sábado

ALBERTO METHOL FERRÉ - LOS ESTADOS CONTINENTALES Y EL MERCOSUR


TRIGESIMOSEGUNDA ENTREGA

CAPÍTULO 5


Las tres épocas de la globalización (3)

Esta situación híbrida del siglo xx caracteriza íntimamente a los Imperios británico y francés, tanto como al revés a la urss. Pues los Imperios heterogéneos intentaron evolucionar hacia la homogeneidad del Estado-Continental, en tanto que éste, en la urss, al desintegrarse mostraba la sobrevivencia heterogénea del viejo Imperio zarista. Y desde ambos extremos, vino el surgimiento contemporáneo de innumerables Estados-Nación, de los que casi ninguno alcanza el umbral, ni siquiera del Estado-Nación Industrial.

El siglo xx se abrió con el primer Estado-Continental moderno. Sin embargo, tanto el inglés Mackinder como luego el alemán Haushofer no percibieron este magno acontecimiento, prisioneros de la historia que tenía su eje desde siempre en la Isla Mundial. Pero pocos meses después de la célebre conferencia de Mackinder,

[…] en una disertación de julio de 1904 habló Mahan sobre la posibilidades de que los Estados Unidos de Norteamérica e Inglaterra se unieran de nuevo... Lo decisivo, a su juicio, era la necesidad de mantener el dominio anglosajón en el mar, y que eso sólo podía lograrse sobre una base insular, mediante la unión de las dos potencias angloamericanas. Inglaterra misma se ha hecho demasiado pequeña, a consecuencia de los últimos adelantos, y por eso ya no es una isla de los nuevos tiempos. Debido a su extensión —dice Mahan— no se ha tenido hasta ahora conciencia de ello; pero corresponde, sin embargo, a las proporciones y medidas de hoy en día. El carácter insular de los Estados Unidos debe conseguir que el dominio de los mares pueda ser reservado y ejercido en adelante sobre bases más amplias. América es la Gran Isla desde la que debe ser perpetuada la conquista inglesa de los mares y continuada en gran escala la hegemonía marítima que los angloamericanos ejercen en el mundo.[3]

El primer Estado-Continental le ofrecía al último Imperio talasocrático de la era colombina convertirse en su apéndice. A la verdad, el único europeo capaz de entender entonces cabalmente al almirante Mahan era Ratzel.[4] El poder del nuevo Estado-Continental se hizo evidente en la Primera Guerra Mundial, en la que Estados Unidos apenas se movió y la decidió. Solo que volvió rápidamente a su aislacionismo y dejó a los europeos la ilusión que seguían siendo el centro político del mundo.

En la Segunda Guerra Mundial la Ecúmene entera supo la realidad. A Estados Unidos no lo tocó ni una bombita de olor. Volvió a ser, a escala más amplia, una fácil victoria. Desde 1945 a 1989-91, la historia mundial fue regida abiertamente por el conflicto de las dos potencias continentales, Estados Unidos y la urss. Sin embargo, la idea de la nueva centralidad histórica del Estado-Continental no ingresó en las ciencias políticas. Solo se hablaba vagamente de “superpotencias”, sin explicar los nuevos significados y los nuevos umbrales históricos que se alcanzaban irreversiblemente. La idea de la “era de los Estados-Continentales” quedó arrumbada en los trastos viejos de la geopolítica alemana y los ensueños cartográficos de Haushofer. Los conflictos de democracia liberal versus marxismo, o de mercado versus planificación total, en vez de enmarcarse en los Estados-Continentales, borraban u oscurecían a los Estados-Continentales. Todo quedó en la “olla podrida” de los Estados-Nación.

En nuestro tiempo político, sin la idea del Estado-Nación nada se entiende. Pero con la sola idea del Estado-Nación tampoco nada se entiende. Una idea que sirve para todo, termina no sirviendo para nada. De ahí el batiburrillo confuso de voces que matan al Estado-Nación en tanto que otras lo salvan. El más antiguo precepto escolástico aconseja: distinguir para unir.
La segunda época de la globalización, cuando ya el mundo es un solo sistema, es principalmente la época del enfrentamiento bipolar eeuu-urss, donde bajo el rostro de una revolución mundial se dirime una vasta guerra civil de Occidente, nacida en el seno de sus Estados-Nación Industriales. Esa guerra civil propia de la civilización occidental, hegemónica desde el siglo xvi, se cierra en la primera contienda de dos Estados-Continentales. Así, la segunda época de globalización determinará la primera lucha de dos Estados Continentales como última etapa del exclusivo protagonismo de Occidente en la Ecúmene. Y con el derrumbe de la urss en 1989-91 queda en pie un solo Estado-Continental, los Estados Unidos de Norteamérica. ¿Qué rasgos tiene entonces la tercera época que se abre en nuestros días? ¿Qué rasgos principales tiene esta nueva fase de la globalización?

Notas

[3]Citado por Carl Schmitt, Tierra y Mar, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1952, pág. 106.

[4]Esta afirmación es exagerada. Pueden encontrarse algunos otros. Por ejemplo un inglés como Seeley también lo hubiera entendido. Sir John Seeley en su obra Expansion of England (Londres, McMillan, 1883) decía: “La alternativa es que Inglaterra llegue a ser capaz de realizar lo que Estados Unidos hace fácilmente, esto es, mantener unidos en una unión federal a países situados a gran distancia unos de otros. En tal caso, Inglaterra se colocará junto con Rusia y los Estados Unidos en la primera categoría de Estados, medidos en población y extensión, y en una categoría superior a la de los Estados (europeos)”. Seeley quería convertir al Commonwealth en una nueva especie de Estado Continental. Ver John Strachey, El fin del Imperio, México, FCE, 1962, pp. 83-89. Los franceses querrán luego la “Unión Francesa”. Pero los dos Imperios fracasaron en su intento de transmutación.

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