sábado

LECCIONES DE VIDA (6) - ELISABETH KÜBLER-ROSS Y DAVID KESSLER


1 / LA LECCIÓN DE LA AUTENTICIDAD (4)

EKR (2)

Resulta todavía más difícil liberarse de los mecanismos de defensa que nos ayudaron a sobrevivir desde la infancia y que pueden actuar en nuestra contra cuando ya no los necesitamos. Una mujer aprendió, cuando era niña, a aislarse de un padre alcohólico. Sabía que cuando la situación la superaba lo mejor era alejarse y salir de la habitación. Ese era el único medio de que aquella niña de seis años disponía cuando su padre estaba borracho y gritaba. Esa forma de actuar la ayudó a sobrevivir durante una infancia difícil, pero ahora que es madre ese aislamiento es perjudicial para sus hijos. Debemos liberarnos de los recursos que ya no nos sirven. Debemos darles las gracias y dejarlos ir. En algunos caso sentiremos pena por aquella parte de nosotros que nunca llegará a ser. Aquella madre tuvo que llorar la pérdida de aquella infancia normal que nunca experimentó.

A veces obtenemos muchas cosas con los roles que representamos, pero con frecuencia nos damos cuenta al llegar al llegar a la madurez de que tienen un costo. Además, a partir de cierto momento el costo resulta insoportablemente alto. Muchas personas no se dan cuenta, hasta bien entrada la edad adulta, de que han siempre los cuidadores y pacificadores de su familia. Cuando lo comprenden, se dan cuenta de que, en efecto, son buenas personas, pero que con su familia lo han sido de una manera exagerada. De una manera inconsciente asumieron la responsabilidad de que sus padres y hermanos fueran siempre felices: terminaban con todas las peleas, les prestaban dinero y los ayudaban a conseguir empleo. Llega un momento en que nos damos cuenta de que no somos el pesado rol que representamos, y dejamos de asumirlo. Seguimos siendo buenas personas, pero ya no nos sentimos obligados a procurar que todo el mundo sea feliz.

Lo cierto es que algunas relaciones no funcionan. Los desacuerdos y las decepciones tienen que existir. Si nos sentimos responsables de la solución de todos los problemas, pagaremos un alto precio, porque esa labor es imposible de realizar.

¿De qué forma responderemos ante nuestro nuevo ser?

* Quizá nos demos cuenta de que el rol que representábamos constituía una ardua tarea y que es estupendo no sentirse responsable de la felicidad de todo el mundo.

* Quizá nos demos cuenta de que engañábamos a los demás y que los manipulábamos para que sintieran más aprecio por nosotros siendo agradables con ellos.

* Quizá nos demos cuenta de que somos estupendos siendo simplemente nosotros mismos.

* Quizá nos demos cuenta de que nuestras acciones provenían del miedo: miedo a no ser buenos, miedo a no ir al cielo, miedo a no gustar a los demás.

* Quizá nos demos cuenta de que utilizábamos el sol para ganar premios, para ser amados y admirados por todo el mundo, y veamos que sólo somos humanos, como los demás.

* Quizá nos demos cuenta de que es bueno para las otras personas tener problemas, pues ellas también están en el camino de descubrir quiénes son.

* Quizá nos demos cuenta de que los hacíamos débiles para sentirnos más fuertes.

* Quizá nos demos cuenta de que nos fijábamos en sus problemas para evitar pensar en los nuestros.

La mayoría de nosotros no ha cometido actos delictivos; aun así todos tenemos que enfrentarnos a las partes más oscuras de nuestra personalidad. El blanco y el negro son evidentes, pero son las zonas grises, como los roles de buena persona, víctima, mártir o el aislamiento, las que, con frecuencia, escondemos y negamos. Estos roles son las zonas grises de nuestra parte oscura. No podemos enfrentarnos a la negatividad profunda si no admitimos que tenemos aspectos negativos. Si reconocemos todos nuestros sentimientos, podremos convertirnos en “yos” completos.

Quizá lamentemos la pérdida de esos roles, pero nos sentiremos mejor porque seremos nosotros mismos de un modo más genuino.

Nuestro ser es eterno, nunca ha cambiado ni lo hará.

Nuestro ser es mucho más que nuestras circunstancias, ya sean magníficas o mediocres; no obstante, solemos definirnos en función de las circunstancias. Si tenemos un día estupendo (hace buen tiempo, la bolsa ha subido, el coche está limpio, los niños han sacado buenas notas y la cena y el espectáculo han sido agradables) sentimos que somos personas maravillosas. Si no es así, sentimos que no valemos nada. Nos movemos con la marea de los acontecimientos: algunos podemos controlarlos y otros no, pero nuestro ser es mucho más invariable que todo eso. Nuestro ser no puede definirse por los hechos de este mundo o nuestros roles. Esas son ilusiones, mitos que no nos hacen bien. Detrás de todas nuestras circunstancias, hay una gran persona. Descubriremos nuestra verdadera grandeza y esencia cuando nos liberamos de ese remedo de identidad y encontramos nuestro verdadero ser.

A menudo nos definimos en función de los demás. Si los otros están de mal humor, nos deprimimos; si ven que nos equivocamos, nos podemos a la defensiva. Pero nuestro verdadero ser está más allá del ataque y la defensa. Somos seres completos y valiosos, ya seamos ricos o pobres, viejos o jóvenes, merezcamos una medalla olímpica o estemos iniciando o terminando una relación. Tanto si estamos al principio de la vida como al final, en la cima de la fama o en las simas de la desesperación, siempre somos la persona que hay detrás de nuestras circunstancias. Somos lo que somos, no nuestras enfermedades ni lo que hacemos. La vida consiste en ser, no en hacer.

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