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MANUEL ESPÍNOLA GÓMEZ REINVENTADO POR HUGO GIOVANETTI VIOLA

SAÚL IBARGOYEN DESDE MÉXICO


(revista El entrevero / julio de 2000)


Los recovecos de Manuel Miguel (Caracol al galope, Montevideo, 1999, 188 pp.)

Se trata de una “Desbocada reinvención de la vida de Manuel Espínola Gómez”, según advierte el autor en el subtítulo. Al mismo tiempo, el libro se agrega como número 10 de la personalísima saga iniciada hace años por Giovanetti con su más conocida y reeditada novela Morir con Aparicio.

Ahora, en estos complejos “recovecos”, el lector asiste -con cierto asombro- -para recordar de paso un relato de Fernando Ainsa- a un entretejido de varias biografías, a más de los incesantes elementos autobiográficos, que se afirma y crece por medio de una escritura asentada, metafórico-realista y, sobre todo, infatigable e inconfundible.

Si bien la realización de esta especie de novela-ensayo-testimonio, sobre la que algunos de los propios personajes reflexionan -al modo quijotesco-, parece haber sido escrita en poco tiempo, de un tirón y para ser leída así, la estructura fragmentarista indica una cuidadosa elaboración. Podría decirse que el libro en sí es una propuesta teórica que se pone a prueba a sí misma, tanto como permite el desarrollo de una teorización sobre la pintura polifocalista de Espínola y, asimismo, el replanteo de las obsesiones existenciales del autor. Estas, personalizadas con nombre y apellido, apuntan a renovados enfrentamientos con el Mal, la Pureza, la presencia o ausencia de Dios, la significación del arte y del amor, la ubicación societaria del artista…

Por eso, no sorprende la aparición de personajes como Tolstoi, Dostoievski, Bajtin, Eduardo Fabini, Lezama Lima, etc., que por un lado conforman el proceso de la narración y, por otro, encauzan el ámbito ideológico-espiritual donde Espínola ha sido ubicado. Pero lo que más sorprende en este libro insólito, es que la reinventada biografía del gran artista, se parezca tanto a la vida de un alguien que vive los momentos ocurridos en 1921 y el 2000, “como si todo lo vivido” se le juntara en cada instante a golpes de luminosa y simultaneísta vitalidad. ¿No será Espínola una permanente reinvención de sí mismo?

También no deja de inquietar al lector la notable abundancia de anécdotas -reales o ficticias, ficción al fin-, de situaciones, de lugares, de viajes, de bebidas y comidas, de referencias a la realidad sociopolítica uruguaya, etc., lo que impone la necesidad de una atención que va más allá de la mera lectura.

Quizá los resultados de este libro se añadan a esa especie de historia que muchos uruguayos, sobre todo los que han participado dentro y fuera del país en los “recovecos” de la acción cultural y social, todavía no se deciden a contar o “reinventar” plenamente. Estamos frente a un libro que debe leerse con ganas, con fruición, con libertad. Lo recomendamos como lectura insoslayable.

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