domingo

LECCIONES DE VIDA (17) - ELISABETH KÜBLER-ROSS Y DAVID KESSLER


2 / LA LECCIÓN DEL AMOR (7)

DK

A menudo termino mis conferencias con la historia de una joven madre y su hija, Bonnie, que vivían a las afueras de Seattle. Esta historia ilustra cómo incluso un desconocido tiene el poder de consolar a otras personas. Un día, la madre dejó a su hija de seis años con los vecinos de la casa de al lado para ir a trabajar. Avanzada la mañana, mientras Bonnie jugaba en el jardín, un coche fuera de control apareció por la esquina a toda velocidad. Se abalanzó sobre la niña tras invadir el jardín y la atropelló.

La policía acudió casi de inmediato. El primer agente que llegó corrió hacia la niña y vio que estaba gravemente herida. Como no podía hacer nada para salvarla, simplemente la tomó en sus brazos y la abrazó. Nada más.

Cuando las enfermeras llegaron, la niña había dejado de respirar. Le administraron los primeros auxilios y se la llevaron a toda prisa al hospital, donde el equipo médico de urgencias intentó reanimarla durante una hora sin éxito.

Una de las enfermeras, que había estado buscando a la madre de Bonnie desesperadamente, tuvo que informar a la pobre mujer de que aquella niña a quien había besado con cariño por la mañana, había fallecido. La enfermera le transmitió la terrible noticia con tanta dulzura como le fue posible. Los gerentes del hospital se ofrecieron a mandar a alguien a buscarla, pero la madre insistió en acudir por sus propios medios.

La madre entró en el hospital con entereza hasta que vio a su hija, que yacía sin vida sobre la camilla. Entonces se derrumbó.

Los médicos se sentaron junto a ella y le refirieron las heridas que había sufrido su hija y lo que habían hecho para intentar salvarla. Pero eso no la ayudó. Las enfermeras también se sentaron con ella y le explicaron que habían hecho todo lo posible por salvar la vida de su hija. La madre lloraba tan desconsoladamente y se la veía tan afectada por el dolor, que los médicos creyeron que tendrían que ingresarla. La desolada mujer se dirigió al teléfono para avisar a sus familiares. Al verla, un policía que llevaba allí cuatro horas se puso de pie. Era el primero que había llegado al lugar del accidente, el que había sostenido a Bonnie en sus brazos. Se dirigió a la madre de la niña y le contó lo que había ocurrido. Y añadió: “Sólo quiero que sepa que no estuvo sola.”

La madre se sintió sumamente agradecida cuando supo que su hija había pasado los últimos momentos de su vida en los brazos de alguien y que había sentido amor. Saber que su hija había recibido amor al final de su vida, aunque fuera de un desconocido, la consoló.

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