jueves

ARTURO DÁVILA -´EL NEOBARROCO SIN LÁGRIMAS (19)



2.- En ensayo como forma de ideal. Si la cultura “desinteresada”, elevadora del espíritu, con la literatura (y la poesía) en su centro, se volvió el discurso fundacional  de la lucha de Reyes y los ateneístas en ese México revolucionario desordenado  y en “crisis”, el ensayo como forma literaria será su arma predilecta. (30) Se constituyó como el género adecuado para responder de manera “desinteresada” a las urgencias sociales de la modernización. Sustituyó a la crónica de los modernistas, más cercana al periodismo y a sus intereses monetarios, mercantiles. Ya que la “alta cultura”, áurica y de corte “arielista”, rechazaba el utilitarismo de la época, el ensayo se irguió como el dispositivo perfecto para mediatizar la necesidad de ubicarse en los espacios de “lo bello” -la estética- y facilitarlo a la emergente masa que aparecía en las calles, informe e ignorante, bárbara y revolucionaria. Por otro lado, estaba más cerca del libro, que ocupaba una jerarquía más distinguida que el periódico dirigido a la conversación de la tarde y al olvido, como diría Borges. El ensayo le permitió al intelectual ateneísta, ver de lejos y arriba (como desde una torre), los eventos sociales mediatizados por la función estética. Además, sugiere Ramos, ensanchó el territorio social del literato y se convirtió en “la forma privilegiada de los ‘maestros’ de principios de siglo” (215). Esta nueva torre intelectual, esteta, espacio superior que recoge el ensayo como su genero de lucha, explica, en cierta manera, por qué Reyes, como representante de la “alta cultura” se acoge a este estilo, ya que, además, le permite moverse como Góngora, Mallarmé, Goethe y los clásicos grecolatinos, algunos de sus temas favoritos.

Notas

(30) Ramos refiere que “la metáfora de la guerra intelectual” (222) fue utilizada por los mismos ateneístas para definir su lucha por la hegemonía cultural de aquella época.

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