martes

ENCUENTRO CON LA SOMBRA (El poder del lado oscuro de la naturaleza humana) - 115


SÉPTIMA PARTE

28. LA DINÁMICA FUNDAMENTAL DE LA MALDAD EN EL SER HUMANO (2)

Ernest Becker

Por esas mismas fechas, Wilheim Reich elaboró todo su sistema basándose en los mismos postulados fundamentales. En La Psicología de Masas del Fascismo, Reich desentraña la mecánica del sufrimiento humano que, según él, se basa en el intento de negar su propia naturaleza animal y ser algo distinto a lo que realmente es. Para Reich, ese es el verdadero origen de todas las enfermedades psicológicas, de la crueldad y de la guerra. Es por ello que el principio fundamental de toda ideología consiste en “la repetición de la misma monótona cantinela: ‘Nosotros no somos animales,,,’ ” (1).

En su libro, Reich trata de explicar el fascismo aduciendo que este se fundamenta en la predisposición del ser humano a confiar las riendas de su destino a un líder o al Estado. Según Reich, esta predisposición encuentra un excelente caldo de cultivo en la promesa de los políticos de diseñar un nuevo mundo y de elevarnos por encima de nuestro destino natural. Es, pues, en las promesas de prosperidad e inmunidad que os ofrece el poder centralizado donde hallamos la explicación de la relativa facilidad con la que los hombres pasaron de las sociedades igualitarias a las monarquías.

Pero este nuevo orden trajo consigo un sufrimiento masivo y constante que las sociedades primitivas sólo habían tenido que afrontar ocasionalmente y, por lo general, a una escala mucho más reducida. Así pues, la tentativa del ser humano de escapar de las plagas naturales de la existencia obedeciendo a los políticos, de renunciar a su responsabilidad personal y de entregarla a estructuras de poder representativas de la inmortalidad, sólo consiguió atraerle nuevas plagas desconocidas hasta entonces. No en vano Reich acuñó la expresión “traficantes de plagas” para referirse a los políticos porque estos mienten sobre nuestras posibilidades reales y no dudan en embarcar a la humanidad en sueños inalcanzables y requerir de ella, si llega el caso, hasta el holocausto colectivo. Cuando depositamos toda nuestra energía vital sobre una mentira y tratamos de vivir en base a ella pretendiendo que el mundo es lo contrario de lo que realmente es no hacemos sino prefigurar nuestra propia ruina. La teoría alemana del superhombre -o cualquier otra teoría relativa a la superioridad de un grupo o de una nación sobre el resto- “se origina en el intento inútil de separarnos de los animales”. Para ello, lo único que se requiere es proclamar que nuestro grupo es el mejor, el más puro, que ha sido elegido para gozar plenamente de la vida y que es portador de todo tipo de valores eternos. Otros grupos -como los judíos o los gitanos, por ejemplo- son los verdaderos animales, ellos son quienes nos roban, nos contaminan, nos contagian todo tipo de enfermedades y terminan debilitando nuestra fortaleza. Entonces -como podemos constatar, por ejemplo, en las escalofriantes páginas del Mein Kampf de Hitler, en donde los judíos aparecen como unos mentirosos contumaces que acechan en el fondo de los callejones oscuros para infectar a las jóvenes vírgenes germanas- acometemos denodadas cruzadas de exterminio para purificar el mundo. Partiendo de estas nociones poco necesitamos para llegar a formular una teoría social que explique el fenómeno del chivo expiatorio.

En este punto, Reich se pregunta por qué suelen ignorarse con tanta frecuencia los nombres de los verdaderos benefactores de la humanidad cuando “hasta los mismos niños conocen el nombre de los líderes de la plaga política”. En su opinión la respuesta es la siguiente:

Las ciencias naturales machacan la conciencia del ser humano repitiéndole de continuo que no es más que un gusano en medio del universo. Los traficantes de la plaga política, por su parte, reiteran una y otra vez que el hombre no es un animal sino un “zoon politikon”, es decir, un ser portador de valores, un “ser moral”. ¡Cuánto daño ha causado la teoría platónica del Estado! Parece clara, pues, la razón por la que el hombre conoce mejor a los políticos que a los científicos: desprecia su naturaleza y no desea que le recuerden que, en lo esencial, es un animal sexual. (2)


Notas

(1) Wilheim Reich, Tha Mass Psychology of Fascism. 1933 (Nueva York: Farrar, Straus, 1970), pp. 334 y siguientes.
(2) Ibid., p. 339.

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