domingo

GASTON BACHELARD - LAUTRÉAMONT (35)


IV. EL PROBLEMA DE LA BIOGRAFÍA

Ne trépane pas le lion que reve…*
RENÉ CHAR
Moulin Premier


I (4)

Por otra parte, incluso desde el punto de vista del complejo ducassiano fundamental, parece que el sexto canto marca ya el eclipse. Veinte páginas antes del fin, la producción animal casi se ha extinguido: en el bestiario ya no aparecen animales nuevos. La tonalidad también se vuelve menos fulgurante, y un oído que se ha puesto al diapasón de los cantos precedentes, siente ya que se aproximan las últimas notas, que el complejo ha desenrollado todos sus anillos. Poética y psicológicamente, los Cantos de Maldoror constituyen pues una obra terminada. Llevan a cabo la estación de un genio. En el Prefacio a un libro futuro, renacerán algunos animales; la mayoría de las veces en paquetes, como mundos de imágenes vivientes reformadas en el inconsciente; al menor impulso polémico el poeta retomará “el fuete de cuerdas de alacranes”. Pero desde entonces sabe que las metamorfosis tienen pasiones como gérmenes. Para describir las pasiones, “basta nacer un poco chacal, un poco gavilán, un poco pantera” (p. 363). Hará pues el silencio sobre sus pasiones. “Si es infeliz, guárdese eso para usted.”

Si sólo poseyéramos de Dostoievski las Memorias del subterráneo, plantearíamos tal vez un diagnóstico tan pesimista como los relatados antes. Desde el momento en que un espíritu puede cambiar su verbo, es dueño de sí. Ahora bien, en lo que concierne a Lautréamont, tenemos la certeza de esa variación. Lautréamont ha domnado sus fantasmas.

Habrá que añadir que la conservación de la impulsión en su forma verbal, la ausencia completa de todo acto delirante, bastarían para probar el dominio de Lautréamont sobre sus complejos. Nada es extraño en su vida. Es montevideano. Llega a Francia para asistir al liceo. Va a París para estudiar matemáticas. Escribe un poema. Tiene dificultades para editarlo. Prepara una obra diferente adaptada más sensatamente a las timideces de los editores. Muere. Ningún incidente y sobre todo ningún acto que revelen extrañezas. Hay pues que regresar a la obra, instalarse en la obra; allí se entabla el proceso de la originalidad.

En verdad no, no es original el que quiere. Los espíritus que se manifiestan en la época en que Lautréamont escribe, sin duda se esfuerzan para conseguir la originalidad -¡y la mayoría se insertan en las escuelas!-. Precisamente, sólo veo a tres poetas que, han fundado escuelas sin saberlo: Baudelaire, Lautréamont, Rimbaud. Son los maestros reconocidos tardíamente, después de su muerte, maestros que no se confiaron, comentaron, explicaron. Es pues un vez más a la meditación de la obra a lo que debemos retornar para despejar alguna luz en la vida, para resolver el problema de la biografía.

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