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NANCY HOROWITZ EN EL TEATRO SOLÍS - JAQUE A LA VACIEDAD DEL GLAMOUR POSMODERNO


Hugo Giovanetti Viola

En el marco de las actividades celebratorias de los 160 años de vida del Teatro Solís, se inauguró el viernes 12 de agosto la muestra MUSIC STARS, donde se exponen trabajos de la violista y fotógrafa uruguaya Nancy Horowitz, que reside desde hace casi dos décadas en Viena.

Se trata de una serie de retratos de artistas espiralados en las galerías laterales de un teatro preciosamente renovado que dirige ya hace unos años con infatigable creatividad y eficacia Daniela Bouret, y constituye algo así como una insólita y sorpresiva irrupción de un silencio sonoro que nos pulsa la atención desde un variadísimo entramado de texturas colorísticas, estructurales y por momentos de corte actoral / performático que generan la magia de las híbridas correspondances baudelairianas.

La muestra está subtitulada como un vínculo visual entre las calles y los escenarios, y fue elaborada en base a observaciones biópsicas (para hablarlo en Espínola Gómez) de los interiores expresivos que habitan tanto a músicos de carrera como a juglares callejeros no menos valorados ni jerarquizados por la artista polígrafa.

Algunos tocan para un limitado público que adquirió una entrada, apunta Nina Schedimayer, la redactora del profil austríaco de MUSIC STARS: Otros para todos los que pasan por casualidad. Algunos actúan en salas de conciertos. Otros en las calles. Algunos son anunciados por sus nombres. Otros quedan en el anonimato. (…) A pesar de ello, los límites entre las existencias de los concertistas, y los músicos callejeros son muchas veces muy fluidos: muchos de aquellos que tocan en las calles o en los pasajes del Metro son graduados en universidades de música o dominan sus instrumentos tan virtuosamente como si lo fueran. (…) Los primeros tienen hoy en día una vida muy reglamentada: por ejemplo el trompetista en San Petersburgo que recorre varios puntos de la ciudad de acuerdo a la hora de mayor afluencia de público, o el caso del Puente de San Carlos en Praga, en el que se impone un estricto horario. (…) Nancy Horowitz, ella misma violista, no trata de confrontar los unos con los otros. Tampoco trata de inspirar compasión para con aquellos que no lograron abrirse camino en el mundo de las salas de concierto. Ella observa…

Pero lo que uno recibe es un posicionamiento tan laberínticamente carnavalizado como coherentemente espiritual que consigue armonizar verdaderos filones de belleza áurea o lúdica excavando en los entretelones de ese glamour vacío con el que pretende desbarrancarnos un consumismo salvaje siempre emperrado en imponer spleen.

Estas MUSIC STARS, en cambio, aparecen consteladas en un viaje que bien podría isomorfizarse con el del accidentado pero nunca desorientado hipnotismo salvífico de la viola del concierto de Bartok.

Los compatriotas de Horowitz debemos agradecer, además, la presencia en nuestro legendario teatro de un retrato de Álvaro Pierri, ese máximo guitarrista contemporáneo que apedreó a la academia con diamantes silvestres y logró aterremotar al siempre tan festejado virtuosisimo incapaz de revolucionar a la culturosis sin trascendencia.

El Solís merecía ser visitado por esta muestra irradiante de Purificación.

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