida. En ese momento, cercenaba sumariamente su garganta. (7)


Notas

(4) Ananda Coomaraswamy, “Akimcanna: Self Naughthing”, en New Indian Antiquary, vol. 3 (Bombay, 1940), p. 4 nota 14, citando y discutiendo la Summa Theologica, de Santo Tomás de Aquino, I, 63, 3.
(5) El sarcófago y la canasta constituyen una imagen alternativa al vientre de la ballena. Compárese con el episodio de la cesta de mimbre de la vida de Moisés.
(6) Sir James G. Frazer, The Golden Boudh (edición en un volume, pp. 347-49. Utilizado por gentileza de The MacMillan Company. Copyright 1922 by The Macmilian Company.

(7) Duarte Barbosa, A description of the Coasts of East Africa and Malabar in the Beginning of the Sixteenth Century (Londres: Hakluyt Society, 1866), p. 172, citado por Frazer, op. cit. pp. 274-5. Reimpreso por gentileza de The Macmillan Company, eds. Se trata del mismo sacrificio que intentó evitar el rey Minos cuando ocultó el toro de Poseidón. Como demuestra Frazer, el regicidio ritual fue una tradición muy difundida en todo el mundo antiguo. “En el sur de India -escribe- el reinado y la vida del rey finalizaban cuando el planeta Júpiter completaba su giro alrededor del Sol. En Grecia, por su parte, el rey perdía su situación privilegiada cuando completaba un ciclo de ocho años… Es por ello que bien podemos suponer, sin temor a pecar de imprudentes, que el tributo de siete jóvenes y siete doncellas que cada ocho años los atenienses estaban obligados a enviar al rey Minos estaba relacionado con la renovación del poder real durante un nuevo ciclo de ocho años” (ibid). De este modo, el sacrificio requerido por el rey Minos parece implicar que la autoinmolación del rey tras un período de reinado de ocho años exigida por la tradición parece haber sido sustituida por el sacrificio de siete muchachos y siete doncellas atenienses. Quizás fue así como el rey Minos terminó convirtiéndose en el monstruo conocido posteriormente por el nombre de Minotauro, el rey autoaniquilado, el tirano Holdfast, el estado hierático  donde cada ser humano tiene un papel asignado, el imperio mercantilista en el que nadie es dueño de sí mismo. Estas prácticas sustitutorias parecen haber sido comunes en el mundo antiguo hasta el final del gran período de los antiguos estados hieráticos -segundo y tercer milenio a. d. J.C.

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