martes

SUPLEMENTO DEL TALLER LITERARIO DE LIVERPOOL F.C. (15)


FEDERICO RODRIGO


CULPABLES
La televisión no paraba de salpicar basura. Ella buscaba que desgracias ajenas embalsamaran las suyas.

Mientras, en el suelo, su hija jugaba a las mamás. Ese era su sueño: ser mamá.

Pero la basura de siempre y las desgracias ajenas ensuciaron su casa cuando el informativo les refregó la imagen de una mujer buscada por prostitución.

A la niña se le calló la mirada al ver el retrato en la tele: "sos vos ma" dijo su índice señalándolo. La madre replicó con calma:

-No mi amor: son ellos.



ARIEL AZOR


LA ALDEA

Francisco nació acomodado y su vida estuvo siempre resuelta. Era único hijo y heredero de la estancia que el General Julius, su abuelo, había empezado a construir para que su hijo, Ministro de la Iglesia Metodista y Alcalde de la ciudad, explotara terminando de consolidar su capital. Francisco no sólo heredó la estancia sino también los cargos de Alcalde y Pastor, aunque renunció a ellos cuando vio que otros discutían sus decisiones y dejó de ir a la iglesia cuando Dios no lo escuchó el día que su mujer y su hijo murieron en un terrible accidente ocurrido por un descuido suyo.

Hoy es su cumpleaños número 64. Su nueva mujer, la hija del capataz, 32 años más joven que él, acababa de preparar un festejo, como lo hacía siempre. Tanto ella como Francisco vivían encerrados en la estancia y ya no recordaban cómo era el mundo de afuera. Hoy Andrea, la hermosa y juvenil concubina de Francisco, convocó uno por uno a los empleados de la estancia para que pasaran a saludar al patrón a las 6 de la tarde. En la mesa del porche los esperaría una mesa con manteles limpios, picadillos y el mejor vino casero.

El hombre había permanecido todo el día en la alcoba recordando el terrible accidente que sufrieron su esposa y su hijo. Se sentía enfermo y agotado sobre todo mentalmente, mientras pensaba que ni siquiera tenía un heredero a quien dejarle la fortuna amasada por la familia. Además la tisana diaria que le traía Andrea hoy le había caído peor que nunca.

A las 6 de la tarde todos los peones rodeaban la mesa respirando el olor a caballo, a tierra húmeda, a fiambre y queso fresco, mientras esperaban que salieran Francisco y la hermosa mujer a invitarlos con el vino más añejo de la estancia. Hace como un mes que no ven al patrón y todos saben que está enfermo. Francisco, tomado del brazo por su compañera y tapándose la boca con un pañuelo cada vez que lo ataca una ronca y sufrida, saludó a todos con un brazo en alto.

-Compañeros -gritó tanto como pudo, aunque al apoyarse en la mesa se cayó, junto con todo el vino. Los peones se apresuraron a ayudarlo pero ella lo atajó gritando “¡Déjenlo, déjenlo, denle aire, apártense!” y durante un rato se quedaron mirándolo tirado, allí, inconsciente.

Cuando lo llevaron a la alcoba donde había pasado tantos hermosos momentos con su concubina, Francisco empezó a escuchar, ya semiconsciente, cómo ella y su médico personal hablaban de lo agitada y laboriosa que fue su vida y que lo que precisaba ahora era un descansar en un lugar que le habían preparado para que estuviera rodeado de paz, tranquilidad y aire puro. Los escuchaba apenas, y cuando quiso contestarles que no se quería ir de allí, ni siquiera le salieron las palabras.

Después de un tiempo fue a parar a una aldea lejana, apartada del mundo y de sus cosas. No supo quién lo llevó ni cómo, pero inmediatamente dedujo que había sido dormido y puesto allí, en el medio de la nada. Allí descubrió que no hay política, ni religión, ni policía, ni bancos ni dinero y que él no parece encajar en aquella comunidad que no tiene nombre ni ubicación localizable y donde todo se hace en forma artesanal. Entonces entendió que había sido traicionado por Andrea y su médico, que ahora manejan sus bienes, y que nunca saldrá de ese lugar rodeado de montañas y sin caminos. Pero está agradecido, ya que su tos desapareció y ahora respira como antes y se siente mejor. Todas las mañanas se levanta y hace su caminata. Ahora su casa es una vieja choza de madera de una pieza, y sus bienes unas bolsas llenas de latas de conserva y carne salada. Camina y cada vez que se cruza con alguien se para, se quita su sombrero, saluda y hace alguna pregunta que a veces es estúpida, aunque nadie parece querer hablar con él: agachan sus cabezas y siguen de largo.

Después de un tiempo todo le empezó a parecer aburrido y comenzó a acumular pensamientos, a estar mucho tiempo consigo mismo y a idear la forma de ser escuchado por los demás, de hacer amistades, de ser parte de la comunidad y encontrar una forma de organizar a la gente. Tomó unas latas de la bolsa y se las llevó al que había visto arreglar los zapatos de todos. Se presentó ante él extendiendo su mano para mostrarle lo que le llevaba como obsequio, y al sentarse sentó sobre uno de los rolos mientras el hombre ni siquiera levantaba la cabeza para mirarlo le empezó a hablar de lo maravilloso que era su trabajo. Le dijo que desde ahora en adelante iba a llamarlo zapatero, además de convencerlo de lo importante que era para la comunidad, ya que si no fuera por él todos andarían descalzos. El zapatero dejó de hacer lo que estaba haciendo para ver los ojos de aquel extraño personaje venido de no se sabía dónde y comenzó a prestarle atención, hasta que terminó extendiéndole su mano para devolverle el saludo. Francisco sintió que su primer paso había sido un éxito y volvió a su choza, tomó otras latas y fue a buscar al hombre que arreglaba las sillas de todos. Habló con él y de cómo los demás se tendrían que sentar sobre la tierra si no fuera por su trabajo. Y continuo visitando gente y a todos les contó de las maravillas de la tecnología y de cómo todo avanzaba en el mundo. Escondió alguna cosas de algunos y les habló de cómo deberían organizarse para que eso no siguiera pasando. Al martillo del carpintero, que no era más que una rama con una piedra atada en la punta, lo escondió entre las cosas del zapatero, y los clavos para zapatos los escondió en casa del carpintero. Después, cuando ellos se acusaron mutuamente se les puso en el medio y antes que reinaran los golpes gritó:

-¡Compañeros, estas cosas debemos resolverlas en una reunión de toda la comunidad! Por lo tanto, yo les propongo que mañana nos encontremos todos en un lugar a definir y resolvamos los problemas pacíficamente.

Hombres, mujeres y niños fueron informados de las palabras de tan ilustre persona y al otro día participaron de aquella primera reunión de la comunidad.

En un principio, como era de esperarse, todos fueron agravios y acusaciones, del carpintero y los suyos al zapatero y viceversa. Los demás escuchaban sin entender por qué uno le había robado algo al otro, hasta que fueron tomando diferentes partidos y los insultos y agravios se generalizaron. Finalmente salieron a la luz cuestiones del engaño, del amor y la traición de los antepasados y algunos le exigieron al viejo, que los observaba allí sentado y sin decir una palabra, que le pusiera fin a aquello. Él se levantó, subió los brazos pidiendo silencio y logró que lo escucharan:

-¡Como ustedes saben, compañeros -empezó diciendo- yo vengo de un mundo donde estas cosas no pasan, porque todo está organizado para que justamente no sucedan. Por lo tanto les propongo imitarlos y empezar a organizarnos. Lo primero que debemos hacer para que todo funcione sin robos ni confusiones es elegir a una persona y un ayudante que sean los que vigilen y guíen la comunidad. Lo que esta persona resuelva debe ser aceptado por todos!

-¿Y cómo sabremos a quien elegir? -dijo uno-. Yo lo elegiría a usted…

-Se lo agradezco, pero no puedo ser yo. Tiene que ser una persona más joven y fuerte, porque si alguien se resiste deberá utilizar la fuerza, y aquel que cometa una falta contra la comunidad o algún miembro de ella, deberá ser encerrado un tiempo para que reflexione sobre lo que hizo. Yo propongo que el zapatero y el carpintero sean los candidatos y nosotros nos tomemos unos días para pensar y decidir quién de los dos va a ser el guía de la comunidad. ¿Qué les parece si en tres días nos reunirnos aquí nuevamente y cada uno trae escrito en un papel el nombre del candidato que eligieron? Y aquel que tenga más votos será el elegido.

Y todos aceptaron y quedaron en eso.

Al día siguiente, el martes, el viejo fue a visitar al carpintero y le habló de cómo tenía que ganarse los votos de los demás, de cómo debía ir a visitar a cada una de las personas y convencerlos con promesas. El miércoles fue a visitar al zapatero. El jueves, el zapatero les prometió a todos que ninguno si ganaba él nadie más volvería a andar descalzo. Y el viernes el carpintero les prometió a todos que si lo elegían a él nunca más volverían a sentarse sobre la tierra.

El sábado se armó un gran alboroto y todos le entregaron su papel al viejo Francisco. Él estaba sentado adelante, y antes de leerlos y empezar el conteo, propuso que se comenzara a construir inmediatamente un lugar seguro para aquellos merecieran ser encerrados un tiempo a meditar en caso de haber caído en falta frente a la comunidad.

El primer papel decía carpintero, el segundo también, el tercero, zapatero. Al final el zapatero obtuvo 125 votos y el carpintero 112. Nuevamente reinaron el alboroto y las acusaciones, y los candidatos se trenzaron a golpes. Cuando todo parecía calmarse, el nuevo líder se paró frente a todos, al lado del viejo Francisco, y tapándose un ojo con la mano que ya empezaba a hinchársele, les gritó:

-Yo soy, como dijo el buen hombre mandado por dios desde el mundo verdadero, el líder, y declaro que tomemos este lugar hasta que construyamos el otro como lugar para encerrar a aquellos que desobedecen. Y declaro haber sido agredido por el carpintero -a lo que el otro respondió insultándolo- y que lo encerremos unos días para que piense y se dé cuenta que yo gané y ahora debe obedecerme.

Aquella noche hubo fiesta, para algunos. El zapatero iba y venía a cada rato iba a ver si el carpintero no se había escapado.

Al final el viejo se acostó y durmió profundamente, como todas las noches del resto de su vida, en aquella choza, en aquella aldea, olvidándose de Andrea, de su estancia y de su antiguo mundo. Al tiempo notó cómo todo iba progresando, incluso él ahora se sentía mejor y más importante, porque tenía el poder y nadie discutía sus decisiones. Entonces eligió al carpintero como emisario para que saliera a hablarle al mundo sobre las maravillas y los recursos naturales que existían en aquella tierra virgen. Fue así como empezaron a llegar los curiosos, los turistas y luego los inversionistas. Ahora el pueblo tiene hotel, calle, alcalde, iglesia, policía, dinero, almacenes, la riqueza de su suelo y un cartel en la entrada que dice: “BIENVENIDOS A LA CIUDAD LA ALDEA”

Todos tienen trabajo, como les había prometido el viejo. Él, por su parte, administra la nueva mina por encargo de una importante compañía internacional, llevándose el 40% de sus ganancias, con las que paga los sueldos, además de destinar un tanto al desarrollo de la comunidad.

El zapatero y el carpintero afinaron sus asperezas y son ahora la mano derecha del viejo Francisco, ambos importantes y respetados, aunque ya no arreglan más por más los zapatos ni los asientos, porque esas tareas las realizan establecimientos modernos. Todos dejaron de ser lo que eran, y la paz y tranquilidad nunca más reinó entre ellos. Además ahora podés ubicar La Aldea en el mapa y visitarla, si querés.



JOSÉ LUIS MACHADO


7 HAIKUS

Ver la alborada

por la escala del trino
suben gorriones.



Entre las luces
de las horas contigo
está la magia.


Entre las luces
de las horas contigo
está la magia.


A ras de nube

las golondrinas vibran
y alzan el vuelo.



La mensajera

deja caer al agua
su sombra suave.



Atormentada

por el azur inmune
se fuga un ave.



El gorrión pluma

a mi lumbrera llega

desde lo humilde.

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