sábado

JESÚS DE PUNTA DEL ESTE (6) - HUGO GIOVANETTI VIOLA


(primera edición: Grupo Lector Universo 1995 / primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes 2015)

SEXTA ENTREGA


21 / EL CHANCHO

El Chancho volvió del baño terminando de acomodarse la camisa que se le pagaba la espalda y dijo:

-Mirá vos. Así que terminaste católico.

-Sí. Ni siquiera puedo comulgar por reglamentaciones sacramentales retrógradas pero -como recomendaba Santa Teresa- meto el pan en el vino y chau. Además volví a encontrar al Hombre Nuevo, Chancho.

En el fondo sigue siendo un pobre manijeador de boludos.

-¿Te parece que estamos para seguir con esas etiquetas? -demagogizó el periodista, buscando inútilmente alguna mirada cómplice. -A ver, ¿qué se puede entender por Hombre Nuevo en este quilombo asqueante? No me refiero al respetabilísimo establecimiento de Mimí sino al mundo, por supuesto.

Leonardo se llena el vaso poniendo ojos de Secretario General y dice lo más campante:

-El Hombre Nuevo es el que purga las tres potencias del alma -entendimiento, memoria y voluntad- amparándose en las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Primero: para purificar los límites innatos del jardín racional investiga y cultiva el universo encaramado en la blancura esteparia de la fe. Segundo: para liberar la memoria del pantano del horror deposita toda su atención esperanzada en el oro-verdor del reino indestructible por el que batallamos. Tercero: para aplastar los bajones-abismos de la voluntad levanta el corazón hacia el diario sacrificio de ayudar a vivir a los pobres de espíritu, en virtud de la alianza nueva y eterna: el rojo derramamiento que nos hizo invencibles.

-¿Rojo derramamiento que nos hizo invencibles y estepas y batallas y alianzas? ¿Pero no ves que seguís siendo un bolche incurable, chiquilín?

-No te creas: lo que acabás de escuchar -más o menos glosado- es doctrina de San Juan de la Cruz, carmelita descalzo del siglo XVI.

-¿Así que también te las tirás de predicador underground, como el Jesusito de Montreal? Mirá, ya tengo el título para una futura nota: Jesús de Punta del Este. Con eso rompemos todo.

-Tené fe -sonrió Leonardo, rozándole un antebrazo al hombrón remangado. -Mirá que yo te conozco y sé que hay cosas que te importan más que los dólares que puedas amorralar haciendo porquerías. Tené pena de los mafiosos, que para sentirse bien necesitan comprar y pudrir gente. Esos ya se perdieron. Pero vos todavía necesitás sentirte bien de verdad: no te empantanes, Chancho. ¿Te acordás de la canción de Sabina?

Y me canta despacito:

-No hay nostalgia peor / que añorar lo que nunca jamás sucedió. Nuestro famoso avance revolucionario fue menos revolucionario que un arbolito de Navidad sin chirimbolos, Cluzeau.

El periodista hizo fondo blanco, eructó sin disimulo y gruñó:

-Bueno, ya que la mano viene de citar gaitas yo sigo prefiriendo la canción de Serrat: Nunca es triste la verdad: / lo que no tiene es remedio.

Leonardo mira a los pibes poniendo cara de Menotti y dice:

-¿Se acuerdan que hace poco analizamos ese final?

Y explicó en dirección al periodista:

-Esa es la más hermosa definición de la cruz que yo he escuchado en el cancionero popular.

-¿DEFINICIÓN DE QUÉ? -doy un salto.

-De la cruz -bajó los ojos Leonardo. -Y además no te olvides de la resurrección.

-Por ahora voy a cambiarle el agua a las aceitunas en segunda instancia, si el Maestro lo permite.



22 / LEONARDO

Al volver de Punta del Este en el auto de Federica Leonardo les había pedido a los muchachos que lo dejaran solo para ensayar los temas que debería cantar aquella noche. Salgo al patio y enseguida reconozco al hombre que contempla el amanecer lunar.

-Buenas noches, maestro -dijo Leonardo. -Agradezco profundísimamente esta visita. Ya casi no me queda tiempo para nada.

-Va a tener más visitas, todavía. No se asuste. Use cada minuto como es debido y terminará deseando que le arranquen la razón de una vez. Acuérdese de la anécdota de la ejecución que cuenta el príncipe Mishkin.

El despegue de la luna le hace resplandecer la cava prominente y le excava los huecos laterales del cráneo.

-No se preocupe más -insistió Fiodor Mjáilovich. -Hablan mucho de la maldad humana. O de la estupidez. O de la concupiscencia. Pero lo que es realmente fabuloso es la distracción humana.

Siento frío.

-Mire abajo de mi barba -siguió rumiando el hombre con ronquera canallesca. -¿Le gustan las medallas? Me las pusieron por conservador. O por medievalista, es lo mismo. No entienden lo que escribí. TODAVÍA NO LO ENTIENDEN!!!! Me consideran un genial fanático religioso demodé. Como Dante o Vivaldi o Cervantes o Bach o todos los que usted quiera. Fuimos todos idiotas, ¿se da cuenta? Inventamos a Dios y nos engañamos a nosotros mismos.

El jazmín le deposita una flor en la barba pero no se la saca.

-¿Distracción para el bien, nomás? -preguntó Leonardo.

El Maestro se decide a mirare fijo y me taladra con dos pasas inyectadas de luz.

-¿Qué le pasaría a usted si una noche soñara que sodomiza al querubín de la guitarra estrellada? Sueña que lo sodomiza todos los días, naturalísimamente. Porque con la mujer no hay caso. Y en el medio del sueño empieza a darse cuenta de que algo no marcha bien. Y de golpe concientiza la monstruosidad sin demasiado asombro y se despierta sintiendo que lloraría por los aljibes de todos los hombres del mundo hasta el mismísimo Día del Juicio. ¿Se distraería del mal, después?

Miro el nácar de la guitarra que me tirita en las manos y murmuro que no.

-Pero la mayoría de los hombres se sigue distrayendo. De todo. O se deja distraer. Perdone: ¿en esta casa no hay luz?

-Mi compañera fue a pagar el recibo esta tarde. Todavía no la pusieron.

-¿Y por qué no usan velas?

-Usamos.

-Traiga una, por favor. No me fio de la luna.

Pero cuando Leonardo volvió al patio se acabó la visión. Entonces subo un momento los ojos hacia la nitidez de las constelaciones y me pongo a cantar como un exorcizado.



23 / PABLO

Leonardo cantó por segunda vez el Adagio y torció la cabeza y descubrió a Pablo acurrucado en la oscuridad de la cocina. Lo interrumpí. El chiquilín lloraba lentamente y sin ruido, y a cada momento se fregaba los ojos y los costados del rostro con una especie de mano-parabrisas.

-¿Y tu madre? -me pregunta.

-Ya viene.

Pablo apenas podía hablar. Ahí llegó. El taconeo de Mariana retumbó en la vereda y los escalones de la entrada, hasta que un tropezón y un grito parecieron sacudir la vela y los jazmines:

-¿TODAVÍA NO PUSIERON LA LUZ?

El Maestro trata de reírse. Hasta que la calavera desencajada de Mariana surgió detrás de Pablo y la escucharon sisear:

-Ojalá reventaras, Maestro. Habría que descuartizarte de una vez por todas a ver si nos dejás en paz, ¿sabés? Una yira de Mimí en Casamar: eso sí que va a ser el cague de risa para la pitucada. Ma qué vos en pelotas. El único trapo como la gente que encontré me costo toda la guita que me gané ayer. ¿Qué tal? Y vos todavía creyendo que te van a pagar 20 mil dólares por mostrar las pelotas. Tus pelotas ya no sirven, ¿sabés? Vos para lo único que servís es para manosear gente. Me metés la mano a mí y al Pato y a los guachitos y las guachitas alzadas de la banda porque te creés que sos el pepe Guerra mezclado con Luis Miguel: un divinazo, ¿viste? Mirá, un día van a llevarte preso peor que si fueras el degollador de Carrasco o el Nino Gavazzo, y te lo merecés. Y ojalá que en la comisaría te claven hasta los pungas, aunque en el fondo te debe gustar consolarte con la mema. Che, ¿y la gurisada sabe que ahora te dio por hablar y discutir solaina como las putas viejas?

-Por favor, ¿no me tirarías un Nevada?

El cigarrillo cae más cerca de mí que de él, pero no me animo a alcanzárselo.

-¿VAS A SEGUIR LLORANDO, PATO? -desparramó las ollas de una patada Mariana. -¿HASTA QUÉ HORA VAS A LLORAR, MARICÓN? MIRÁ QUE YO ASÍ NO TE LLEVO NI A CASAMAR NI AL CONGO, ¿ENTENDISTE? PORQUE SI ESTUVIERAS POR UN GATO QUE SE MURIO DE VERAS VAYA Y PASE, PERO CÓMO VAS A HACERLE CASO A LA NURI?

El Maestro se saca el cigarrillo apagado de la boca y dice:

-Qué pasó.

-No te importa -jadeó la mujer.

-QUÉ PASÓ. Contá, Pablo.

-Le escuchó zambear a la Nuri que se le murió el gato y que lo veló y todo -me agarra la cabeza mamá y tengo que apretar mucho el cuerpo para no hacerme arriba. -Esa es la mentirosa más grande del mundo, mijo. Mirá si va a tirar al gato envuelto en la pañoleta rusa: justo esa pañoleta. ¿Con qué nos iba a basurear, después?

Entonces voy hasta el baño y al volver encuentro al Maestro fumando de espaldas a mamá.

-Bueno -suspiró Mariana. -Va a haber que empilcharse a oscuras, nomás.

-Hijo -dice el Maestro. -¿No hay muchos gatos blancos con ojos azules, verdad?

-Yo no conozco ningún otro.

-¿Porqué no vas a buscarlo a la plaza? A lo mejor anda perdido por ahí y lo encontrás. La Nuri vive cerca. Y tu madre tiene razón en lo que dijo sobre la pañoleta. Tené fe y búscalo. Andá.

-¿Fe? -pedorreó una humareda Mariana. -¿POR QUÉ NO REZÁS PARA QUE EL ALMA PORIDA DE LA UTE VENGA A PONER LA LUZ DE UNA VEZ, DIVINAZO?


24 / TIAGO

Saúl, Tiago y los dos Marios habían ido a comer pizza a un bar de la plaza grande. Acabamos de combinar con Lourdes y Yoselem para tomar todos juntos el ómnibus a las diez y media.

-Yo tengo que decirla verdad, loco -se tomó medio chopp sin respirar el gordo. -De últimas no lo entiendo al Maestro, por más que lo respete. Yo no tocaría desnudo para estos cerdos ni por 200 mil dólares.

-Sí. Es más fácil odiarlos de callado -ladra el otro Mario.

-Todo mal -se quemó con la pizza el gordo, y liquidó el chopp y levantó el brazo para pedir otro. -Todo mal contigo, loco.

Nos miramos con Saúl.

-A mí no me eructés en la cara -se enderezó el muchacho de lentes neblinosos.

-Basta -trato de parodiar al Maestro. -La paz con ustedes, hermanos.

-La paz sea con nosotros -corrigió Saúl, tratando de reírse.

Entonces veo entrar al Nengo y entiendo por qué vinimos a comer aquí.

-Ya llegó -dijo Tiago. -Tranquilos, please.

-Pizza podrida -vuelve a quemarse el gordo, y toma un trago de mi chopp y prende un cigarrillo.

El mulato con jopo a lo Elvis Presley esperó unos segundos y avanzó hasta pararse atrás del otro Mario.

-Todo bien -nos pregunta.

Saúl se acarició la barba ya espejeante y volvió a sonreír.

-Bien -tomo pura espuma, tratando de pensar en el Maestro y en Lourdes. -Todo bien. Borrate, macho.

-Ustedes no entendieron nada de lo que quise hacer, me parece.

-Borrate.

El mozo trajo la cerveza.

-Okey -se rifa el Nengo. -El que nació papito nunca llega a corneta, como decía mi abuela.

-Yo te voy a explicar lo que pensaba mi abuela de los traidores -se incorporó el muchacho de lentes neblinosos y cola de caballo hasta la cintura, pero Tiago le prensó un hombro como para no dejarlo saltar en un rebote basquetbolístico.

El mozo viene a calmarnos.

-Qué lo tiró. ¿Ya los volvió locos la fama? -se rio forzadamente el hombre cuarentón. -Por lo menos esperen a hacer guita para sacarse los ojos, muchachos.

-¿Alguien te pidió consejo? -se para de un salto el gordo.

El mozo se secó una frente bondadosa y dijo:

-Macanudo. Pero vayan a trenzarse afuera, en todo caso. Son órdenes del patrón y no consejos míos.

-El Maestro nos cagó a todos -aprovecha para decir el Nengo, y le veo brillar al diablo nada más que en la gomina. -Se quedó con el contrato para él solo, al final.

-El Rey de los Asquerosos -siseó Tiago.

Y de un solo manotazo calzo al Nengo de la nuca y le refriego la cara en el plato de la pizza.

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