miércoles

ENCUENTRO CON LA SOMBRA (El poder del lado oscuro de la naturaleza humana) - 82


22: EL DIABLO EN EL TAROT (1)

Sallie Nichols

Autora de Jung y el Tarot: Un viaje arquetípico (Ed. Kairós), estudió en el C. G. Jung Institute de Zurich. En la actualidad enseña simbolismo del Tarot a los estudiantes del C. G. Jung Institute de Los Angeles y suele dar frecuentes conferencias sobre el tema.

Ha llegado el momento de enfrentarse al Diablo. Como figura arquetípica pertenece al cielo, la parte superior de nuestra carta del Tarot. Pero cayó… ¿recuerdan? Según él, renunció a su empleo y abandonó los cielos. Dijo que merecía una mujer oportunidad, ascender y gozar de más autoridad.

Pero no es esta la historia que cuentan los demás. La mayor parte de las leyendas que narran el incidente afirman que Satán fue despedido a causa de su orgullo y su arrogancia. Era despótico y ambicioso y desmesuradamente orgulloso de sí mismo. Sus modales, sin embargo, eran fascinantes y muy seductores. Sólo así podemos entender que consiguiera organizar una rebelión a espaldas del Jefe mientras que, al mismo tiempo, imploraba sus favores.

Le gustaba pensar que era su hijo predilecto. Tenía celos de todo el mundo, especialmente de la humanidad. Odiaba a Adán y le irritaba pensar que fuera él quien gobernara el armonioso jardín del Paraíso. Para él la seguridad complaciente era -y sigue siendo- anatema. La perfección le fastidiaba y la inocencia le sacaba de quicio. La tentación era -y sigue siendo- su especialidad. ¡Cómo disfrutó tentando a Eva y ocasionando su expulsión del Paraíso!

Hay quienes llegan a decir que Dios es tan bueno que jamás hubieran podido ocurrírsele las diabólicas triquiñuelas que usó para poner a prueba a Job de no haber sido inspirado por Satán. Otros, por el contrario, afirman que el Señor es omnisciente y todopoderoso y que, por consiguiente, es el único responsable del tercer grado al que sometió a Job. La polémica sobre la responsabilidad del sufrimiento de Job ha durado muchos siglos, todavía no ha llegado a ninguna conclusión definitiva y es muy posible que jamás se llegue a ella. La razón es muy sencilla: el Diablo confunde porque está confundido. Si echamos un vistazo a la imagen de esta carta del Tarot comprenderemos por qué. La imagen del Diablo se nos presenta como un agregado incoherente de rasgos completamente dispares. Tiene cornamenta de ciervo, garras de ave predadora y alas de murciélago. Se refiere a sí mismo como un hombre pero tiene pechos de mujer -o, mejor dicho, porta pechos de mujer, porque esos pechos parecen estar pegados o pintados. Ese ridículo peto, sin embargo, resulta muy poco protector. Quizás constituya un emblema para ocultar la crueldad, tal vez sea una alusión simbólica a su uso de la ingenuidad y la inocencia femeninas para lograr introducirse subrepticiamente en nuestro jardín. En cualquier caso, lo cierto es que la leyenda del Paraíso nos dice que el diablo utiliza la inocencia -personificada por Eva- para colarse de rondón en nuestro interior.

El hecho de que el peto sea rígido y postizo puede también insinuar que el aspecto femenino del Diablo es mecánico, poco coordinado y que no siempre está bajo su control. Resulta también significativo, en este sentido, que lleve consigo un yelmo dorado, trbuto de Wotan, un dios vengativo sujeto a frecuentes arrebatos de cólera cada vez que veía amenazada su autoridad.

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