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LA NUBE DEL NO-SABER (78) - ANÓNIMO INGLÉS DEL SIGLO XIV


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Sin duda, cuando comiences este ejercicio, tus facultades indisciplinadas, al no encontrar carne con que alimentarse, te increparán airadamente para que lo abandones. Te pedirán que emprendas algo más digno, que significa, por supuesto, algo más adecuado a ellas. Pero ahora tú estás entregado a una obra tan por encima de su actividad acostumbrada, que piensan que estás perdiendo el tiempo. Pero su desagrado, por cuanto tiene aquí su origen, de hecho es una buena señal, ya que prueba que has emprendido algo de gran valor. Eso me complace. ¿Y por qué no? Pues no puede haber nada, ni ningún ejercicio de mis facultades físicas o espirituales que me pueda acercar tanto a Dios y alejarme del mundo, como esta tranquila y limpia conciencia de mi ciego ser y de mi entrega gozosa del mismo Dios.

No te inquietes, pues, si tus facultades de rebelan y te instigan a que abandones este ejercicio. Como te digo, sólo es porque no encuentran pasto en Él. Pero no debes ceder. Domínate negándote a alimentarlas a pesar de su rabia. Por alimentarlas entiendo el que te entregues a toda clase de especulaciones intrincadas para hurgar en los aspectos particulares de tu ser. Meditaciones como esta tienen ciertamente su lugar y su valor, pero, a diferencia de la ciega conciencia de tu ser y el don de ti mismo a Dios, llevan a la ruptura y a la dispersión de tu unidad de tu ser tan necesario para un encuentro profundo con Dios. Mantente, por tanto, recogido y anclado en el centro profundo de tu espíritu y no te vuelvas atrás para actuar con tus facultades bajo ningún pretexto por sublime que sea.

Escucha el consejo y la instrucción que Salomón dio a su hijo cuando dijo:

Honra a Yavé con tus riquezas con las primicias de todas tus ganancias: tus trojes se llenarán de grano y rebosarán de mosto tu lagar.

Salomón decía esto a su hijo, pero has de tomarlo como dirigido a ti mismo, y entiéndelo espiritualmente, según el sentido que yo, poniéndome en su lugar, voy a explicarte.

Mi querido amigo en Dios, pasa por alto las interminables y complicadas investigaciones del intelecto y da culto al Señor tu Dios con todo tu ser. Ofrécele tu mismo yo con toda simplicidad, todo lo que eres y tal como eres, sin concentrarte en ningún aspecto particular de tu ser. De esta manera no puede dispersarse tu atención ni enredarse tu afecto, pues ello te estropearía tu unidad de corazón y consiguientemente tu unión con Dios.

Con las primicias de todas tus ganancias. Se refiere aquí al más importante de todos los dones especiales de la naturaleza y de la gracia que se te han otorgado al crearte y se te han fomentado a través de los años hasta este momento. Con estos dones de Dios, estos frutos, estás obligado a nutrir y ayudarte no sólo a ti mismo sino a todos los que son tus hermanos y hermanas por naturaleza y gracia. A los más importantes de estos dones los llamo primicias. Es el don del ser mismo, el primer don que recibe toda criatura. Cierto que todos los atributos de tu existencia personal están tan íntimamente ligados a tu ser que de hecho son inseparables de Él. En cierto sentido, sin embargo, no tendrían realidad alguna, si tú no existieras antes que ellos. Tu existencia, por tanto, merece ser llamada la primicia de tus dones, porque realmente lo es. Solamente ser ha de llamarse la primicia de tus frutos.

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